viernes, 23 de septiembre de 2022

Linda Pastan (EEUU, 1932)

 

11 POEMAS

 


ENTRA DÓCILMENTE

 

Te han crecido alas de dolor

y te agitas en la cama como una gaviota herida

pidiendo agua, pidiendo té, uvas

cuyas pieles no puedes mascar.

¿Recuerdas cuando me enseñaste

a nadar? Suelta, dijiste,

el lago te sostendrá.

Ansío decir, suelta Padre

que la muerte te sostendrá.

Afuera, el otoño prosigue sin nosotros.

Con qué facilidad ceden las hojas,

las oigo en el último soplo de aire,

dejando atrás este lugar que desaparece.

 

VOCES

 

Juana oyó voces.

y por ello ardió.

Mientras conduzco en la oscuridad

escribo poemas.

Anoche pensando

en cómo espaciar los versos

me pasé una señal de stop.

Cuando me justifiqué

el policía asintió,

y me puso

una multa.

Un entendido me dijo

que los escritores tienen un plazo de quince años:

luego llega la repetición,

incluso la locura.

Como Midas, supongo que

todo lo que tocamos se convierte

en un poema-

cuando el hechizo existe.

Pero piensa en el poeta después de ese plazo

tocando los árboles que

siempre ha tocado,

pero esta vez no ocurre nada.

Imagínatelo yendo de un tronco

a otro, magullándose

las manos con la áspera corteza.

Solo quedan cinco años.

A veces entierro

mis poemas en el jardín,

reservándolos

para los fríos días venideros.

De todos modos

te quemas por ello.

 

UNA PEQUEÑA HISTORIA DEL PENSAMIENTO

JUDIO EN EL SIGLO VEINTE

 

Los rabinos escribieron:

aunque está prohibido

tocar a un moribundo,

sin embargo, si su casa

se incendia

debe ser sacado

de ella.

 

¡Bárbaro!

digo,

¿a quién podría tocar yo entonces,

no estamos todos

moribundos?

 

Sonríes

con tu vieja sonrisa de conciliador

y preguntas:

pero ¿no están nuestras casas

quemándose?

 

SUEÑOS

 

Los sueños son el único

más allá que conocemos;

el lugar donde los niños

que éramos

se mecen en los brazos de los niños

en que nos hemos convertido.

 

Son tantos como hojas

en sus migraciones,

como pájaros de cuya muerte nos enteramos

por la única pluma

que dejan atrás: un indicio,

una partícula de sueño

 

captada por la vista.

Son tan irrecuperables como la arena.

 

HAY POEMAS

 

Hay poemas

que nunca se escriben,

que solo se agitan de un lado a otro

de la mente

como escritura aérea

en un día tranquilo:

lentamente la primera palabra

se deja llevar hacia el oeste,

las últimas letras se disuelven

en la lengua,

y lo que se deja

es el azul puro

de la intuición, sin nubes

ni consuelo.

 


EN MITAD DE UNA VIDA

 

Esta noche entiendo

por primera vez

cómo una mujer puede elegir

su propia muerte

tan fácilmente

como si esta fuese una ciruela negra

que escogió

de una cesta

de brillantes melocotones.

 

No sería la desesperación

lo que le moviera a hacerlo

o el hambre,

sino una especie de calma.

Las tardes están llenas

de finales: las pálidas flores

del trébol pliegan

sus frágiles alas, toda

promesa ha sido hecha.

 

Existe siempre

ese momento en que el sol

hace equilibrio

en el borde

del mundo

cae

y se pierde en el mar,

y el cielo se ve inmenso

y maravilloso sin él.

 

ESTOY APRENDIENDO A ABANDONAR

EL MUNDO

 

Estoy aprendiendo a abandonar el mundo

antes de que él pueda abandonarme a mí.

Ya he renunciado a la luna

y a la nieve, cerrando mis persianas

a los reclamos de lo blanco.

Y el mundo se ha llevado

a mi padre, mis amigos.

He renunciado a las líneas melódicas de las colinas,

trasladándome a un paisaje plano, mudo.

Y cada noche renuncio a mi cuerpo

miembro a miembro en sentido ascendente

a través de mis huesos hacia el corazón.

Pero llega la mañana, con breves

aplazamientos en la forma de café y el canto de los pájaros.

Al otro lado de la ventana un árbol

que hasta hace unos instantes no era más que una sombra

recupera sus ramas hoja a hoja.

Y mientras yo recupero mi cuerpo

el sol apoya su cálido hocico en mi regazo

como para enmendar el daño ocasionado.

 

A UNA HIJA QUE SE VA DE CASA

 

Cuando a los ocho años

te enseñaba a andar

en bicicleta, arrastrando los pies

a tu lado

y te alejaste tambaleándote

sobre las dos ruedas, tan redondas

como mi boca abierta por la

sorpresa cuando tomaste

la curva del sendero del parque,

esperando el ruido

qué harías al chocar

corrí para alcanzarte

mientras tú te volvías

cada vez más pequeña, más frágil

en la distancia,

pedaleando, pedaleando

por tu vida, gritando

y riendo

el pelo aleteando

detrás de ti

como un pañuelo que dice

adiós.

 

LA FORMA EN QUE LAS HOJAS

SIGUEN CAYENDO

 

Es noviembre

y temprano -hora de ir al trabajo.

Siento el pequeño látigo

de mi conciencia chasquear

mientras miro por mi ventana

la gran cosecha de hojas.

Al otro lado de la calle mi vecino,

con su soplador de hojas rugiendo,

intenta poner orden

desde el caos de la pérdida de color.

Parece valiente y algo necio.

Es casi una marea, la forma

en que las hojas siguen cayendo

ola tras ola a la tierra.

 

En el Edén no había

estaciones, y a veces

creo que fue la pulcritud

de ese jardín

que Eva detestaba, las etiquetas de madera

con los nuevos nombres de plantas y árboles.

Sin embargo, también soy hija de Adán

y me gusta el orden, aunque

los márgenes de mis poemas

sean desiguales, y aquí estoy

toda la mañana mirando las hojas.

 

LOS COSACOS

 

Para los judíos, los cosacos siempre están viniendo.

Por consiguiente, pienso que la mancha que tengo en el brazo

es un melanoma. Por eso celebro

el Año Nuevo calculando

mi muerte anual.

 

Mi madre, cuando se estaba muriendo,

hablaba con quienes la visitan de libros

y viajes, mostrándose serena

como una forma de educación, aunque

yo podía distinguir la diferencia.

 

Pero cuando te veía planear

una vida que sabías

que nunca tendrías, no podía explicarme

tu sonrisa sincera ante

la catástrofe. ¿Estaba la negación

relacionada con la aceptación? O se trataba

de generaciones de ser ingleses

al modo de la Lucy de Brontë en Villette

viviendo como si ningún fuego rugiera

bajo su vestido pardo.

 

Yo quería vivir de la manera en que tú lo hiciste

preparándome para la hambruna del próximo año con vino

y música y un banquete de diez platos.

Pero escucha: eso es ruido de cascos

en el helado aire del otoño.

 

CONVERSACIÓN IMAGINARIA

 

Me dices que viva cada día

como si fuese el último. Es en la cocina

donde antes del café lamento

el día que me espera: esa carrera de obstáculos

de minutos y horas

tiendas de alimentos y médicos.

 

Pero ¿por qué el último?, pregunto. ¿Por qué no

vivir cada día como si fuese el primero,

todo él sorpresas intensas. Eva restregándose

los ojos al despertar esa primera mañana,

el sol asomando

como un ingenuo por el este?

 

Mueles el café

con el pequeño estruendo de una mente

que intenta aclararse. Pongo

la mesa, echo un vistazo tras la ventana

donde el rocío ha bautizado

toda superficie viviente.

 

 

  Traducción de Rosa Lentini Chao y Jonio González

 

 


 

Linda Pastan (Nueva York, 27 de mayo de 1932) es una poeta estadounidense de origen judío. De 1991 a 1995 fue Poeta Laureada de Maryland. Es conocida por sus poemas cortos que tratan temas como la vida familiar y doméstica, la maternidad, la experiencia femenina, el envejecimiento, la muerte, la pérdida y el miedo a la pérdida, así como la fragilidad de la vida y las relaciones. Sus poemarios más recientes incluyen Insomnia, Travelling Light y A Dog Runs Through It.

              Ha publicado 15 libros de poesía y varios ensayos. Entre los galardones que ha recibido están el Dylan Thomas Award, un Pushcart Prize, el premio Alice Fay di Castagnola (Poetry Society of America), el premio Bess Hokin (Poetry Magazine), el Maurice English Poetry Award de 1986 (por Una fracción de oscuridad), la Mención Charity Randall del Foro Internacional de Poesía y el Premio de Poesía Ruth Lilly 2003. Además del Radcliffe College Distinguished Alumnae Award.

              Dos de sus poemarios fueron nominadas para el National Book Award y otro para Los Angeles Times Book Prize.



 (Fuente: La Parada poética)

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