miércoles, 17 de febrero de 2021

Francisco Brines (Valencia, España, 1932)

 

 


Imágenes en un espejo roto

 

Ahora que puedo ya saber que está mi vida hecha,
en la penumbra de esta dormida habitación
que da al jardín de mi lejana adolescencia
(aún rozan los cristales
los jazmines, las alas de los pájaros),
la miro reflejada
en los fragmentos rotos de este espejo
que no ha sobrevivido a su pasar
pausado y velocísimo;
se muestran las imágenes sin voz
y el estaño perdido las extraña.

¿Y es lo que veo ahora todo cuanto viví?
Debo robar palabras, o inventarlas, y concederle al mundo aquel fulgor que tuvo,
pues todo se me acaba, en esta habitación,
al ver mi rostro roto
en todos los pedazos de este espejo ahora roto.
¿Y en dónde se han perdido el amor y el dolor,
esta verdad pequeña de haber sido?

¿Cómo salvarla, en su inutilidad,
antes de que me arrojen adonde todo está anulado,
          y ni siquiera el sueño
será capaz de hilar la imagen fantasmal, que el día desvanece?
¿La salvaréis vosotros,
que veis lo que ahora miro, en este texto roto,
en el instante vano del feliz parpadeo
que es toda la sustancia del ser que os fundamenta?

Dios pasea la gran negra humareda de su cuerpo
por el jardín estéril del Espacio curvado
(y caen de sus manos los soles, y estas centellas tristes
que lucen, y que somos, y se apagan),
con la Verdad que solo a Él le pertenece.
Ese Dios fantasmal que crea y desconoce, y que camina
con su bastón de ciego.

 

 

(Fuente: Ada lírica)

 

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