sábado, 23 de enero de 2021

Juan Bañuelos (México, 1932)

 

 

Anacreóntica

 

Colgué en sus labios el asombro.

Como un tigre violeta le sangraban los ojos.

Ahorré la luz debajo de su pelo.

Sol. Tertulias de sombra en sus pestañas

rumoreaban como uvas de un lagar.

Reconstruí de súbito la fiebre,

y el acoso flameaba entre sus medias.

Pequeña de los años ―diecisiete―

me despeñé desde su cuello

cuando debajo del corpiño

dos frágiles navíos

se le iban a pique.

 

 

 

 

 

Relato

(fragmento)

 

Puntual

asistente de liquen y de ortigas

llegas, oh soledad, puntual como la noche,

como la lluvia de este otoño, llegas como

la estricta jaula que nos forma el aire.

¿A qué hora del día nos duele más la vida?

Decimos soledad por no decir “qué frío”,

decimos “voy contigo”, para quedarnos solos.

 

Un día

alguien  ama nuestro silencio,

esta forma de viajar sobre la tierra.

Se tropieza, fumamos, hacemos el amor,

y al comer cubrimos el pan de espesa mantequilla

parecida a la sombra,

seguros de caminar mañana

entre escritorios grises de oficinas.

 

Y sin embargo el sueño llega.

 

Una vez, cuando el mundo se hizo de otra edad

y cabía en un grano de arena,

las hojas amortajaban al rocío, el viento

rasgaba las cuerdas de las rocas, y los bosques

eran las astas de los ciervos.

Luego vinieron los mares ateridos.

Alguien vino, también, y abrió la roja puerta

de par en par, y las oscuras dehesas

del polvo y de la nieve

salieron como radiantes novias

arrodilladas en los valles.

 

 

 

 

 

 

Fábula definitiva

 

Porque no es natural que yo me queje,

que vaya lastimando con mis voces

al alba y a los pájaros,

que arroje mis palabras como piedras.

Porque no es natural,

yo sé bien lo que vale

el tiempo de la siembra.

Hoy todos saben que si llamo,

que si grito, le toco a cada uno

la negra pústula que llevan.

(Debajo de la vida hay un sabor a

lengua nativa, hay ese oscuro olor

de las cenizas húmedas.)

Sucede

como un pabilo de luz.

Despierto y dócilmente

le toco su niñez al alba.

Me conformo pero llega la tarde

y no consiento que laven mis ojos

las estrellas.

¿Cómo tocar la luz con estas manos

si el aire nos enreda, si el hambre nos enreda

y nos hace danzar, danzar

una fábula

de bocas enterradas

y de yedras?

 

Fundo mi pecho de relámpagos.

¡Que nadie contemple su tristeza!

¿No mide el sol los días?

¿No mide la jornada del labriego?

¿Y qué son esos días sino sol y más sol,

extraña savia y sed,

albúmina buscando su envoltura

bajo el violento octubre de las cosas?

Yo, enfrente de este bosque y de este tiempo hablo,

con mi herida terrena, doble,

doblemente violenta.

Enfrente del terror me quedo, amigos,

como el mar, una vez,

sentado en las arenas.

 

 

(Fuente: Círculo de poesía)

 

 

 

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