jueves, 28 de enero de 2021

Amit Majmudar (NY, EEUU, 1979)

 

 


 

 

 

La autobiografía de Khwaja Mustasim (*)

 

 

 
Dejé en Córdoba una pieza de ajedrez durante veinte años, la torre negra.
Fui un loro alimentado con semillas de melón por el onceavo califa.
Cobré vida en una fragua de Damasco, no más grande que mi propia pupila.
Fui el mosquito cuyo beso conquistó a Alejandro Magno.
Encuaderné libros en Bujará, los quemé en Balj.
Arribé a mis cuatrocientos y dieciséis años a Qom.
Probé como hormiga el temprano Paraíso en el azucarero del chef Mehmet Bajá.
Fui un siervo que erigió la Mezquita Azul sin creerlo.
Me escabullí como pulga en el turbante de Burton mientras él se escabullía en la Meca.
Sacrifiqué un halal en el Jalalabad.
Fui un buitre tierno cuando vi a Kerbala tendida debajo de mí como un banquete.
Caminé a la casa del espléndido Hafiz y sostuve su cabeza vomitada.
Fui una palmera, bomba sagazmente zarandeada, detrás de reporteros arropados con chalecos khaki.
Tiré en la carretera un periódico en inglés encima de una bomba desnuda.
Y los clavos que fueron arrebatados del féretro de mi hermano.
Y mi hermana viuda que suspiró arena a miles de AK-47.
Zumbé cerca de una lámpara, y tres oficiales de inteligencia, tres revistas enrolladas, me cazaron en vano.
Al final nací aquí, en una ciudad cuyo nombre, según el mapa del General Elphinstone,
es falazmente “Heart”.
Un mullah para una era mutilada, un musulmán cuya memoria va más allá de la Declaración de Balfour.
Recuérdame como el abuelo que guió la mirada del niño
–(el viejo) Omar Khayyám a las constelaciones–.
Y acaso como el recluso de la cárcel de El Cairo que subió a la litera y le gritó
a Sayyd Qutb que por favor por favor por favor cerrara la boca.

 

 

(*) 

Khwaja Mustasim es un apodo que, de manera alegórica, se le asigna a quien ha partido de algún evento de la religión musulmana. 

 

La traducción es de Juan José Reyes Báez.

 

(Fuente: Círculo de poesía)

 


 

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