Hoy,
asado en el calor
y la feliz iniciativa,
di de baja 
al 95 % de mi biblioteca.
Un camioncito de la Recuperadora
cargó si mayores penas
tanto cartón y papel. 
Un siesta de 42°
movida y agobiante.
Pesaron la venta,
me dieron unos pesos,
me requirieron  agua fresca,
nos estrechamos las manos
y allá se fueron.
Pasta de celulosa
y algunos químicos
será nueva iglesia.
Picado por las moscas
del apuro,
arrojé a la basura
52 grabaciones
de folclore cuyano
recopilado 
durante 50 años
en rincones, parrales
y fiestas, 
por mi compadre Paco.
En el 2000,
obtuvo con malas artes
una jubilación como anestesista,
y se largó 
a repartir Herba Life.
Las deudas lo consumieron,
enloqueció de repente,
un útero maternal
le flameó la sienes
y un buen día terminó 
en el hospicio.
Severo diagnóstico
y medicación crónica.
Las canciones incluían
versiones distorsionadas,
o sea, enriquecidas,
de Buenaventura Luna,
Tunduco Pérez y cuántos más.
Un tesoro en vías
de cantares de gesta.
Más tarde,
turbado pero sereno
bebí mi último trago
y 47 cuadernos de poemas,
rellenos y relatos 
corrieron igual suerte.
Así también
aquel querido trabajo
que Omar Cao
calificó como "sentido fugado".
Y no se crean que no lloré.
Lo hice con un trapo en la boca
mientras el sudor y los mocos
me hacían arder la nariz y los ojos.
Querrán saber,
por ahí por curiosos,
por ahí por indiferencia,
u otra causa que adivino
pero no diré,
cuál era la composición
del 5% rescatado;
como buen caballero,
me mantendré en decoro y silencio.
Gracias por no preguntar.
Así es la vida.
De todo hay
y de nada hay.
 
 
 
 
(Fuente: El poeta ocasional)