sábado, 21 de julio de 2018

Sylvia Plath


Límite

La mujer alcanzó lo perfecto.
Su cuerpo
muerto luce la sonrisa de la culminación,
la ilusión de una fatalidad griega
fluye por los pliegues de su toga,
sus pies
desnudos parecen decir:
"hasta aquí llegamos, se terminó".
Cada niño muerto se enrosca, serpiente blanca,
alrededor de cada
jarrita de leche, ahora vacía.
Ella los recoge
en su cuerpo como los pétalos
de una rosa que se cierran cuando el jardín
se inmoviliza y los olores sangran
desde las dulces gargantas profundas de la flor nocturna.
Embozada en su capucha de hueso,
la luna no tiene por qué estar triste.
Ella está acostumbrada a este tipo de cosas.
Sus lutos crujen y se arrastran.




Versión: Isaías Garde

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