martes, 10 de julio de 2018

Elizabeth Reinosa Aliaga (Cuba, 1988)


Decir noviembre es un suicidio


un acto de negar el universo,
de esconderse detrás de una puerta y señalar
con el dedo las heridas.
Un vacío más real que la palabra muerte,
que el flechazo de Ulises contra el muro.

Decir noviembre: la azotea mutilada, el golpe
sin llamarlo privilegio,
una canción en dos mitades: 
él tenía un botón sin ojal, un gusano de seda,
la mirada en la pared y las notas inconclusas.

Ella amó la libertad de cien pueblos
de Algeciras a Estambul,
La ironía de saberse agua, y odiar las dos orillas.

Decir noviembre es otro tiempo de lo absurdo,
un pasado de burbuja,
            una realidad que explota.




Lenguaje

No debes tener miedo
de la abuela
que habla como un santo africano.
En la casa oscura verás sus ojos
encendidos.
En su cabeza
solo hay cenizas del pasado.
Ella te ama
pero no te reconoce.


Fiesta

La familia con sus tortas de merengue
festeja nuestra júbilo
o simula que festeja
el gozo de tener la cabeza cortada
la lengua
y las piernas
nada de palabras
o zapatos que descubran las puertas para huir.
Una celebración con globos:
explosiones de sangre
que se activan con el filo del cuchillo.
Fiestas de la infancia
con bufones
y fotografías que ensayamos
hasta quedar
perfectos.


Dolor real

Cuando era niña
jugaba con martillos
que golpeaban mis dedos.
Tenía una cuerda
para mi cabeza.
Tenía un árbol y una ventana
para saltar.

Pero la edad lo cambia todo
y ahora solo tengo
somníferos y espuma
solo agua
para purificarme
agua y pasiflora
y manzanilla
y tilo
plantas que crecen
en mi estómago
como un ojo
de huracán.



(Fuente:  Revista El humo)

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