jueves, 26 de julio de 2018

Oliverio Girondo (Buenos Aires, Argentina, 1891 - 1967)

Espantapájaros    (Fragmentos)



En cualquier parte donde nos encontremos, a toda
hora del día o de la noche, ¡miembros de la familia!
Parientes más o menos lejanos, pero con una ascendencia
idéntica a la nuestra.
¿Cualquier gato se asoma a la ventana y se lame las
nalgas?... ¡Los mismos ojos de tía Carolina! ¿El caba13
llo de un carro resbala sobre el asfalto?... ¡Los dientes
un poco amarillentos de mi abuelo José María!
¡Lindo programa el de encontrar parientes a cada
paso! ¡El de ser un tío a quien lo toman por primo a
cada instante!
Y lo peor, es que los vínculos de consanguinidad
no se detienen en la escala zoológica. La certidumbre
del origen común de las especies fortalece tanto nuestra
memoria, que el límite de los reinos desaparece y
nos sentimos tan cerca de los herbívoros como de los
cristalizados o de los farináceos. Siete, setenta o setecientas
generaciones terminan por parecemos lo mismo,
y (aunque las apariencias sean distintas) nos
damos cuenta de que tenemos tanto de camello, como
de zanahoria. Después de galopar nueve leguas de pampa, nos
sentamos ante la humareda del puchero. Tres bocados…
y el esófago se nos anuda. Hará un periodo
geológico; este zapallo, ¿no sería un hijo de nuestro
papá? Los garbanzos tienen un gustito a paraíso, ¡pero
si resultara que estamos devorando a nuestros propios
hermanos! A medida que nuestra existencia se confunde con la
existencia de cuanto nos rodea, se intensifica más el
terror de perjudicar a algún miembro de la familia.
Poco a poco, la vida se transforma en un continuo
sobresalto. Los remordimientos que nos corroen la
conciencia, llegan a entorpecer las funciones más impostergables del cuerpo y del espíritu. Antes de mover
un brazo, de estirar una pierna, pensamos en las consecuencias
que ese gesto puede tener, para toda la parentela.
Cala día que pasa nos es más difícil alimentarnos, nos es más difícil respirar, hasta que llega un momento en que no hay otra escapatoria que la de optar, y resignarnos a cometer todos los incestos, todos los asesinatos, todas las crueldades, o ser,
simple y humildemente, una víctima de la familia.


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