viernes, 27 de agosto de 2021

Natalia Sosa Ayala (Gran Canaria, 1938 - 2000)

 

 

Hipocresía

A Pedro Perdomo Acedo

 

No soy la que camina con la risa en la boca,

ni la que va de paso con la mano extendida.

No soy la compasiva, ni la triste y callada:

soy la que lleva en sí la hipocresía.

No os canséis de mirarme con la mirada abierta,

cual lobos al acecho de mi temor oculto.

Yo soy la hiedra extraña que trepa en una risa

y llora en la raíz, bajo la tierra roja.

Yo soy la piedra dura donde la mar se agota,

la fusta que no tiembla, la espuela congelada:

mi semblanza presento sin dolor y sin sombra.

Miradme, conocedme, sabedme de esta forma

terrible que no oculto.

Mañana seré otra de la que ahora escribe.

Su presencia está cerca:

ceñida a mi cintura

trepará

locamente

hasta mi boca.

 

Del libro Cuando es sombra la tarde, 1999. (Incluido en el libro No soy Natalia. Torremozas, Madrid, 2018)


 

Mi primer poema

A mi padre, 1957

 

¿Por qué fundiste, Señor, alma en mi cuerpo?

Pudiste ahorrar de tu pasión dolores,

si en vez de alma, me hubieses dado forma

de otro ser inconsciente.

En mí, siempre doliente tus llantos y clamores,

en mí, siempre tus ojos penosos y severos,

siempre unida tu pena a mi pecado.

¿Por qué, Señor, por qué me diste alma?

¿Por qué no me dejaste en barro convertida?

Hubiera sido hermoso ser senda o ser camino,

tener forma de árbol o ser rosa,

no ser de tu dolor el centro, mi destino.

 

Del libro Muchacha sin nombre y otros poemas, 1980. (Incluido en el libro No soy Natalia. Torremozas, Madrid, 2018)


 

Muchacha sin nombre

 

No me llamo Natalia.

Jamás nací.

O si nací fue muerta.

El sol extendía sus primeros rayos

por una madrugada fatídica de marzo.

Mas no era yo la que su luz bebía.

Yo no existí jamás.

A lo sumo fui venas, manos, sangre,

un corazón pequeño y precintado

pero no fui jamás destinada a ser alguien.

Mi nombre, yo, Natalia,

estará inscrito en un papel cualquiera,

en labios que no saben lo que hablan,

en tardes remotísimas y ausentes,

acaso,

en el tiernísimo corazón de alguien.

Mas yo, yo no soy yo.

No soy Natalia.

 

Del libro Muchacha sin nombre y otros poemas, 1980. (Incluido en el libro No soy Natalia. Torremozas, Madrid, 2018)


 

La extranjera

 

Como vapor de lluvia en el asfalto,
cada paso que emprendo se hace nube.
Soy la extranjera inquieta
que por la calle huye
en busca del hotel del que ha extraviado
nominación y número,
con el miedo brotando de los labios
y aterrados los ojos por lo cierto
de saberse en el exilio sola.

Mi nombre sólo es bruma entristecida
y nadie lo pronuncia, por extraño;
ni siquiera otro amor lo ha cobijado
en la terrible hora de tu olvido.

Extranjera en las noches que me aman,
e igual que gime el aire enfurecido
—oh, tus manos levísimas que el viento me arrebata—,
si otro aliento me siega la garganta,
mi nombre y tu distancia se estremecen
desde el dolor del alma.

En cada paso, en la pasión del sexo,
en el éxtasis de Dios, en la mañana clara;
en la ira inútil e infecunda
con que me enfrento a mi morir constante,
extranjera, extranjera y extraña
me definen,
extranjera y extraña me comporto.
¡Para siempre exiliada en el país del hombre!
Para siempre la sed de tu voz ida
que susurre a mi pena: compatriota.

 

Del libro Muchacha sin nombre y otros poemas, 1980. (Incluido en el libro No soy Natalia. Torremozas, Madrid, 2018)


 

Frente a la isla

 

Mirad a esa mujer, dicen algunos,
callada frente al mar cada mañana.
Es una pobre loca soñadora,
una pobre mujer que desde siempre
soñó con ser gaviota y tener alas.
Mirad con qué insistencia se detiene
a contemplar la Isla, allá lejana.
¡Qué distante de su razón la nuestra!

Miradme, sí, miradme.
A juicios de los hombres ya no temo.
Helados juicios
que con desdén quisieron
congelar las hogueras de mi pecho.
No los oigo. Soy una pobre loca,
mas, al fin,
mis oídos cerré a las voces vanas.

Sólo la tristeza del mar es lo que escucho.

Oíd…
Cada mañana me acerco a recoger
de alguna de sus huellas
los restos destrozados.
Yo sé que habrá pisado alguna orilla
y aguardo el milagro de ese instante.

¿Llamáis a esto locura?
Seguid vosotros, pues, con la cordura:
si loca me creéis, no me hacéis daño.

 

Del libro Autorretrato, 1981. (Incluido en el libro No soy Natalia. Torremozas, Madrid, 2018)


 

Presentimiento

A Pino Ojeda

 

No entiendo por qué,
a veces,
cuando es sombra la tarde y confusa es la luz,
surge un pensamiento constante de mi mundo,
no sé por qué lo gris,
el frío y lo indeciso,
se apoderan, terribles, de mi sueño más puro,
y lo vuelven atroz.
Acosada por ellos, elementos malditos,
el espanto es agua que refleja el terror,
el sentimiento previo de mi fin
–presentimiento de que él llegará
en la soledad de la pequeña casa–,
frente al mar,
casi sin dios,
como siempre
he vivido,
palpando ávidamente lo que veo.

Quiero dejar escrita
una palabra dulce,
colgar en la ventana un retal blanco.
Pero alguien
me encontrará
dormida,
con el nombre de Nada
al borde de mis labios.

Sí, así pudiera ser.
Así lo he presentido
y nada más deseo para la ida:
dos apasionados instantes tal vez, una caricia,
mi libertad terrena,
y un rosal
hundido
en el hambriento secano de mi huerto.

Sí, ha de ser así.
¿No ven que yo deseo
mi solitario goce,
hacerme mía, al fin,
únicamente?

Presiento que el hado, que vive de mi sangre,
conmigo irá camino del silencio.
Lo dejo reafirmado en estos versos:
moriré
junto al mar
con el adiós anónimo del viento.

 

Del libro Cuando es sombra la tarde, (Poemas 1996-1997), 1999. (Incluido en el libro Soy éxodo y llegada. Torremozas, Madrid, 2021)



(Fuente:  trasdemar.com)

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