miércoles, 25 de agosto de 2021

Marina Tsvetáyeva (Moscú, 1892-Yelábuga, 1941)

 

de "ariadna"













ACTO I
EL EXTRANJERO

(Lonja del Palacio, en Atenas. Al despuntar el alba. Pasa el Mensajero. Apoyado en el aljibe, el anciano Extranjero. Se acerca el Aguador).

MENSAJERO

¡En pie quien aún se halle despierto!
¡En pie quien, como un espíritu errante,
no haya cerrado los ojos!
¡En pie todos! Ha comenzado
el día del llanto total.

Las siete estrellas mañaneras,
orgullo del antepasado
y regocijo del hermano,
¡en pie para un viaje
que no tendrá retorno!

Los siete bravos jóvenes leones,
¡en pie y en fila junto a las siete muchachas!
Memoria y linaje van a sucumbir.
Ya las amarras
van a largar.

¡Que sobre el mar se alce el maternal lamento!
La tierra está lavada.
La nave, aparejada.
La ley impera sobre Atenas:
¡la ley de Minos, rey de Creta!
¡En pie quien no...!
(Se aleja).

EXTRANJERO

Si se cegara por las lágrimas la vista,
nadie tendría ojos para ver.
¿En qué ciudad me encuentro? Por las noches
lloran las madres, no los niños.

Los viejos lloran. Se avecina el mal.
Y ruge el mar igual que un león.
Responde, aguador:
¿es en verdad Atenas?

AGUADOR

Sin duda.

EXTRANJERO

                El humo de los hogares
se agosta. El fuego se amiga con el cielo.
¿Acaso honráis a los dioses con desidia?

AGUADOR

De corazón a los dioses servimos.

Día y noche se vierte aceite y sangre.
El incienso sacrificial es generoso
en honor del señor del mar, el plateado
Poseidón, y también de Palas Atenea.
Siendo muchos, a todos los honramos.
Estremécete tú y escucha bien, anciano:
por la culpa fatídica del rey Egeo
acaeció la terrible expiación. Tal día

como hoy, hace ya tres veces ocho
primaveras. El joven Androgeo, huésped
desde Creta llegado, nunca halló arquero
como él. Cual ave, de sus labios, la idea;
cual idea, en el ave, su flecha.
En el aire flameaba su capa roja,
florecía en sus mejillas la juventud,
en sus labios se expresaba la lucidez.
Valeroso cual león, esbelto cual junco,
generoso como nadie: casi un dios.

Nuestro joven huésped, siempre el primero
en la lucha, en el disco, en la carrera,
en el canto, en las ansias de las mujeres.

De un golpe, cuanto él hubiera probado...
Pero eterno estribillo de la belleza,
la muerte. Y Androgeo fue hallado muerto.
¡En su esplendor de fuerzas y encantos!
Por una flecha a su espalda disparada.
Así, tuvimos que llevar
a Minos, a su joven hijo muerto
como presente.

                        Y Creta estalló en guerra.
Terribles desdichas, plagas y fiebres,
sequías y vientos asfixiantes, mandaron
los dioses vengadores
sobre nuestra ciudad.
El látigo de la sed abrasó los campos.
Las plantas, sin savia. Madres llorando, hijos
gritando. Arroyos, pechos, racimos,
todo seco en este edén,

(Señala a sus ojos).

                            salvo estos hoyos.
Fue reunida la Asamblea Suprema.
Hasta Delfos fue el rey a la piedra sacra.
Su respuesta fue rotunda y aterradora:
«Androgeo, alegría para los dioses,
a las víctimas espera con sed de sangre.
Que desde la blanca orilla de Atenas
hacia el litoral de la poderosa Creta
ponga rumbo un navío cargado
con siete muchachas y siete
jóvenes».

                        ¿Oyes el lamento
de sus bocas? Por vez tercera el navío
zarpará hacia el litoral cretense.
Una vez cada ocho primaveras
Creta hace que Atenas pague así su culpa
por la más deliciosa
primavera...
                        El hijo era todo
para su padre. ¡Día de desdicha y ruina!
Al rey de Atenas, a Egeo,
señalan los rumores como el homicida.

EXTRANJERO

Vuestro rey es poderoso.

AGUADOR

                                            Inerte,
indolente ante el placer y el dolor.

EXTRANJERO

¡Redimíos!

AGUADOR

                            ¡Este es el tercer navío!

EXTRANJERO

¡Rebelaos!

AGUADOR

Ya se acercan. ¿Los oyes?
Se aproximan llorando...

CORO DE MUCHACHAS

¡Ay, aurora rojiza!
¡Virginal lino!
De las siete elegidas
escuchad su lamento.
Entre, angustia y temblor,
¿cuántas noches navegaremos?
¡Ay! No hacia ningún flamante lecho
con algún prometido

tras el mar. ¡A la muerte
el navío conduce!

CORO DE JÓVENES

(Confluyendo).

Siete estrellas se extinguirán.
Siete rosas se agostarán.

CORO DE MUCHACHAS

Ya no habrá ni rosas ni lirios.
¡La morada de Hades!
Siete cuerdas para la lira.
¡También siete, nosotras!

Con la lira la dicha
se acrecienta entre las familias.
Siete cuerdas para la lira.
También siete, nosotras.

Igual que hermanas. Como hermanas
en primavera...

CORO DE JÓVENES

(Confluyendo).

Siete cuerdas se romperán.
Siete lágrimas en el remo...

CORO DE MUCHACHAS

¡Hermanas! Ha perdido su cadencia
el ritmo de las olas.
Sumisas nos adentraremos
en la colina de la espuma.

¿Quién, nuestro protector?
¿En dónde, nuestro protector?
En vano nos quejamos.
El fin de nuestras esperanzas...

Siete, las muchachas. Siete gaviotas
sobre la planicie del mar...

CORO DE JÓVENES

(Confluyendo).

Siete muchachas soltarán amarras:
las siete víctimas que zarparán.

(El Coro de muchachas deja paso al de jóvenes).

Arrancaos cabellos y vestiduras.
Que los siete en la flor plena de su vida...
¡Levantad velas negras,
navegantes! ¡Hijos del infortunio!

No tras ningún monstruo ni tras belleza alguna
en pos de un reino de laureles o placeres.
Los siete jóvenes se alejan de la orilla
cual víctimas para el rojizo Minotauro.

Toro descomunal, el Minotauro,
de Minos cómplice en la venganza,
nos corneará entrañas y cerebro,
y el pecho con sus cascos nos pisoteará.

Así, el rey Minos, toda ley quebrantando,
se venga en nosotros por la sangre del hijo.

CORO DE MUCHACHAS

(Confluyendo).

Los siete jóvenes, deshechos en ceniza.
Siete retoños espirando sangre.

CORO DE JÓVENES
¡Si cayéramos bajo una lluvia de flechas,
y la sangre por entre laureles fluyera!
No dejamos descendencia ni huella alguna.
Nada, salvo los lamentos de las mujeres,
que multiplican nuestro oprobio:
¡caer sin procurar un treno al rapsoda!

CORO DE MUCHACHAS

(Confluyendo).

Siete guerreros inclinando los escudos,
siete terneros ofreciendo la cerviz.

CORO DE CIUDADANOS

¡Ay! ¡Ay!
Hacia una carnicería van
los cachorros leones. En la grava ardiente
yacerán los cachorros de león.
¡Más rastrero será que la más baja hierba!

¡Que la madre se olvide,
ya sin fuerzas para salvarlos!
¡Ayudad, vientos!
¡Ayudad! Ayudad para apagar
la mecha

de días tan vacíos...
¡Vientos, soplad con más vigor!
Batiendo en el cordaje de la popa.
¡Vientos, con más vigor!
¡Soplad!

¿A qué tanto lamento
de mujeres ilustres
y los llantos de las nodrizas?
El navío ya está dispuesto.
Sobre Atenas, la ley de Minos.
Más furioso que el pulpo, peor que la peste...

EXTRANJERO

¿Por qué Minos? Yo diría que vuestro rey
es Egeo.

PUEBLO

                Tembloroso más que el ternero,
nuestro rey.

EXTRANJERO

                        De corazón vivo,
no gusanos, os hacía.

PUEBLO

                                        Caímos,
y nos arrastramos... Ya, ¿qué...?

EXTRANJERO

                            Que erais hombres,
yo creía.

PUEBLO

                            Subsistimos a duras penas.
¡Basta de sermones! De los huesos la carne
se desprende. No hay fuerzas para el envite.

EXTRANJERO

¿Significa que sois un rebaño de Minos?
¿Qué no sois ciudadanos? Sois padres. ¡No piedras!
Un rebaño de ovejas, suspiros, lamentos.
¿Y la espada? ¿Quizá aguardáis la caída
de vuestras esperanzas? El joven perece,
¿y dormita el adulto? ¡Es vuestro el oprobio,
ciudadanos!

PUEBLO

                    El oprobio es el oprobio...

Para el dios es el templo,
para el pez son las aguas...
Para nosotros,
¡ni siquiera el oprobio!

Un siglo nuestro, una hora, un suspiro...

EXTRANJERO

¡Tenéis un rey!

PUEBLO

                    Nuestro rey es anciano.

EXTRANJERO

¿Y qué sus canas?
¡Está su hijo!

PUEBLO

                Es hijo tan sólo
del rey. No nuestro.
Su mente vive allá tras el mar.
Un extranjero en casa paterna.
Que sea hijo de él en verdad,
no se podría decir. Los rumores corren.
Incluso yo mismo oigo de viejas
ancianas y de los propios ancianos
que de los reyes no es hijo,
que es un huésped llegado del mar,
que, en verdad, es retoño de Poseidón.

Además...

EXTRANJERO

                Oscuras son tus palabras.

ALGUIEN DEL PUEBLO

Además..., que ellos nos tienen a nosotros
topos terreros.
Además..., nosotros a ellos:
a los dioses y reyes,
y a los hijos de ellos...

Mientras ellos alimentan la llama,
se encaminan a la muerte los nuestros.

PUEBLO

¡Ay! ¡Ay! Sobre terrosa piedra
yacerán los cachorros de león.
¡Más rastrero será que la más baja hierba!
Ya se marchan los jóvenes leones...

EXTRANJERO

¡Es suficiente!

Un viraje con el timón,
y el debate estará zanjado.
Bajo el grito de ¡fuego!, reclamad al rey.
Invocad de nuevo al destino.

¡Que la vela del barco de la muerte
hasta el pecho del rey alcance!
¿No es padre? ¡Pues que también entregue al hijo!
Es un joven; no un menor.

Que ese hijo responda dos veces:
por las cenizas y por la sangre paterna.
Que con el tuyo ocupe su puesto
tan dócil como un cordero lechal.

Siendo llamado padre de muchos el rey,
no es de ley que proteja sólo a uno.
Como las olas bajo el remo, y la hierba
ante la horca, impasible, en la hora
de la cosecha y el combate,
todos iguales. ¡En la sangre y en el pan,
hijos de Egeo todos!

Del resto, lo que el destino decida.
¡Rey! ¡Entonad!
¡Rey! ¡Retumbad!
¡Rey! Tres mandatos
se deben respetar:
para ti, ni parientes

ni no parientes,
¡rey sin memoria!
Y el tercer punto
de este mandamiento...
¡Rey! ¡Sacudid los muros!

¡Luchad!
¿Un dios? ¡Espero!

Allí donde con los mandatos
se muestra displicencia
los dioses deben actuar
en el envite.

PUEBLO

¡Al rey! ¡Al rey!
¡Hacia el Palacio!

EXTRANJERO

                ¡Presionad! ¡Todos a una!

PUEBLO

¡Padre Egeo! ¡Padre!
¡Egeo! ¡Danos a Teseo!
Cambió la flecha su destino.
¡Sufre como nosotros ya sufrimos!
(Aparece Egeo).

EGEO

Salud,
ciudadanos de Atenas.

¿Qué os trae ante mi morada
en la bruma de la mañana?

PUEBLO

¡Rey, no podemos esperar!
El mar está agitado.

Se yergue el oleaje.
La sangre se subleva y se desborda.

EGEO

¿Y qué favor
pedís aquí?

PUEBLO

                ¡A por tu hijo hemos venido!

Tú permaneces sin hablar,
y hasta las piedras toman vida.
¡También nosotros somos padres!
Y primogénitos también
habitan nuestras casas.
¡Al borde de la ruina!
Se hará pedazos el Palacio.
¡Entrega a Teseo al destino!

(Gritos).

¡Teseo! Si es hijo
del rey, el miedo no lo retendrá.
¡Teseo!
¡De Atenas, su esperanza!

EGEO

                    Escuchadme:

estoy de acuerdo.

(Se dirige a alguien).

                        ¡Disponed
el barco con la vela negra!
Yo a Teseo os daré,
sostén
de mi vejez...

PUEBLO

                                    ¡Que venga!

Que las palabras las avienta el viento.
¡Que en esta lonja el destino
decida!
¡Teseo!

EGEO

            Ante vuestros ojos
ahora mismo comparecerá.
El templo de mi alma,
de mi postrera esperanza,
yo te lo entregaré,
Atenas.

PUEBLO

                ¡Salud, rey!
¡Gloria al rey!
Tú eres nuestro rey.

EGEO

Si el destino ciego se abate
sobre esta única huella mía,
sin cerrojos no quedaréis,
áureas puertas de Atenas.

No temáis cenizas ni plagas.
¡No en vano el rey con su pueblo concordó!
Y después de mí, en el trono
me sucederán los cincuenta hijos
de mi hermano, el temible Palante.
¡No temáis una fractura del trono!
No un consanguíneo, sino cincuenta
reyes en lugar de uno yo os prometo.
Poderosos y eminentes...

PUEBLO

                                    Pero entrarán
en disputas fratricidas; y no veremos

ni los restos del pastel.

EGEO

                            ¡Cincuenta pilares
para el reino!

PUEBLO

¿O cincuenta rapaces?

EGEO

Os lleváis tras el mar
a mi hijo: ¡mis ojos y mi vida!
Sin un rey no os quedaréis.

Os lleváis a Teseo tras el mar

para el Minotauro.

PUEBLO

                        El rey está dispuesto.
Pero ¿quedaremos indemnes?
Con cincuenta padres, ¿indemnes?
Con cincuenta reyes, ¿indemnes?

Hermano frente a hermano: ¡sangre y fuego!
Un ciclón desatado y sin final.
Hermano frente a hermano: ¡látigo y espada!
Y nosotros, hijastros suyos.

Como padrastros saquearán el reino.
No hay peor esclavitud.
¡El sufrimiento de cincuenta plagas!
¡El alarido de cincuenta luchas!

Una serpiente con cincuenta
cabezas nos anuncian.
¡Corramos hacia el mar! ¡Corramos!
No precisamos a Teseo.

EGEO

La palabra está empeñada. ¡Una maroma
sin igual, el juramento del rey!

PUEBLO

¡El extranjero es culpable!

EGEO

El rey prestó su juramento.
Y la maroma no secunda
el fluctuante curso de las velas.

PUEBLO

¡El extranjero es culpable!
Tú te burlaste, tú nos confundiste,

nos azuzaste. ¡Apresad
al viejo embaucador! Nosotros, ¡todos
leales con Egeo! ¡Fuera el extranjero
llegado del país de Hades!

Igual que el trueno, atronó nuestras cabezas.
Ahora el turno es nuestro.
¿Quién puede desunir cabeza y manos,
al rey y al pueblo?

EGEO

Conciudadanos, ¿no tenía yo razón?

PUEBLO

¡A prisión! ¡Al cadalso!
¡Arrancad esa lengua viperina!
¡Abrasadlo! ¡Quemadlo vivo!
¡Azotadlo! ¡Moledlo a palos!
¡Esposadlo hasta los tobillos!
(Aparece Teseo).

TESEO

¡Atrás las manos!
Un extranjero es sagrado.

En esta tierra, ciudadanos
de Atenas, se respeta
al huésped y al anciano.

No reconozco

en esta desigual refriega
a mi gloriosa patria.

¿Ultraje al huésped?

PUEBLO

En él están infundio y maldad.

TESEO

Y si así fuera,
es un huésped y un anciano.
¿La venganza sobre el anciano?

PUEBLO
En él, daño y veneno.

TESEO

Por dos veces está sagrado:
por sus canas y por viajero.

PUEBLO

Cargaba contra los principios.
¡Está probado!

TESEO

¡Respeto al extranjero!
¡Es vuestra ley!

PUEBLO

¡Contra tu vida
iba el cuchillo!

TESEO

¡Tened respeto hacia sus canas!
Teseo os lo ordena.

El viejo, ¿arrestado?
El huésped, ¿encausado?

EGEO

¡Hijo! En contra tuya
se levantaba.

TESEO

Lo sé. Y no me atemoriza
ganar la inmortalidad.
Yo me entregaré como víctima de Minos
por mi voluntad. Y junto a vosotros
ya, sin invocar al destino
y sin más tardanza, me embarcaré.

EGEO

¡Hijo mío!

TESEO

                Del rey espero
que se muestre conforme.

EGEO

Soy viejo.

TESEO

                Y yo ardo de pasión.
Seré el primero en la fila
de los ciudadanos de Atenas.
¡Zarpemos!

EGEO

Me siento débil.

TESEO

                        Y tu hijo,
dos veces fuerte.

PUEBLO

¡Gloria para Teseo!
¡Un nuevo Heracles!

EGEO

¡Hijo, mejores son
los lobos entre las montañas!
¡Cede!

TESEO

No cederé.
¡Del valeroso, las coronas!

EGEO

¡Los contumaces, a prisión!

TESEO

¡Al remo, los remeros!

¡Al mar,
la vela!

PUEBLO

¡La alegría!

EGEO

¡El infortunio!

TESEO

¡El abismo, la inmensidad del mar!

PUEBLO

¡Gloriado sea el hijo del rey!

EGEO

¡Parricida, abreva
y atragántate tú
en la sangre paterna!

EXTRANJERO

(Tomando la palabra).

Sujeta tu palabra
en la garganta;
la ira, en los labios.
Es joven, incansable.
Al joven acompaña la razón.

(A Teseo).

Necesitados
estamos, hijo mío,
de esa tu pasión.
Has sido elegido hijo
por Poseidón.

En sueños o a la luz del día,
de cerca o de lejos,
tres veces que me invoques,
tres veces te responderé.

Por las airadas olas
o por la espuma encanecida,
tres veces que me llames,
tres veces cumpliré.
Reclínate en mi pecho, ¡hijo
enaltecido por la gloria!

(Abraza a Teseo).

¡Que amaine el oleaje! ¡Soplad, vientos!

PUEBLO

(Cayendo postrados).

¡Soberano dios Poseidón!

***
 
 
En: Ariadna. Madrid: Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2006.
Versión de Tatiana Gritzái Bielova y Carlos Iniesta García
 
 
 
(Fuente: La comparecencia infinita)

 

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