martes, 31 de agosto de 2021
Raúl Orlando Artola (Pcia. de Buenos Aires, 1947)
Wallace Stevens (EEUU, 1879 - 1955)
De la miseria de Don Joost
y mi cuerpo, ese viejo animal,
no sabe nada más.
Potentes estaciones engendraban, mataban.
Ellas eran los genios
de sus propios finales.
Ah, pero el mismo Yo de la tormenta
de esclavos y de sol, de nacimiento y muerte,
ese viejo animal,
Percepción y sentidos, la visión
y la voz, cuanto había de tormenta,
no sabe nada más.
From the misery of Don Joost
I have finishes my combat with the sun; / And my body, the old animal, Knows nothing more. // The powerful seasons bred and killed, / And were themselves the genii / Of their own ends. // Oh, but the very self of the storm / Of sun and slaves, breeding and death, / The old animal, // The senses and feeling, the very sound / And sight, and all there was of the storm, / Knows nothing more.
Emily Elizabeth Dickinson (Amherst, Estados Unidos, 1830 - 1886)
Mi Vida ha mantenido - un Arma Cargada
(764)
Mi Vida ha mantenido - un Arma Cargada -
En las Esquinas - hasta que un Día
El Dueño pasó - identificado -
Y Me arrastró -
Y ahora Nosotros vagamos en Bosques Soberanos -
Y ahora Nosotros cazamos la Cierva -
Y cada vez que hablo por Él
Las Montañas responden directo -
Y sí yo sonrío, un luz tan cordial
Sobre el resplandor del Valle -
Es como si una cara Vesubiana
Hubiera dejado pasar su placer -
Y cuando a la Noche - Nuestro buen Día hecho -
Guardo la Cabeza de Mi Maestro -
Es mejor que una Almohada Profunda
de Pato Eider - haber compartido -
A sus enemigos - Yo soy enemigo mortal -
Ninguno revuelve la segunda vez -
Sobre quien pongo un Ojo Amarillo -
O un Pulgar Enfático -
Aunque yo más que Él - quizás viva
Él más - que yo debe -
Porque solo tengo el poder de matar
Sin - el poder de morir -
En: The Poems of Emily Dickinson, Ed. Ralph W. Franklin, Harvard University Press, 1999
Traducción de Noelia Torres
Ref.:
Emily Dickinson Museum
Poetry Foundation
Amherst College
UNAM
Eterna Cadencia
Otra Iglesia Es Imposible
Ilustración: Estampilla en homenaje a Emily Dickinson, emitida en los Estados Unidos c.1971. Esta serie, ofrecida el 21 de abril de 2019 en Stamp Auction Network, tiene la rareza de que el tercer sello fue impreso con insuficiente tinta, de modo que las manos de Dickinson parecen incoloras. No se encontró noticia del autor de la imagen. Se basa en un daguerrotipo de Dickinson de 1846 o 47 (Getty Images)
My Life had stood - a Loaded Gun (764)
My Life had stood - a Loaded Gun -
In Corners - till a Day
The Owner passed - identified -
And carried Me away -
And now We roam in Sovreign Woods -
And now We hunt the Doe -
And every time I speak for Him
The Mountains straight reply -
And do I smile, such cordial light
Opon the Valley glow -
It is as a Vesuvian face
Had let it’s pleasure through -
And when at Night - Our good Day done -
I guard My Master’s Head -
’Tis better than the Eider Duck’s
Deep Pillow - to have shared -
To foe of His - I’m deadly foe -
None stir the second time -
On whom I lay a Yellow Eye -
Or an emphatic Thumb -
Though I than He - may longer live
He longer must - than I -
For I have but the power to kill,
Without - the power to die -
-- Poetry Foundation
Source: The Poems of Emily Dickinson: Reading Edition ed by Ralph W. Franklin (Harvard University Press, 1999)
Arthur Rimbaud (Charleville, Francia, 1854-Marsella, Francia, 1891)
Infancia III
(Fuente: Campo de maniobras)
Robert Rivas ( s/d )
SER UN TEJÓN
¿A quién podría ocurrírsele querer ser un tejón?
"¡Mis dientes! ¡Tu cuello!"
(Durante el acoplamiento los machos solemos morderle
el cuello a la hembra) (Nuestros acoplamientos son muy
variables, dependen, por supuesto del ánimo de la pare-
ja: entre 2 y 90 minutos)
Doy por sobreentendido que ustedes no saben nada acerca
de nosotros.
Sólo existimos, según nuestros paleontólogos -no asegura-
mos del todo que sean confiables- desde hace unos 4 millones
de años. No es por darnos importancia, pero somos europeos
originales.
Nos gustan las tierras semi áridas, pero también nos adapta-
mos con facilidad a la alta montaña. Nos encantan los pastiza-
les. Es que tenemos unos cuantos enemigos, aparte de las en-
fermedades y el hambre: los humanos, desde que llegaron, nos
cazan con saña. Nos tratan de asesinar los perros, los zorros,
los búhos reales, los linces, los lobos y hasta las águilas.
A pesar de ello somos divertidos: vivimos en comunidades,
somos juguetones con nuestros congéneres, se podría decir
que somos bastante sociables.
Creo que al no ser ustedes tejones, se sentirían extraños en
nuestra casa,obviamente llamada "la tejonera": unos 900 me-
tros de túneles, con 50 compartimientos y 180 entradas. Nos
llevó varios siglos hacerlas: extrajimos unas 70 toneladas de
tierra, sin contar con herramientas ajenas al cuerpo. Conta-
mos para su confort, si alguna vez deciden visitarnos, con
varias cámaras principales, cada una con una letrina próxima,
(aunque no las llamamos "en suite"), además de diversos tipos
de conductos: los principales, para acceder a las cámaras, los
de ventilación, y, por supuesto, los de escape. También hay li-
teras o cunas, cámaras secundarias, donde los pichones siguen
recibiendo los tan esenciales cuidados maternos.
Nuestras (permítasenos el término sin ofensas) hembras, per-
manecen con más frecuencia en la casa. Los machos estamos
encargados de la tarea de proveer el alimento, de la vigilancia
y de otros menesteres que, hay que decirlo, no siempre son aje-
nos a la violencia. Para todo eso debemos exponernos saliendo
de la tejonera. Sin pretender ostentación alguna, decimos que
nuestras hembras, que viven un promedio de 15 años, son un
tanto más afortunadas que nosotros: solemos vivir solamente
un tercio de ese tiempo.
Por extraño que resulte, a veces se habla de nosotros en los
así llamados textos literarios. Un vecino de Gales nos ha de-
dicado un espacio central en un libro llamado "La tejonera".
Se llama, creo, Cynan Jones, o algo por el estilo. (No entende-
mos muy bien los nombres que suelen usar para hablar de sí
mismos: no están relacionados con ninguna característica fí-
sica ni del tipo de conducta del sujeto en cuestión.)
Un poeta menor nos ha mencionado recientemente en un así
llamado "poema" suyo, diciendo "¿Quién querría seguir las hue-
llas de un tejón?" Se refería a un verso de otro escritor, como
suele suceder en los escritos humanos, así que no creemos que
muchos lo hayan entendido. Para nosotros, en cambio, esa bús-
queda es muy frecuente y condiciona hasta el menor de nues-
tros paseos.
Un poeta bastante más importante entre los humanos, escribió
todo un poema referido a nosotros, llamado "El tejón". En el
mismo alaba nuestro coraje, después de haber presenciado
la lucha feroz que opusimos al intento de asesinato por parte
de hombres y perros. Se llamaba John Clare, y era un agricul-
tor que no necesitó ir mucho a la escuela para ver con sus pro-
pios ojos cómo se desarrollaban los hechos. Por supuesto que
murió en un manicomio. ¿A quién se le ocurre hablar así de
la vida de los salvajes tejones? Nos aferramos a nuestras cos-
tumbres y tradiciones. Somos lo que nos tocó ser y ni con ni
sin orgullo, seguimos en la lucha desde hace millones de años.
No sabemos quién podría querer ser un tejón. Y esperamos
que si alguien tuviese ese deseo, nos visite con una mente
abierta y que no por ello les toque el destino del pobre John.
(Fuente: Idiomas olvidados)
Juan Ramón Molina (Comayagüela, Honduras, 1875 — San Salvador, El Salvador, 1908)
Salutación a los poetas brasileros
Con una gran fanfarria de roncos olifantes,
con versos que imitasen un trote de elefantes
en una vasta selva de la India ecuatorial,
quisiera saludaros —hermanos en el duelo—
en las exploraciones por la tierra y el cielo,
en el martirologio de los circos del mal.
Mi Pegaso conoce los azules espacios.
Su cola es un cometa, sus ojos son topacios,
el rubio Apolo y Marte cabalgarían en él;
¡relinchará en los céspedes de vuestro bosque umbrío,
se abrevará en las aguas de vuestro sacro río,
y dormirá a la sombra de vuestro gran laurel!
Venir pude en la concha de Venus Citerea,
sobre el áspero lomo del león de Nemea,
en el ave de Júpiter o en un fiero dragón;
en la camella blanca de una reina de Oriente,
en el cuerpo ondulante de una alada serpiente,
a bordo de la lírica galera de Jasón.
O en la fornida espalda de un genio misterioso,
o envuelto en la vorágine de un viento proceloso,
o de una negra nube en el glacial capuz;
en la marea argentina de una luna de mayo,
asido del relámpago flamígero de un rayo,
o con los duendes gárrulos que juegan en la luz.
Mas en Pegaso vine desde remotos climas,
—señor, príncipe, rey o emperador de rimas—
sobre el confuso trueno del piélago febril.
¡Salve al coro de Afiones de estas tierras fragantes!
¡A todos los Orfeos del país de los diamantes!
¡A todos los que pulsan su lira en el Brasil!
Tal digo, hermanos míos en la prosapia ibérica.
Saludemos la gloria futura de la América,
que todas las espigas se junten en un haz.
Unamos nuestras liras y nuestros corazones,
que ha llegado el crepúsculo de las anunciaciones,
para que baje el ángel de la celeste paz!
Augurio de ese día se ve en el horizonte.
Hoy tres aves volaron desde un florido monte;
yo las miré perderse en el naciente albor;
un cóndor —que es el símbolo de la fuerza bravía—,
un búho —que es el símbolo de la sabiduría—
y una paloma cándida —símbolo del amor—.
Dijo el cóndor, gritando: la unión da la victoria,
el búho, en un silbido: el saber da la gloria,
la paloma, en su arrullo: el amor da la fe.
Yo —que escruto el enigma de nuestro gran destino—
ante el casual augurio del cielo matutino,
siguiendo los tres pájaros en éxtasis quedé.
Pero Pegaso aguarda. Sobre su fuerte lomo
gallardamente salto en un instante, como
el Cid sobre Babieca. Me voy hacia el azur.
¿Acaso os interesa mi suerte misteriosa?
¡Buscadme en mi magnífico palacio de la Osa,
o en mi torre de oro, junto a la Cruz del Sur!
Madre Melancolía
A tus exangües pechos, Madre Melancolía,
ha de vivir pegado, con secreta amargura,
porque absorbí los éteres de la filosofía
y todos los venenos de la literatura.
En vano —fatigada de sed el alma mía—
sueña con una Arcadia de sombra y de verdura,
y con ello el don sencillo de un odre de agua fría
y un racimo de dátiles y un pan sin lavadura.
Todo el dolor antiguo y todo el dolor nuevo
mezclado sutilmente en mi espíritu llevo
con el extracto de una fatal sabiduría.
Conozco ya las almas, las cosas y los seres,
he recorrido mucho las playas y los Citeres…
¡Soy tu hijo predilecto, Madre Melancolía!
Pesca de sirenas
Péscame una sirena, pescador sin fortuna,
que yaces pensativo del mar junto a la orilla.
Propicio es el momento porque la vieja luna
como un mágico espejo entre las olas brilla.
Han de venir hasta esta rivera una tras una,
mostrando a flor de agua su seno sin mancilla.
Y cantarán en coro, no lejos de la duna,
su canto, que a los pobres marinos maravilla.
Penetra al mar entonces y escoge la más bella,
con tu red envolviéndola. No escuches su querella
que es como el canto aleve de la mujer. El sol
la mirará mañana —entre mis brazos loca—
morir —bajo el martirio divino de mi boca—
moviendo entre mis piernas su cola tornasol.
Una muerta (fragmento)
Señor: Tú la llamaste
y ella voló a tu lado,
dejándome en la tierra.
¿Mi espíritu has mirado?
No es jardín —florecido
de azules ilusiones—
sino que inmunda cueva
de arañas, escorpiones
y víboras. Un pozo
de horror y de amargura,
donde está con cadenas
la trágica locura.
La copa de mi vida,
donde escanciaba mieles,
llena está hasta los bordes
de ponzoñosas hieles,
álgidas como aquella
bebida ignominiosa
que recoció tu lengua
en la cruz afrentosa.
No bañaron mis lágrimas
sus gélidos despojos,
porque cegó la angustia
los cauces de mis ojos;
pero —como una vena
por la cuchilla rota—
mi corazón sangraba
sin tregua, gota a gota,
cual tu divina frente
en el pavor del huerto,
sobre los restos fríos
de todo un mundo muerto.
Mas aquel dolor hondo,
siniestramente mudo,
estranguló mi cuello
con serpentino nudo;
dejó en mi faz adusta
su corrosiva huella;
amontonó una noche
glacial sobre mi estrella;
azuzó mis pasiones
más terribles e insanas
y pobló mi cabeza
de prematuras canas.
Tú —que de todo miras
el anverso y reverso—
que regulas la máquina
que mueve el universo,
que sabes, omnisciente
y enorme taumaturgo,
por qué el dragón se arrastra,
por qué vuela el simurgo,
por qué el sonido ondula,
por qué la chispa quema,
por qué el retoño nace,
por qué fulge la gema,
por qué se hermanan
siempre en un igual destino
la leche con el llanto
y el agua con el vino,
dime: si fue en la tierra
también tu preferida,
¿por qué la flor segaste
de su apacible vida,
dejando que un enjambre
de lívidos gusanos
hirviera en sus mejillas,
sus senos y sus manos?
Nota introductoria y selección de Philippe Ollé-Laprune.
En 1906 varios poetas viajan juntos en barco para dirigirse a Río de Janeiro; trabajan como diplomáticos y se dirigen a un congreso. Rubén Darío, de Nicaragua, coincide con Juan Ramón Molina, de Honduras. Pese a la diferencia de edad (el primero nació en 1867 y el segundo en 1875), ya están unidos por una fuerte amistad que nace durante su primer encuentro en Guatemala, en 1890. Darío ha causado una fuerte impresión en el más joven y ha influenciado sus lecturas. Se lanza un desafío y cada uno debe escribir un poema destinado a ser leído en público a su llegada. Molina lee su “Saludo a los poetas brasileños” y Darío rompe el suyo y abraza con respeto a su “poeta gemelo”… La prosperidad, por desgracia, no ha tenido el mismo respeto por este poeta de Honduras.
Molina fue publicado solo después de su muerte, gracias a los esfuerzos de su amigo Froylán Turcios, y gozó del reconocimiento de ciertos grandes nombres como el del guatemalteco Miguel Ángel Asturias o el mexicano Enrique González Martínez, pero ha sido claramente un olvidado de la historia. Varios factores explican esto. Para empezar, es originario del país con menos exposición de su región y, aunque aún es considerado como poeta nacional, su presencia fuera de Honduras es muy débil. Además, está la inevitable comparación con Darío: el renombre mundial del nicaragüense relega al “hondureño maldito” al margen. Molina tiene también una leyenda negra: suicidado a los 33 años, devorado por el alcohol y la morfina. Vivió de su pluma, trabajó para varios periódicos y su obra literaria circuló confidencialmente. Poeta en lo esencial, también dejó una obra notable en el terreno del cuento.
Como autor modernista, vive la poesía de manera intensa y logra, incluso, decir frases que no se han querido oír a su alrededor: “La tristeza del libro, la melancolía de las enormes lecturas”. Para él existe profundamente “un dolor de pensar”. Vivir y pensar es sufrir. Hace de todo para atenuar estos sufrimientos, recurre al alcohol y a las drogas hasta poner fin a sus días en una cantina. Habrá conocido, para entonces, el exilio, la prisión y, sobre todo, el olvido durante su corta vida.
Traducción de Camilo Rodríguez
Henri Michaux (Bélgica, 1899 - París, 1984)
MORIR ES DESPLEGARSE HASTA EL PLIEGUE VEINTIDÓS
ts hidalgo
Severas
Restricciones presupuestarias
dijo el electrocardiograma,
y pacientes sobre blanco roto pared fondo:
enfermos graves,
cuando no de levedad,
o también terminales;
enfermos, dijo,
enfermos, todos,
en un pasillo:
también han de ir al cielo,
como los angelitos negros;
hay otro pasillo,
y otro
(y otro, otro, otro,
otro, otro, otro,
otro, otro, otro…);
de todos modos,
nadie se ha postulado para suicida;
severas
restricciones presupuestarias,
y yo consigo un espónsor:
alguien que me habla al oído
sobre el nuevo proyecto de móvil
que elimina la obsolescencia programada
(en parte);
severas
restricciones presupuestarias,
en El Dorado de eficiencias
y sinergias
por descubrir:
un sistema, en definitiva,
prostituido
(drogas a cambio de cariño):
para qué por tanto recurrir al Ager Publicus:
siempre podemos confiar
en que sean nuestros propios millonarios
quienes se hagan cargo del asunto.
En Contruction time again
Huerga y Fierro editores
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
Jorge Teillier (Chile, 1935 - 1996)
Sin señal de vida
(Fuente: Daniel Rafalovich)
Jelena Lengold (Krusevac, Serbia, 1953)
PASIÓN
Me confesó que por la noche encierra al gato en el ascensor.
Sus gritos, enloquecidos, frenéticos
martillazos en la pared, y la mayor parte de su salvaje maullar
le recuerdan, me dijo, de mí.
Durante cada larga noche su dulce pequeña rubia esposa
yace dormida a su lado.
Él escucha: el gato en el ascensor, ya fuera de sí,
cabeceando el vidrio con su frente,
una bestia salvaje arrancándose la carne con las garras,
la jungla gritando a lo largo de su erizada columna,
embistiendo la pared, la golpea con los huesos de sus pe-
queñas zarpas.
Y justo cuando el gato suelta su último punzante gemido,
en la oscuridad, secretamente, él tiembla bajo el edredón.
Temprano por la mañana, antes de que se levante nadie,
mi amor me arrastra por mi cola muerta
y me arroja en la pila de la basura.
Versión del serbio al inglés: Richard Burns.
Traducción del inglés, Robert Rivas.
Wendy Mulford (Ed.). Love Poems by Women. An an-
thology of poetry from around the world and through the
ages. Fawcett Columbine, 1990.
(Fuente: Idiomas olvidados)
Margaret Walker (Birmingham, Alabama, 1915-Chicago, 1998).
DESDE 1619 *
SINCE 1619
Ana Blandiana (Timișoara, Rumania,1942)
la balada de las aduanas
Balada vămilor
constantino mpolás andreadis ( s/d )
POEMAS PARA SER LEÍDOS EN LOS OTROS - 2
A MACEDONIO FERNÁNDEZ
el poema es una lengua que habla en lenguas:
cada palabra es una camisa de fuerza:
el poema no tiene lengua sino lenguas
y esa lengua que no tiene es la lengua del
poema:
escribirlo es saltearlo:
encerrado en su sobretodo
macedonio
se ríe de todo:
muerto
cree en la inmortalidad:
como los cangrejos y las uvas
macedonio es natural como la muerte:
si no fuera porque el poema es un acto
contra natura
macedonio el inmortal no estaría tan
muerto como no está:
el que escribe este poema no es macedonio
¿el que escribe este poema no es macedonio?
macedonio es la lengua de este poema
la lengua que macedonio acaba de inventar:
si escribir un poema es traducirlo a su lengua
es porque el poema es intraducible
y su escritura es imposible porque es posible
y si es posible es porque el poema es
imposible:
el poema es la distancia que separa un
poema de otro
y esa distancia es la lengua del lector
y el lector para leerlo lo saltea
y leerlo es leerlo a la luz de la risa de
macedonio:
el sobretodo y el echarpe de macedonio
son la libertad del poema:
si no fuera porque macedonio es macedonio
el poema no sería tan inmortal como
tampoco es
(Fuente: Literatura Constantino blog)
César Moro (Perú, 1903 - 1956)
Viernes en la noche con el humo fabuloso de tu cabellera
(Fuente: Descontexto)
Emily Dickinson (EEUU, 1830 - 1886)
133
El agua se aprende por la sed.
La Tierra —por los Océanos atravesados.
El Éxtasis —por la agonía—
La Paz —la cuentan las batallas—
El Amor, por el Hueco de la Memoria.
Los Pájaros, por la Nieve.
156
Me quieres—estás segura—
No temo equivocarme
No me despertaré engañada
Una complaciente mañana
y descubriré que el Sol se ha ido
¡que los Campos—están desolados
y que mi Amor—se ha marchado!
No debo inquietarme—estás segura.
Nunca llegará la noche
En la que, asustada, corra a tu casa
Y encuentre las ventanas oscuras
Y mi Amor se haya ido—dime
¿Nunca llegará?
Claro que estás segura—sabes
Que lo soportaré mejor ahora
Si me lo dices así
Que si—cuando la Herida
haya sanado
¡Me hieres—otra vez!
84
Su pecho es propicio para perlas,
Pero yo no soy un Buceador—
Su frente es propicia para tronos
Pero yo no tengo penacho.
Su corazón es propicio para un hogar—
Yo—un Gorrión—construyo ahí—
Con la dulzura de las ramas
Mi perenne nido.
292
Si el Valor te abandona—
Vive por encima de Él—
A veces se apoya en la Tumba,
Si teme desviarse—
Es una postura segura—
Nunca se equivocó
En esos brazos de Bronce—
Ni el Mejor de los Gigantes—
Si tu Alma tiembla—
Abre la puerta de la Carne—
La Cobarde necesita Oxígeno—
Nada más—
¡Yo, cambiar! ¡Yo, transformarme!
¡Yo, cambiar! ¡Yo, transformarme!
¡Pues lo haré, cuando en la Colina Eterna
Crezca una Púrpura más Pequeña –
Al atardecer, o un brillo inferior
Vacile en la Cordillera –
En el mejor cierre del Día!
No es que el morir nos duela tanto –
No es que el morir nos duela tanto –
Es el vivir – lo que nos duele más –
Pero el Morir – es un camino distinto –
Una variedad detrás de la Puerta –
La Costumbre Sureña – del Pájaro –
Que antes de que lleguen las heladas –
Acepta una Latitud mejor –
Nosotras – somos los Pájaros – que se quedan.
Las Ateridas en torno a las puertas del Campesino –
Por cuya miga reacia –
Pactamos – hasta que las Nieves compasivas
Persuadan a nuestras plumas a Casa
(Fuente: Gatopardo)
Marina Tsvetáieva (Rusia, 1892 - 1941)
A Ajmatova
María Carvajal (Mérida, Badajoz, España, 1977)
NADA TENGO
Nada tengo.
Ni las palabras,
ni el ruido de la ciudad,
ni una llamada del INEM.
No tengo esperanza, ni plaza de garaje,
ni las Perseidas, tampoco el invierno.
Me faltan años, me faltan estudios,
me faltan poemas.
No tengo memoria, no tengo tiempo,
no tengo voz ni voto.
No tengo ingresos, no tengo sueño,
no tengo plato de ducha, ni cartas en el buzón.
Ni discos de vinilo, ni religión,
ni hipoteca, ni juanetes.
No tengo blog, ni menú del día,
ni pasaporte, tampoco vergüenza.
Me faltan viajes, me faltan libros,
me faltan horas.
No tengo nada, entonces, no tengo miedo.
No tengo excusa.
-
En: Voces del Extremo, poesía y empatía. Ed. Amargord, 2021
Boris Vian, (Francia, 1920 - 1959)
HABÍA UNA LÁMPARA DE COBRE...