jueves, 29 de julio de 2021

Marisa Wagner (Buenos Aires, 1954 - 2012)

 

 

¿ME PODÉS DECIR QUÉ HAGO CON LA PIEL TAN SUBLEVADA?
 

¿Me podés decir qué hago con la piel tan sublevada?
¿Con este deseo que es casi un sacrilegio?
¿Con esta sed que me devora?
Quiero poner el corazón a salvo
en algún sitio que no te pertenezca.
Pero lo has invadido todo.
Ya ves, es tarde.
Demasiado tarde
para los cuidados y las advertencias.
Mi corazón es un caballo desbocado.
Solo sabe reclamarte.
Quiero poner el corazón a salvo,
irremediablemente es tarde.
Ya está borracho de tu sangre.
Tarde para defenderse.
Mi corazón solo sabe pedir
que no te vayas demasiado lejos.
Mis ojos ya están envenenados de tus ojos.
Es tarde para toda precaución.
Para toda vuelta a la cordura.
 




YO...

Yo...
-esta mujer rota-
que a veces se despedaza aún más en la locura
la que emprende sigilosos, nocturnos vuelos,
sobre los nidos secretos de los monstruos.
La que suele mantener conversaciones largas
con el mismísimo demonio, mirándolo a los ojos.
Yo...
-este ángel mutilado, erróneo-
que arrastra su ala rota en los pantanos,
que camina lentamente
sobre brasas encendidas, sin notarlo,
expiando
quién sabe qué pecado.
Que no se persigna jamás, ni se arrodilla
ante ningún dios de cotillón,
ante ninguna deidad de fantasía.
Quizás...
porque vi morir mis hombres mejores en la guerra.
Inocentes, desnudos, crédulos,
descalzos, casi desarmados
y jamás pude enterrarlos,
quiero decir, honrar la tierra con sus cuerpos niños...
hoy... sin embargo,
me inclino
-con la docilidad y elasticidad de un junco-
frente al milagro descomunal de tu ternura.
 



JUEGO DE ESPEJOS
 

Cuando se toca fondo
y se mastica el polvo,
te das cuenta, aprendés,
que aún no lo has perdido todo,
que hay más para perder,
que en el fondo, en realidad, no tiene fondo,
que aún se puede descender
y descender.
Se piensa que ya no se puede estar más solo
Y sin embargo, si se puede...
hay más soledad, te lo aseguro.
Pero un día...
Un día cualquiera, se te da por mirarte en el espejo
(no abundan los espejos en el manicomio, 
por razones obvias, se me ha dicho).
No importa, el espejo del que hablo, está en otro lado, adentro.
Y te das cuenta, por ejemplo,
que tenés dos piernas,
te las mirás, las sometés a prueba,
y te vas a dar una vuelta por el parque del hospicio.
Y te cruzas entonces, con otro espejo que deambula, 
más valioso y fidedigno...
¡ Y acaece la revelación!¡ 
Qué voy a estar sola... si somos
mil setenta locos acá dentro!
Y cuando nos juntamos los espejos
Uno le da coraje a otro y resistimos.
La subestimación.
La discriminación.
Los abandonos.
Pero, bueno, estas ya no son cosas de locos.
 
 



SIN EUFEMISMOS
 

A esto
Me gusta llamarlo
-sencillamente-
hospicio o manicomio.
Siempre rechacé los eufemismos.
Es como que viene mejor
llamar las cosas por su nombre
al pan, pan
y al vino, vino.
Y a las pastillas
chaleco químico.
Y aquello tan viejo y tan cierto,
que uno está loco
pero no come vidrio.
Tal vez tenga el mundo
una visión,
un tanto escatológica,
un tanto descarnada,
un tanto, tal vez, parcializada,
pero bueno...
por algo estoy en el hospicio.
 
 



EN DEFENSA DE LA IDENTIDAD Y
DE LA BELLEZA(MECANISMOS)
 

A mí me gustan los caballos blancos,
Los girasoles.
Los cigarrillos rubios y los negros.
El café muy fuerte.
El mate amargo.
También me gustan los pepinos
-como los prepara Nomi-
los langostinos, las rabas, los locos, los erizos...
-en fin, todos los mariscos-
Las canciones de Serrat,
José Larralde,
Spinetta, Manal, Charly Garcia.
Violeta Parra.
El tango, Piazzola.
El Polaco y La Tana.
Algunos versos de Neruda.
Todo Vallejo.
Los libros de Cortázar.
Los hombres con el rostro aindiado y otros hombres.
El mar.
Los Redonditos de Ricota.
El teatro contemporáneo y algo del teatro clásico.
La voz de Janis Joplin.
Los cuadros de Dalí.
Las mujeres de Modiglianni.
El Guernica de Picasso.
El Jardín de las Delicias, de H. Bosch.
Boca Juniors.
El asado y las ensaladas.
La provoletta a la parrilla.
El piano de Villegas.
Los cuadros de Mauricio Stem.
La cerveza bién helada.
El color amarillo.
El humor de Eduardo Arce.
Leer Artaud de vez en cuando,
Y también a García Márquez.
Las caricias.
El dulce de leche.
Levantarme en medio de la noche
E irme a pasear por Buenos Aires.
Los hombres y las mujeres que luchan
Por un mundo más habitable.
Los pies chiquitos de Malena.
Algún cuento de Borges.
Dos pemas de Benedetti y cuatro de Gelman.
Los besos de Malena.
La poesía de Sergio Darlin.
Las canciones de la nueva trova.
Dibujar.
Hacer el amor cada cuatro días.
Escribir boludeces...
Pero en realidad, ahora que lo pienso,
yo me fabrico estas listas
porque aquí en el hospicio
me son muy necesarias.
Así uno, no se olvida
De quien es, al menos...
Y de paso se acuerda que existen cosas lindas.
 
 
 
(Fuente:  Emma Günst)


 

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