sábado, 31 de julio de 2021

Marisa Martínez Pérsico (Buenos Aires)

 

 

FRANCOTIRADORES DE SARAJEVO 

 

¿Por qué no vamos
de vacaciones a Bosnia?
Ha sido tu pregunta
de estos años. 
 
Hojeabas la revista Bell’Europa
y andabas por la casa
con un cuadro
del antiguo cementerio judío. 
 
En la foto de la tienda
que reza “Cvjecara”
las flores germinan en la roca
a través de los impactos
de mortero. 
 
Hay orquídeas en venta,
para los amantes
y los muertos, me decías. 
 
¿Por qué no organizar
un viaje a Herzegovina,
este verano? 
 
Estabas triste a destiempo. 
 
Por entonces
eras solo un muchacho
de familia opulenta
que franqueaba el confín
de los Balcanes
por tumbarse en las playas
sin bombas del Egeo. 
 
Pero es fácil ser lírico
con la tragedia ajena. 
 
Pavonearse entre los símbolos
con temas prestados
sin usar las rodillas
como patas de perro
por burlar a los maquis
del Bulevar Selimovica. 
 
¿Por qué no vamos
a Mostar,
aunque sea unos días? 
 
Yo tenía trece años.
El padre de mi amiga
amanecía pegado
a una emisora europea
para oír del asedio,
de su hermano en Markale,
de esa Miss Universo
coronada
en un sótano. 
 
Yo escuchaba The Cult
en la otra sala. 
 
La pureza no duele
cuando el mal no nos toca.
Después de Sarajevo
no es posible mirar una criatura
sin vendarse los ojos. 
 
No volviste a insistir. 
 
La llevarás, ahora, de la mano
al osario de tórtolas
del cuadro. 
 
Y todo está en su sitio,
amor,
no te disculpes. 
 
Yo tendré otras montañas. 
 
 
 

LENITIVO 

 

No hay
como leer cartas de amor
de otras épocas. 
 
Esto también pasará. 
 
 
 
 

RECONQUISTA DEL PASADO 

 

Este prado del norte
es el bosque de ovejas
de mi infancia en el sur. 
 
Me lleva siempre a México
un único aeropuerto,
en un vuelo de Avianca. 
 
El vértice izquierdo
de cualquier dormitorio
vio a mi padre morir.
 
Caminábamos
vestidos de uniforme,
bajo un sol sin sorpresas.
En un rincón del sueño
nos dijimos adiós.
Desde allí, cada sendero
es del color de las losas
que pisamos dormidos. 
 
Quise posar mi oreja en tu costado
por saber si latía, remiso, un corazón.
Desperté antes de tiempo. 
 
Los buques
en que hemos naufragado
van tocando mojones de memoria
al fondear otros puertos peregrinos. 
 
Pero estas calles etruscas
no consienten piratas del asfalto.
Sin tu nombre, mis ojos
desmenuzan
un orbe de jazmines. 
 
La atmósfera respira
de hoja en blanco. 
 
El mundo vuelve a ser
una promesa.

 

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