miércoles, 28 de julio de 2021

Iosu Moracho Cortés (Pamplona, España, 1963)

 

 

Carta de ajuste

 

“Al sur los consumidos

al norte los consumidores”

Antonio Orihuela

Carta de ajuste

 

¿Cómo se llama -me pregunta la niña rubia- cuando en la tele

se va la imagen

y ponen un queso de colores?

 

¡Carta de ajuste!,

le digo.

 

Y al instante me acuerdo del poema en que mi hermano Antonio

dejaba las cosas claras geográficamente

para que todos nos hiciéramos las preguntas:

¿Dónde está la frontera de ese norte y de ese sur

que no admite centro alguno?

¿Dónde acaban los cinismos, las ambigüedades y comienza

el verdadero hambre, la necesidad, el expolio y la violencia?

 

Están los depredadores y los depredados.

Están los cazadores y los cazados.

Están los policías y los ladrones.

Toda la vida hemos jugado a eso sin hacernos preguntas.

Y al cortahílos, y al bote-bote, y al tú la llevas.

¿Lo qué?, ¿qué me llevo?

¡si yo nunca me he llevado nada!

 

¿Y cuando los policías son los delincuentes?

¿Y cuando los depredadores son tus viejos compañeros de colegio?

¿Y cuando el bote se lo llevan los de siempre?

 

¡Carta de ajuste!

Y la niña de Poltergeist mirando a la pantalla

en la que, por no verse, no se ve ni la realidad nuestra de cada día.

 

 

 


 

Contra el sistema

 

“Mientras la población general sea pasiva, apática

y desviada hacia el consumismo o el odio de los vulnerables,

los poderosos podrán hacer lo que quieran

y los que sobrevivan se quedarán a contemplar el resultado”

Noam Chomsky

 

Algo habrá que podamos hacer frente al sistema,

por pequeño que sea,

algo, que aunque no sea drástico, por lo menos

resulte efectivo…

 

Un palo en la rueda

Una piedra de río en la ventana del ministerio

Una canción de cuna para dormir a los delegados de hacienda

Un algoritmo inexplicable para los maestros del saber

Un boceto de una catedral en un baño público

Unos versos en el buzón de sugerencias

Una cortina de humos lisérgico en el próximo desfile del día de la patria

Un llantas que arden cerrando la calle pero abriendo las avenidas

Un conejo con mixomatosis en la chistera del mago bufón

 

Algo podremos hacer frente al todopoderoso neoliberalismo…

 

Un moco en el café helado del subsecretario

Un espasmo por cortocircuito en la asamblea del partido

Una astilla en el zapato del portavoz

Una aceituna con hueso en el plato de las rellenas de atún

Un laxante en el ponche de la cena de ministros

Un paquete con un despertador a nombre del consejero

Una cesta de mimbre con estampas marianas y una sota de bastos

 

Algo tendremos que hacer para vencer a los imperialistas…

 

Cualquier cosa que pinche o que muerda

Cualquier cosa que arañe su tiempo de oro

Brea y plumas de ganso

Mistol en las botellitas de agua en el consejo

Una decena de grillos junto al radiador en el salón de plenos

 

Cualquier cosa puede hacerse para derribar el sistema

 

Introducir el quinto contenedor para reciclar políticos

Amoniaco en los colirios de sus señorías

Sal y pimienta en polvo en la moqueta en el acto de entrega de medallas

 

Cualquier cosa, cualquier cosa…


 

 

 

Razones

 

“No es el peso de la piedra.

Es la razón por la que la levantas.”

Hugo Girard

El hombre más fuerte del año 2003

 

Vengo de cruzar un largo puente,

uno de esos que se tambalean cuando pasas sobre ellos,

uno de esos que une las dos vertientes de un barranco,

uno de esos que nos atraen al fondo de todos los abismos.

 

No es el puente,

es la razón por la que cruzo ese puente.

 

Vengo del lado del miedo,

de ese temor de hielo que resquebraja cualquier superficie

por sólida que sea.

Vengo del lado en el que todo tiembla.

Y cuando cruzo y pongo el pie en el otro lado,

descubro, que aquí también sigo temblando.

 

Traigo, pienso, el temblor conmigo.

Soy un ser humano que tiembla

y porque tiembla soy un ser humano.

La solidez no existe.

el cemento del que estamos hechos

tiene poros por todos lados

y por ellos se filtra el agua, el miedo, la indecisión

y la escritura.

 

Tengo la mirada oblicua

de tanto mirar hacia el abismo.

 

No hay territorio seguro,

no existe la tierra firme.

Vivimos en un mundo de agua y de viento.

 

No es la tierra,

es la razón por la que estoy sobre la tierra.

Es el sentido último de mi vida

lo que está en juego.

 

Hasta cualquier niño lo entiende.

 

 

 

 

 

El árbol de las palabras

 

Todas las palabras

cuelgan como frutas verdes e intactas

en mi árbol frondoso,

a prueba de pájaros, de depredadores

y de ventiscas.

 

Espiga, muchedumbre, subversión,

racimo, abismo, jungla,

esturión, cañaveral, océano…

 

Todas las palabras que me salvan

y también las que me entregan con un beso en la boca

al vacío y al silencio,

las que me brindan su derrota,

las que esperan mi piedad

y las que se conmueven con la ternura que hay en mí.

 

Ventana, sueño, sombra,

lluvia, dolor, caliente,

espejo, labios, abrazos,

ardilla, vestido, senos…

 

Palabras que tienen su propio metabolismo,

su propia ralea en el tiempo.

 

La palabra vértigo, por ejemplo,

que me atrae y me empuja al fondo

de todos los abismos.

 





Estado de bienestar

 

Lo malo del estado de bienestar son los vecinos…

Esto,

se lo escuché a la poeta Azahara Alonso

y me puse a temblar

por si los míos llamaban a la puerta.

 

Estado de bienestar…

¡con lo bien que estábamos!

 

Fue

por los años cincuenta o sesenta

cuando Europa se inventó la milonga

y acuñó el termino

haciendo una llamada a las clases medias

a acomodarse y apoltronarse.

 

Eso que nos vendieron con los primeros anuncios

en blanco y negro,

con la cremas de AVON,

la Quina San Clemente, el papel higiénico de El elefante

y los calendarios con las chicas de Firestone.

 

La vaca no tenía leche para todos

y ellos lo sabían.

 

Habrá bienestar y malestar, como siempre,

dijeron en sus despachos. Pero esto no lo debe de saber el pueblo.

 

El marketing surgió en la posguerra

para tranquilizar nuestras conciencias.

Gracias al marketing

nuestros abuelos emigraron a Alemania y a Suiza,

nuestros padres compraron el seiscientos o el simca

y nuestras madres lavaban más blanco con Perlán.

 

La felicidad era la suma de:

matrimonio, casa, coche, televisor, trabajo y salud.

 

El estado del bienestar agregaba

vacaciones pagadas, segunda vivienda, pensiones retribuidas

y puntos suspensivos…

 

Hoy, con la perspectiva de aquellos años

vamos rellenando aquellos puntos suspensivos

sin poder llegar a la felicidad total con la suma de los sumandos.

 

Es como el número pi,

con sus decimales inacabados.

De hecho, el estado de bienestar exigiría

un nuevo y más perfecto sistema métrico decimal.

 

Pero, mientras tanto, nosotros, oh César, los que van a morir

vamos llenando de cacharros cada vez más complejos

nuestras simples y proletarias vidas.

 

Y entonces sí,

nos quejamos por proyección, envidia o victimismo

de que lo malo del estado del bienestar

son los vecinos…

 


En  Enjambre. Ed. Amargord  Madrid 2021

 

(Fuente: Voces del extremo)
 

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