martes, 27 de julio de 2021

Iosu Moracho Cortes (Pamplona, España, 1963)

 

 

Homenaje y adelante
El altar de la memoria y el encuentro
Sartaguda
 

Aquella tarde, los niños jugaban al escondite
entre las piernas de hierro y cemento
de aquellos tres mocetes que fusilaron en los fosos de la ciudadela.
Dicen que murieron juntos, sin saber por qué los mataban.
Un pequeño preguntó qué era eso y por qué lloraba la gente.
Eso, le dijo su madre, es un monumento a la memoria de tu abuelo
y de todos lo que fueron asesinados en Navarra
en tiempos de la guerra.
En ese muro están escritos todos sus nombres
y esa escultura llena de agujeros representa las balas con que les mataron.
Y el niño siguió jugando, quizás porque no tuvo un abuelo
que le contara historias, quizás porque jugaba para tenerlo…
Ulibarrena trenzó las figuras en un abrazo de piedra,
por el fondo se escapa el cielo
y el viento silba por todas partes.
Cuando los árboles del parque crezcan esto se llenará de pájaros
que canten lo que los muertos no cantaron.

                                                                          











Nazis en Pamplona
 
 

Fue el 7 de julio de 1940.
Aquel año San Fermín cayó en domingo
y ese mismo día hubo un montón en el encierro
a la entrada de la Plaza de Toros.
De madrugada había caído un sirimiri pertinaz
que mojaba con gusto a los pulidos Mercedes Benz aparcados
frente al Hotel La Perla: Los nazis estaban en Pamplona.
Dicen que el ayuntamiento obsequió a los alemanes
con vino de la tierra y que la soldadesca confraternizó con la población.
A eso del mediodía, uno de los generalazos se salió de la fila
y se fue a la calle a tomar el fresco.
Con un pitillo encendido, miraba la plaza y la arboleda.
Un limpia se ofreció para lustrarle las botas.
Al nazi le bajaron de la sede de la falange un sillón de fieltro
y el chavalico de la calle de La Mañueta,
cuyo hermano había sido asesinado en la guerra civil,
le limpió las botas al oficial hasta dejarlas brillantes,
como un racimo de moscateles.
Fue gracias a su saliva, a los escupitajos que mezcló con el betún
que pulió las botas del tipo de las esvásticas…




En: Memoria Poética. Ed. Pamiela, 2018
 
 
(Fuente: Voces del extremo)

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