Es el instante
inerte
en que la luz de la noche
se transfigura
en la oscuridad del día.
Aquí
los sueros,
las ortopedias,
las drogas,
el consuelo,
dan cabida
al manotazo
traicionero
que desparrama
las violetas.
Aquí
las deudas
se desatinan insuficientes,
las bocas maúllan
y los perros roznan
en una bolsa de vidrio
a mil años luz.
No hay aquí
contrabandos,
coimas,
atajos,
mitines ni fetiches,
desagües,
aliviaderos;
menos las cuatro fases
que en tropel
pretenden dar ayuda:
crisis, depresión,
reanimación y cúspide.
No hay aquí
frutos del invierno
ni violencia
entre calores
o agobios.
Siervos y esclavos,
hombres libres,
vasallos,
de los otros
y del oro,
animales tuertos,
nieves que nacen
de la tierra
y se estampan
en el cielo
de una vez
y en silencio
de alaridos
o
venas que se hinchan
y deshinchan,
en llanuras y lomadas,
ranchos y mansiones etéreas,
ceden
el valor de sus medidas,
rotan
dagas y cenizas,
pervierten
la codicia
y los trigales,
y se van
en celo y ruinas
al fausto de la nada,
al deseo que no era bastante,
al impedimento
y la valla
que fueron
temores de mal futuro;
se van,
ni muros
ni espacios vacíos,
ni comparanza
de valores
ni hierros
a ellos sujetos.
De par en par,
ojos,
sesos,
una extremidad baldada,
tolondra la alondra;
el desastrado bazo
en agua y hervores
ni cicatrices dejan.
Nadie murmura
armonías,
desangrados
el viento que parte
y la nube soterrada,
equívoco peso.
- Inédito -
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