martes, 30 de enero de 2024

Anne Carson (Canadá, 1950)

 

Isaías, parte I
 
 

Isaías despertó enojado.
La canción del mirlo que endulzaba sus oídos no era enojo.
Dios había llenado los oídos de Isaías con aguijones.
Una vez, Isaías y Dios fueron amigos.
Solían conversar cada noche. Isaías corría al jardín.
Conversaban bajo una rama, la noche llegaba.
De los pies a la cabeza, Dios hacía que Isaías llamara.
Isaías amó a Dios y luego su amor se volvió dolor.
Isaías quiso un nombre para el dolor, lo llamó pecado.
Isaías fue un hombre que creyó ser una nación.
La llamó Judea y el pecado fue su condición.
En Isaías, Dios vio arder la mortaja del mundo.
Isaías y Dios vieron las cosas de forma distinta. Solo puedo contarles sus acciones.
Isaías se dirigió a la nación.
¡La fragilidad del ser humano!, gritó.
La nación se conmovió por fuera y se volvió a dormir.
Dos tablas de carne ensangrentada envolvieron sus ojos como alas.
La nación durmió como una pintura brillante y dura.
¿Quién puede inventar un nuevo temor?
Y aun así inventé un pecado, pensó Isaías, repasando los nudos de la rama.
Y entonces, debido a una gran atracción entre ellos
-que Isaías resistió (a favor y en contra) el resto de sus días-,
Dios aplastó su indiferencia,
lavó el pelo de Isaías con fuego
y decidió quedarse.
Bajo sus alas de carne la nación escuchaba.
Tú, dijo Isaías.
No hubo respuesta.
No te escucho, dijo Isaías, de nuevo bajo la rama.
La luz destiñó la cámara nocturna.
Dios llegó.
Destruyó a Isaías como vidrio a través de todas las cuencas de su nación.
¡Mentiroso!, le dijo.
Isaías puso sus manos en su túnica y su mano en su cara.
Isaías es un hombre pequeño, pero no mentiroso.
Dios se detuvo.
Y así fue su acuerdo.
Frágil de ambos lados, pero sin mentiras.
La esposa de Isaías se asomó a la puerta, el marco se movió.
¿Qué es ese sonido?, preguntó.
El temor del Señor, dijo Isaías,
y sonrió en la oscuridad. Ella entró de nuevo.
 
 
Anne Carson
Cristal, ironía y Dios
Trad. Jeannette L. Clariond
Vaso Roto,2023
 
(Fuente: Alejandra Boero)

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