martes, 30 de enero de 2024

Mary Cornish (Nueva York, EE. UU., 1948)

 

Puede ser una imagen en blanco y negro de 1 persona y micrófono

NÚMEROS

 

Me gusta la generosidad de los números,
el modo, por ejemplo,
en que están dispuestos a contar
cosas o personas:
dos pepinillos, una puerta que da a la habitación,
ocho bailarinas vestidas de cisne.
 
Me gusta la domesticidad de la adición—
"añadir dos tazas de leche y remover"—
el sentido de abundancia: seis ciruelas
en el suelo, tres más
que caen del árbol.
 
Y la multiplicación escolar
de pez por pez,
cuyos cuerpos plateados se reproducen
bajo la sombra
de una barca.
 
Ni la sustracción representa una pérdida,
sino una adición en otra parte:
cinco gorriones menos dos,
los dos que están ahora
en el jardín de alguien.
 
Hay una amplitud en la división,
como abrir una caja de comida china
bolsita a bolsita,
dentro de cada galleta doblada
una nueva fortuna.
 
Y nunca deja de sorprenderme
el regalo de un resto impar,
libre al final:
cuarenta y siete dividido once igual a cuatro,
y restan tres.
 
Tres niños lejos de sus madres que los llaman,
dos italianos lanzándose al mar,
una media que no está donde la buscas.
 
 
__________________
en "Red Studio", Oberlin College Press, Oberlin, Ohio, 2007. Versión de Jonio González. En la imagen, Mary Cornish (Nueva York, EE. UU., 1948 / Palm Beach Poetry Festival)
 
 

NUMBERS 

 

I like the generosity of numbers.
The way, for example,
they are willing to count
anything or anyone:
two pickles, one door to the room,
eight dancers dressed as swans.
 
I like the domesticity of addition —
add two cups of milk and stir—
the sense of plenty: six plums
on the ground, three more
falling from the tree.
 
And multiplication’s school
of fish times fish,
whose silver bodies breed
beneath the shadow
of a boat.
 
Even subtraction is never loss,
just addition somewhere else:
five sparrows take away two,
the two in someone else’s
garden now.
 
There’s an amplitude to long division,
as it opens Chinese take-out
box by paper box,
inside every folded cookie
a new fortune.
 
And I never fail to be surprised
by the gift of an odd remainder,
footloose at the end:
forty-seven divided by eleven equals four,
with three remaining.
 
Three boys beyond their mother’s call,
two Italians off to the sea,
one sock that isn't anywhere you look.
 
 
(Fuente: Jonio González)

 

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