Nunca transmutaré
mercurio en oro
y oro
en vida eterna,
tampoco nadie lo hace;
me son esquivos
los saturados códigos
y las sagradas referencias
que cubren la corteza
que supone el corazón
del poema.
Tapas de cobre,
yuyos pisoteados,
letras nítidas
y séptima piedra
evaporadas
entre gallos viejos
que empollan
huevos reptiles,
los tres polos,
la execración,
la intriga
y los zapatos con pinchos.
Sólo veo
mitades,
mamarrachos,
polvo,
carne y carbón
y puertas tapiadas.
Sin embargo,
redonda es la vida
y su sombra desecada,
ágil el río de montaña
aunque traiga más espuma
que agua,
greda y aire
confundidos,
el metal precioso
metal preciso es.
En contramano
y esternón chapucero:
sol es luna
y nunca viceversa.
- Inédito-
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