sábado, 30 de diciembre de 2023

Pablo Anania (Rosario, Argentina, 1942)

 

𝑯𝒂𝒓𝒂𝒈𝒆𝒊
 
/
Pensar con el vientre es un
estado irracional del ser.
𝐻𝑎𝑟𝑎𝑔𝑒𝑖, en Japón, es
el arte del vientre, cómo
insinuarse en el silencio
absoluto. Girri, Heidegger,
Nietzsche, los nihilistas,
supieron develar lo insustancial
del Yo, el sendero silencioso
entre el vacío y la nada que
mi madre diariamente en casa
recorría, bañarse al amanecer,
lavar los platos, coser un botón.
Entre los silencios y los vacíos
musicales que en su piano
improvisaba Élida, la hermana,
hay una verdad -decía- que nunca
es abiertamente racional. ¿Acaso
hablaba ella de la presencia
musical de lo ausente?
Detengámonos ahí. Hoy están
quietas las imágenes, quietas,
inmóviles, botellas de vino
silenciosas, la caja de sus
medicamentos, la boina
de carpincho y las lentes del
padre, esa especie de diario
que escribía y nada registraba
de ciertos contactos suyos
exasperados con las cosas,
un cortauñas para gatos, el
decantador, una edición
bilingüe de Shakespeare del
que recuerdo unos pocos
versos. "𝐷𝑎𝑑𝑚𝑒 𝑒𝑙 𝑣𝑒𝑠𝑡𝑖𝑑𝑜,
𝑝𝑜𝑛𝑒𝑑𝑚𝑒 𝑙𝑎 𝑐𝑜𝑟𝑜𝑛𝑎, 𝑠𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜
𝑒𝑛 𝑚í 𝑎𝑛𝘩𝑒𝑙𝑜𝑠 𝑖𝑛𝑚𝑜𝑟𝑡𝑎𝑙𝑒𝑠"
Después de todo, poco
puede decirse sobre un
pasaje como ese que no
resulte impertinente. Pero
mi madre, como Cleopatra,
solía serlo. Repetía ese diálogo
y agregaba otros versos del vate.
¡Un beso aquí, en mi mejilla! ¿No?
¿Acaso tenés el áspid en tus labios?
Una víbora anidó luego para siempre
en mis labios. ¿Tal vez la pasión
de Coleridge sin el don dramático
de Shakespeare? ¿Acaso no es amor
y congoja lo que finalmente la ausencia
despierta, no es allí donde comienza
la agonía de una criatura que supo
convertir en bestia su razón?
 
 
(Fuente: Alicia Silva Rey)

 

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