martes, 30 de marzo de 2021

Rubén Bonifaz Nuño (México, 1923)

 

 

 

 

Lo he leído, pienso, lo imagino; 
existió el amor en otro tiempo
.’
Será sin valor mi testimonio.
(Rubén Bonifaz Nuño)

 

 

 

CUANDO DUERMO

 

Cuando duermo –lejos-, cuando la carne

no es más que una costra débil de niebla

sobre los endebles huesos,

y atrás de los dientes enmudece

contra el paladar la lengua, temblando;

cuando todo es blando y sin forma, espeso

-tal como si el sueño viniera

por los secretísimos caminos

que ha de recorrer la muerte algún día-,

siento que me llamas, y en tu boca

llega la canción que cantaste a oscuras

una vez, delante de mí.

Cantabas.

Y yo que te escucho paso en silencio.

Lloro encadenado al sueño triste

como al pie del mástil solo de un barco.

 

(de “Imágenes”, 1953)

 

 

 

 

PARA LOS QUE LLEGAN A LAS FIESTAS
 
 
 

 

 

Para los que llegan a las fiestas
ávidos de tiernas compañías,
y encuentran parejas impenetrables
y hermosas muchachas solas que dan miedo
—pues uno no sabe bailar, y es triste—;
los que se arrinconan con un vaso
de aguardiente oscuro y melancólico,
y odian hasta el fondo su miseria,
la envidia que sienten, los deseos;

para los que saben con amargura
que de la mujer que quieren les queda
nada más que un clavo fijo en la espalda
y algo tenue y acre, como el aroma
que guarda el revés de un guante olvidado;

para los que fueron invitados
una vez; aquéllos que se pusieron
el menos gastado de sus dos trajes
y fueron puntuales; y en una puerta
ya mucho después de entrados todos
supieron que no se cumpliría
la cita, y volvieron despreciándose;

para los que miran desde afuera,
de noche, las casas iluminadas,
y a veces quisieran estar adentro:
compartir con alguien mesa y cobijas
vivir con hijos dichosos;
y luego comprenden que es necesario
hacer otras cosas, y que vale
mucho más sufrir que ser vencido;

para los que quieren mover el mundo
con su corazón solitario,
los que por las calles se fatigan
caminando, claros de pensamientos;
para los que pisan sus fracasos y siguen;
para los que sufren a conciencia,
porque no serán consolados
los que no tendrán, los que no pueden escucharme;
para los que están armados, escribo.

 

 

 

QUÉ FACIL SERÍA PARA ESTA MOSCA

 

Qué fácil sería para esta mosca,
con cinco centímetros de vuelo
razonable, hallar la salida.

Pude percibirla hace tiempo,
cuando me distrajo el zumbido
de su vuelo torpe.
Desde aquel momento la miro,
y no hace otra cosa que achatarse
los ojos, con todo su peso,
contra el vidrio duro que no comprende.
En vano le abrí la ventana
y traté de guiarla con la mano;
no lo sabe, sigue combatiendo
contra el aire inmóvil, intraspasable.

Casi con placer, he sentido
que me voy muriendo; que mis asuntos
no marchan muy bien, pero marchan;
y que al fin y al cabo han de olvidarse.

Pero luego quise salir de todo,
salirme de todo, ver, conocerme,
y nada he podido; y he puesto
la frente en el vidrio de mi ventana.

 

 

 

 

SIEMPRE HA SIDO MÉRITO DEL POETA

 

Siempre ha sido mérito del poeta

comprender las cosas; sacar las cosas,

como por milagro, de la impura

corriente en que pasan confundidas,

y hacerlas insignes, irrebatibles

frente a la ceguera de los que miran.

 

Por ejemplo: todos  nos sentimos

mordidos por algo, desgastados

por innumerables bocas sin fondo;

algo sin sentido que nos deshace:

Preguntamos. Nadie responde.

 

Pero hay alguien: saca la cara negra

sobre la corriente de su río

de renglones cortos

respira y nos dice: “¿Qué es nuestra vida

más que un breve día?”, y entonces,

tocados de golpe, comprendemos:

sabemos que somos heno, verduras

de las eras, agua para la muerte.

 

Y no sólo el tiempo: los poetas

nos han enseñado la amargura,

el placer, el gozo de estar libres,

y el viento y las noches y la esperanza.

 

¿Qué hago, qué digo, qué estoy haciendo?

Es preciso hablar, es necesario

decir lo que no sé, desvergonzarme

y abrir mis papeles chamuscados

en medio de tantas fiestas y gritos.

 

Y prestar mis ojos, imponerlos

detrás de las máscaras alegres

para que permitan y compadezcan,

y miren y quieran, y descubran

que estamos desnudos, que no tenemos.

 

 

 

 

 

CUÁL ES LA MUJER QUE RECORDAMOS

 

¿Cuál es la mujer que recordamos
al mirar los pechos de la vecina
de camión; a quién espera el hueco
lugar que está al lado nuestro, en el cine?
¿A quién pertenece el oído
que oirá la palabra más escondida
que somos, de quién es la cabeza
que a nuestro costado nace entre sueños?

Hay veces que ya no puedo con tanta
tristeza, y entonces te recuerdo.
Pero no eres tú. Nacieron cansados
nuestro largo amor y nuestros breves
amores; los cuatro besos y las cuatro
citas que tuvimos. Estamos tristes.
Juntos inventamos un concierto
para desventura y orquesta, y fuimos
a escucharlo serios, solemnes,
y nada entendimos. Estamos solos.

Tú nunca sabrás, estoy cierto,
que escribí estos versos para ti sola;
pero en ti pensé al hacerlos. Son tuyos.

Ustedes perdonen. Por un momento
olvidé con quién estaba hablando.
Y no sentí el golpe de mi ventana
al cerrarse. Estaba en otra parte.

 

 

(Fuente: Círculo de poesía)

 

 

 

 

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