Inglaterra
con
sus riachuelos y pueblos con abadía o catedral,
con
voces –quizá una voz, resonando en el crucero-
la
sabiduría de lo útil y lo conveniente; e Italia
con
sus equilibradas costas, logrando un epicureísmo
del
que se ha extirpado la vulgaridad;
y
Grecia con sus cabras y calabazas,
cuna
de moderados espejismos; y Francia,
«crisálida
de la mariposa nocturna»,
en
cuyos productos el misterio de la construcción
te
distrae del propósito inicial:
solidez
medular; y Oriente con sus caracoles, su emocional
taquigrafía
y cucarachas de jade, el cristal de roca y su imperturbabilidad,
todo
con calidad de museo; y América donde
en
el sur conducen el pequeño, viejo y desvencijado victoria,
y
en el norte fuman puros en la calle;
donde
no hay lectores de galeradas, ni gusanos de seda, ni digresiones;
la
tierra del salvaje; sin césped ni vínculos, país sin lengua en el que las
letras
no
se escriben
en
español, griego, latín o taquigrafía,
¡sino
en simple americano que perros y gatos saben leer!
La
letra a en salmo y calmo,
pronunciada
con el sonido de la a en candil, es claramente perceptible,
pero
¿por qué este hecho debería explicar
continentes
de malentendidos?
¿Se
deduce de esto que por haber hongos venenosos
parecidos
al champiñón, ambos son venenosos?
De
la vivacidad que se puede confundir con apetito,
de
la vehemencia que puede parecer atolondramiento
no
puede concluirse nada.
Haber
malinterpretado el asunto es confesar que no se ha investigado
lo
suficiente.
La
sublimada sabiduría china, el discernimiento egipcio,
el
devastador torrente de emoción
condensado
en los verbos de la lengua hebrea,
los
libros del hombre capaz de decir:
«No
envidio a nadie excepto a él, y sólo a él,
mejor
pescador que yo»,
la
flor y el fruto de todo lo que indicaba superioridad,
si
no se encontraban casualmente en América,
¿hay
que imaginar que no existen allí?
Jamás
estuvieron confinados a una localidad.
En la desconfianza de los
méritos
¿Afianzado
en vivir, en morir
por
medallas y victorias confiables?
Luchan,
luchan, lucha el ciego
que
cree ver, -
quien
no puede ver que el esclavizador
está
esclavizado; el odiador, dañado. Oh brillo,
oh
firme estrella, oh tumultuoso
océano
azotado hasta que las diminutas cosas van
como
lo desean, la montañosa
onda
nos hace conocer a quienes miramos
lo
profundo. ¡Perdidos en el mar antes de luchar!
Oh
estrella de David, estrella de Belén,
oh
negro león imperial
del
Señor – emblema
de
un mundo levantado – sean juntados al fin, sean
juntados.
Hay la corona del odio y debajo de ella todo es
muerte;
hay la del amor sin la que nadie
es
rey; los actos benditos santifican
el
halo. Así como el contagio
de
la enfermedad hace la enfermedad,
el
contagio de la verdad puede hacer la confianza. Están
luchando
en cavernas y desiertos, uno por
uno,
en batallones o escuadrones;
ellos
están luchando para que yo
pueda
todavía curarme de la enfermedad, Mi
Yo;
algunos están ligeramente enfermos; algunos morirán. "El hombre
lobo
del hombre y nos devoramos
entre
nosotros. El enemigo no hubiera
podido
abrir una brecha mayor en nuestras
defensas.
Alguien
que
guía a un ciego puede hacerlo escapar, pero
Job
descorazonado por el falso alivio supo
que
nada puede derrotar tanto
como
un ciego que
puede
ver. Oh, vivos quienes están muertos, quienes están
satisfechos
de no ver, oh, nimio polvo de la tierra
que
camina tan arrogante,
la
confianza engendra poder y la fe es
una
cosa afectuosa. Juramos,
hacemos
esta promesa
a
los que luchan – es una promesa – "Jamás
odiaremos
el negro, lo blanco, lo rojo, lo amarillo, al judío,
el
gentil, al intocable". No somos
aptos
para jurar.
Con
las mandíbulas apretadas ellos luchan,
luchan,
luchan, - amamos a algunos que conocemos,
amamos
a algunos pero no los conocemos – para
que
los corazones puedan sentir y no se entumezcan.
Eso
me cura; ¿o soy yo lo que
no
puede creer? Algunos
en
la nieve, o en despeñaderos, otros en arenas movedizas,
poco
a poco, mucho a mucho, ellos
luchan
luchan luchan para que donde
había
muerte pueda haber
vida.
"Cuando un hombre es presa de la ira,
es
movido por cosas exteriores; cuando se sostiene
en
su sitio con paciencia paciencia
paciencia,
eso es acción o
belleza",
la defensa del soldado
y
la más dura coraza para
la
lucha. El mundo es el hogar de un huérfano. ¿Jamás
tendremos
paz sin tristeza?
¿Sin
las súplicas de los que mueren
por
una ayuda que no ha de venir? Oh,
tranquila
forma sobre el polvo, no puedo
mirar
y sin embargo debo. Si estos grandes y pacientes
moribundos
– todas estas agonías
y
heridas soportadas y sangre derramada –
nos
pueden enseñar cómo vivir, estos
moribundos
no fueron en vano.
Corazón
endurecido de odio, oh, corazón de hierro,
el
hierro es hierro hasta hacerse herrumbre.
Jamás
ha habido una guerra que no lo fuera
de
adentro; debo
luchar
hasta conquistar en mí lo que
causa
la guerra, pero no lo creeré.
Silencio
Mi padre solía decir:
"La gente de clase jamás hace visitas largas,
hay que mostrarles la tumba de Longfellow
o las flores de vidrio en Harvard.
Bastándose a sí mismos como el gato
-quien se lleva su presa a un retiro,
colgante la cola fláccida del ratón como un cordón de
su bocaa
veces disfrutan con la soledad
y pueden quedarse privados de habla
al oír palabras que los hayan deleitado.
El sentimiento más hondo se muestra siempre en el
silencio;
no en el silencio sino en la sobriedad".
Tampoco era insincero él al decir: "haga Ud. de
mi casa su posada".
Las posadas no son residencias
La Poesía
A
mí también me disgusta,
hay cosas que son importantes,
hay cosas que son importantes,
más
que todo este violineo.
leyéndola,
no obstante.
Con perfecto desprecio por ella,
Con perfecto desprecio por ella,
se
descubre que hay en
ella,
después de todo, lugar para lo genuino.
Manos
que pueden agarrar, ojos
que
pueden dilatarse, pelo que puede erizarse,
si
debe; estas cosas son importantes, no porque una
altisonante
interpretación pueda encajarse sobre ellas,
sino
porque son
útiles;
cuando se vuelven derivativas hasta volverse
ininteligibles,
la
misma cosa puede decirse de todos nosotros que nosotros
no
admiramos lo que
no
podemos entender; el vampiro,
colgado
cabeza abajo o en busca de algo que
comer;
los elefantes , empujando, un caballo salvaje,
revolcándose;
un incansable lobo, bajo
un
árbol; el inconmovible críticio que sacude su
piel
como un caballo al sentir una pulga; el basebal-
fan,
el estadístico;
ni
es válido
hacer
una discriminación contra "documentos comerciales
y
textos escolares"; todos estos fenómenos son
importantes.
Debe hacer una distinción,
sin
embargoo; cuando son arrastrados a prominencia por
semipoetas,
el resultado no es poesía,
ni
hasta que los poetas entre nosotros puedan ser
"literalistas
de
la
imaginación", por encima de
insolencia
y trivialidad, y puedan presentar
a
inspección imaginarios jardines con verdaderos sapos
en
ellos, tendremosla.
Entretanto,
si pedís, por una parte,
la
materia prima de la poesía en
toda
su crudeza
la
que es, por otra parte,
genuina,
entonces están interesados en la poesía.
(Fuente: Revista El Humo)
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