jueves, 23 de agosto de 2018

Antonio Cisneros (Perú)


Lowell retornaba en taxi a Nueva York desde el aeropuerto Kennedy. Al llegar al destino el chofer se dio cuenta de que el pasajero no se movía constatando que estaba muerto. 
(Nota periodística sobre la muerte de Robert Lowell)
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                                                                 Del avión al taxi,del taxi al sudor frío, del sudor al
diafragma cerrado.
90.000 kilómetros de sangre a la deriva en el fondo de un
taxi.
Rojos caballos bajando las colinas, evitando las altas
hierbabuenas,
corriendo, siendo, riendo,
hundiéndose en las aguas como el sol del Pacífico.
Más libres que un cadáver azul a la deriva.
Sólo tumbos y chillidos de delfín.
Sin duelo alguno en los acantilados. En el fondo de un taxi.
(No hay quien tome tu mano y te consuele y te seque el
sudor
y te recuerde -en 14 segundos- el mar Atlántico contra
un bosque de pinos
y el orden de la tierra perfecta como una tía vieja.)
Azul a la deriva
No hay duelo en los semáforos que guardan el camino
ni un abeto en tu puerta todavía.






(Fuente: El hombre aproximativo)



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