domingo, 5 de agosto de 2018

Alejandro Tarrab (México, 1972)

 

Estos días de agosto en que se acabe la luz




Zacarías previó que se aproximaba un día, sólo Dios sabe cuándo,
que no será «ni de día ni de noche», sino tarde y medio día, verano e invierno.


 
Estos días de agosto en que se acabe la luz
morirá el augurio igual que la sextilis. Morirán
los colores, cercanos a los muros de fusilamiento,
los colores, tal como han sido. Estos días
en que se acabe la luz,
los animales meterán el pico en la tromba y la tromba
en el pecho, debajo de los hombros.
Hibernando en su adentros, rebuscando el rastro:
la polilla incendiada que encenderá, a su vez,
el suero del tabaco en la piel, suero de opio en nuestros labios
serenos. Estos días de agosto en que se apague la luz,
seremos hostigados, hendidos por un tajo
en el garón
o puestos en cadalso hasta admitir
que lo profundo es un saúco de doble raíz,
saúco enraizado hacia el cielo/ saúco marjal hacia la tierra,
y que estos días, invidentes, cabalgarán despacio
sobre el pelaje mojado.
Días de saña artificial, saña estambre- filamento.
Las inflorescencias de los saúcos abrirán
estos días de agosto en que se acabe la luz.
Pero será al interior, bajo las blancas cuadras de la infancia,
nada ha pasado, que no hubiera pasado siempre,
escucharemos, ojearemos a tientas: No hay
separación. Bereshit.
La leche y el cuajo de la leche
caen como uno solo.
Con la alfombra a cuestas, andaremos la noche blanca.
Será nuestro éxodo, nuestra noche árabe.
Llevaremos la alfombra a la mitad de un espacio que desdice
y la abriremos roja, suero de leche.
Hará mal tiempo en nuestro sexto día,
el pan será ázimo sin ningún motivo.
Porque vamos de vuelta hacia el gaudeamus,
porque vamos lashón con las pupilas dilatadas.
Estos días de agosto arrasados, sin la luz,
valdría sondear impronta nuestro mar escandinavo.
Con la piel, con la propia espina iridiscente calamar vampiro
medusa avispa abisal.



(Fuente:  El hombre aproximativo)


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