jueves, 28 de marzo de 2024

José Kozer (Cuba, 1940)

 

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Naturaleza muerta de Franz Kafka (tríptico de Franz Kafka)
 

Le cupo amar los gorriones.
Porque era un hombre abundante y detestable
quiso creerse oscuro como
si fuera un habitante de la
ciudad de Viena condenado
a inspeccionar el mundo
desde los ventanales que
Stalin concibió en el
Kremlin.
Pero soñaba también con los cañaverales.
Vio un día que lapidaron la imagen de San Juan
de Patmos en los ojos
rasgados del fuego.
Y se sintió circundado de palomas.
Vasto en exceso, conoció momentáneamente las
desdichas de la ambigüedad.
Creyó verse asesinado entre los matorrales por los
gendarmes.
Por su falta de clarividencia conoció el futuro.
En la piedra de los holocaustos comprendió su
significado.
Dejaba demasiadas circunstancias por terminar.
Nadie compareció: llamaban a los fiscales en la
piedad.
Lo empezaron a buscar por Praga o en la incesante
garúa de Lima
pero solo desenterraban el veredicto que dejó en
las bibliotecas.
Nadie entre tantísimos documentos lo quiso consolar.
 
***
 
 

REBROTE DE FRANZ KAFKA
 

Es una casa pequeña a dos niveles no muy lejos del río en un
callejón de Praga. En la madrugada
del once al doce noviembre tuvo un sobresalto, bajó a la cocinilla con
la mesa redonda y la silla de tilo, el anafe y la
llama azul de metileno. Prendió
la hornilla
y el fuego verdeció a la vez (tres) llamas en los tres cristales de la
ventana: olía a azufre. Quiso
pasar
a la salita comedor a beber una tisana de boldo y miel, corrió la
silla y se acomodó delante de una taza de barro siena que
había colocado no se sabe hace cuánto
sobre el portavasos de mimbre a seis colores, obsequio
de Felicia: y una vez más
apareció Felicia con la raya al medio, las dos trenzas y un resplandor
de velas en el óvalo blanco de aquel rostro ávido de
harinas y panes de la consagración, rostro
tres veces
una llamarada en el cristal de la ventana: apareció. Y era una vez
más la niña tres veces de sus muertos, acudían
al golpe
del triángulo unos músicos de cámara y al golpe de la esquila (las
tres) en el alto campanario no muy lejos
del río: se arrellanaron, diez
tazas, diez
sillas en la inmensa casona de las mansardas, la casa en que los
miradores y las cristaleras (establos y galpones)
se abrían día y noche, el agua
y las esponjas
relucían. Pues, sí: era otra época y un coro de muchachas vigilaba
las teteras (bullir) los eucaliptos (bullir) la mejorana
y un agua digestiva (mentas) aguas
de la respiración: todo
tranquilo (por fin) todo tranquilo, subió los escalones y vio que se
tendía en el cristal de la ventana (por fin)
sin una aglomeración de pájaros
en la ventana.
 
***
 
 

BODAS DE FRANZ KAFKA
 

Con la señorita Milena Josenká, tienen a bien invitar a Ud. y a su distinguida, etcétera.
Aunque lo principal es que Franz haya dicho que no quiere prole.
Se comprende, también, su horror a las flores:
le traen un recuerdo tan malo del porvenir.
La ceremonia se habrá de celebrar en un tranvía.
Franz ha comprendido lo que Milena sacrifica:
Milena entiende lo que significa para Franz la tranquilidad.
O querer, por ejemplo, lo siguiente: la frialdad.
De no poder asistir ningún amigo, la ceremonia habrá de celebrarse, puesto que es inevitable, en la Selva Negra.
Acudan, por favor. De hecho, ciertas celebridades ya han dicho que sí: Bertolt Brecht ha dado el visto bueno y el poeta Franz Werfel, de quien se dice sería incapaz de abandonar a su tocayo.
Sólo, por desgracia, el poeta Federico García Lorca no podrá asistir.
Al recibirse la noticia y ante el estupor de la concurrencia, uno se inclinaría a suspender la boda.
Todo presagiaba algún percance. Pero es que Franz temía tanto dar la vuelta: a qué negarse cuando aquello era más bien algo pulmonar.
O es que a alguien se le podría ocurrir pensar que Franz no sabía que en veinte años la tuberculosis no sería más que una enfermedad del pasado.
Que en veinte años un golpe de viento repentino contra una flor no podría alterar el azogue insostenible del reposo.
Sinceramente —y Milena lo supo—, Franz no concibió otro heroísmo.
No se podrá negar que se mostró valeroso por los pasillos camino del altar.
O fue en la Selva Negra aquel encuentro:
tampoco hubo de asistir la Señora Milena.
 
 
(Fuente: Lab De Poesía)

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