domingo, 31 de marzo de 2024

Herberto Helder (Brasil, 1930 - 2015)

 

 

Se transforma el amante en lo que ama
 
“Se transforma el amante en lo que ama” con su
feroz sonrisa, los dientes,
las manos que relampaguean en lo oscuro. Trae ruido
y silencio. Trae el murmullo de las olas frías
y de las ardientes piedras que tiene dentro de sí.
 
Y cubre ese ruido rudimentario con el asombrado
silencio de su última vida.
 
El amante se transforma de momento en momento,
y se siente el espíritu inmortal del amor
creando la carne en extremas atmósferas, sobre
todas las cosas muertas.
 
Se transforma el amante. Corre dentro de las formas.
 
Y lo que ama es una bahía estancada.
 
Es el espacio de un candelero,
la columna vertebral y el espíritu
de las mujeres sentadas.
 
Se transforma en noche que extingue.
 
Porque el amante es todo, y lo que ama
es una cortina
donde el viento del amante golpea en lo alto de la ventana
abierta. El amante entra
por todas las ventanas abiertas. Él golpea, golpea, golpea.
 
El amante es un martillo que machaca.
Que transforma lo que ama.
 
Entra por los oídos, y después la mujer
que escucha
queda con aquel grito para siempre en la cabeza
ardiendo como el primer día del verano. Ella oye
y se va transformando, mientras duerme, en aquel grito
del amante.
 
Después despierta, y va, y se entrega al amante,
le entrega el grito suyo.
 
Y el amante y lo que ama son un único grito
anterior de amor.
 
Y gritan y golpean. Él la golpea con su espíritu
de amante. Y ella es golpeada, y le golpea
con su espíritu de amada.
 
Entonces el mundo se transforma en este ruido áspero
del amor. Mientras arriba
el silencio del amante y de la amada alimentan
el imprevisto silencio del mundo
y del amor.
 

Tríptico (1)
Traducción de José Luis Puerto.
 
(Fuente: León Félix Batista)

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