viernes, 27 de octubre de 2023

Rafael Felipe Oteriño (La Plata, Argentina, 1945)

 



HISTORIA FAMILIAR
 

He vivido más de lo que pensaba
y ahora soy yo el que cuenta la historia;
desaparecidos todos ellos,
puedo darles forma de pájaro o de pez,
o lanzarlos a caminar sobre una cuerda,
y nadie me lo discutirá;
mudar fechas, fraguar encuentros,
hacer ruido en los cuartos y descubrir tesoros,
y nadie me los disputará.
 
El pasado flota igual que un iceberg,
el puerto hacia el que marchábamos
sigue cerrado por brumas, como entonces;
el futuro forma un espejismo
ante el que nos inclinamos
y al que veneramos, sílaba a sílaba;
también a punto de extraviarse,
todavía no ha comenzado
su deslizamiento hacia abajo.
 
El este y el oeste son travesías en el mapa,
pero algún día ya no lo serán;
la tormenta y el eco se escucharán lejanos,
y otros intérpretes más audaces
retomarán la historia
con sucesivas y bienintencionadas erratas.
Y serán –como ahora lo soy yo-
partes de un sortilegio:
los últimos y los primeros en contarlo
 



DESIDERATUM
 

Ah, los que caminan por el campo de golf
detrás de una centella que el sol baña,
los que tienen proyectos y deseos de proyectar
y no se preguntan si habrá buen tiempo para realizarlos,
los que se internan por un pasaje oscuro
convencidos de que hallarán la puerta y el número,
los que profetizan sentados,
los que no tienen que escribir una sola línea
para medir los grados de su fiebre,
los que llegan a destino y sienten satisfacción,
los que en libretas de bolsillo anotan su sueño,
los que llevan a cabo su sueño,
los que se saben protegidos y los confiados,
los que tienen credo y no exigen señales,
los que en su lecho de enfermo
piensan en la resurrección y en el premio,
para unos y otros hay kilómetros por delante
y días enteros para que todo se cumpla,
también los irónicos y los amables,
porque la centella continúa su vuelo en el aire.
 
 
(Fuente: Daniel Rafalovich)

 

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