domingo, 29 de octubre de 2023

Giuseppe Ungaretti (Alejandría, 1888 - Milan, 1970)

 


Te destrozaste
 

1
Los múltiples, feroces, esparcidos peñascos grises
todavía estremecidos por las secretas hondas
de ya extinguidas llamas primordiales
o los furores de torrentes vírgenes
que arruinan con caricias implacables.
Sobre la deslumbrada arena inmóvil
en un vacío horizonte, ¿no recuerdas?
En el declive que se abría al único
recodo en sombra del enorme valle:
Araucaria anhelante, agigantándose,
convertida ya en sílex arduas fibras,
mas no dañada, refractaria siempre,
refrescada la boca de hierba y mariposas,
en donde las raíces se cortaban.
¿No la recuerdas, delirante, muda,
sobre tres planos de un guijarro inmenso
en perfecto equilibrio
por magia aparecida?
De rama en rama reyezuelo leve,
ebrios de maravilla ávidos ojos,
tú conquistabas la escarpa cima,
temerario, músico muchacho.
Sólo por ver de nuevo el seno en luces
de un hondo y quieto abismo submarino:
entre las algas lentos reanimándose,
galápagos inmensos.
Esa tensión extrema
y las galas profundas
fueron avisos fúnebres
de la naturaleza.
 
2
Levantabas los brazos como alas
y de nuevo le dabas la vida al viento.
Raudo en el peso de aquel aire inmóvil,
ninguno vio jamás que se posara
tu leve pie danzante.
 
3
Gracia feliz,
no habrías logrado no despedazarte
en esa ceguedad endurecida,
tú, niño, silbo, cristal;
 
rayo de luz humana en el vacío,
selvático, zumbante, furioso
rugido de sol desnudo.
 
 
Trad. Hugo Gutiérrez Vega.
 
(Fuente: Cecilia Pontorno)

 

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