Por más
que revolví
los archivos
parroquiales de Tebas,
nunca encontré
ni el acta mortuoria
de un señor que alguien
- por manifiesta enemistad,
broma, ficción o simple abrurrimiento-
se empeñó en llamar Edipo.
Tampoco
encontré
matrículas del kinder,
primaria y estudios superiores,
datos hospitalarios,
emergencias oftalmológicas,
ingreso o egreso
a cárcel
o penitenciaría,
registros fiscales,
multas,
tickets del súper,
licencia para conducir
caballos o carruajes,
y menos que menos
denuncias policiales
referidos a los hechos violentos
-agravados por el vínculo-
que se le atribuyeron
con una ligereza
de ala quebrada.
Y eso
que lo busqué
como nombre o apellido,
sin considerar apelativos
ni las filiaciones engañosas
que el tiempo escupe
con el orgullo
de sabérselas todas.
- Inédito-
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