sábado, 31 de octubre de 2020

Adam Zagajewski (Polonia, 1945)

 

 

CAZADORA VERDE

 

Cuando mi padre iba por París,
a menudo con su cazadora verde
que se había hecho coser a medida
(uno de los pocos lujos
en su más bien modesta vida),
cuando pasaba largas horas en el Louvre,
estudiando las obras de Corot y de otros
pequeños maestros de siglos pasados,
no sabía aún, no podía saber,
cuánta destrucción se ocultaba
en los años que tenían que llegar,
como si aquella cazadora verde
le trajera mala suerte,
pero ahora lo entiendo,
sospecho que la catástrofe
estaba cosida en toda su ropa,
independientemente del color y de la forma,
e incluso los más grandes maestros de la pintura
aquí no podían ayudar en nada.

 

 

 



TEMBLOR

 

En la belleza creada por otros
Sólo en la belleza creada
por otros hay consuelo,
en la música de otros y en los poemas de otros.
Sólo otros nos salvan,
aunque la soledad sepa a
opio. Los otros no son el infierno,
si se les ve temprano, con sus
frentes puras, lavadas por sueños.
Por eso me pregunto qué
palabra debería utilizarse, "él" o "tú". Cada "él"
es una traición a un cierto "tú" pero
a cambio el poema de alguien
ofrece la fidelidad de un grave diálogo.

 

 



LA MAJESTUOSIDAD DEL SUEÑO

 

El sueño, cual veranda de una casa rural,
te descubre el bosque, las sombras
y el interior de los recuerdos.
El sueño es un espíritu libre de obligaciones,
la orgullosa capital de la poesía y el teatro.
El sueño es un pensamiento aún sin encarnar
que la envidiosa realidad apenas alimenta.
El sueño es la Asiria severa y valiente.
El sueño es la Toscana vista al alba,
cuando los finos árboles beben tinta
de la negra tierra; y es la ciudad
que respira en largos cigarrillos de tristeza.
El sueño visita hospitales y cárceles,
consuela a los afligidos
como una monja de corazón puro.
El sueño se apaga, cansado;
muere plácido, sin rencor
y sin heredero, como Norwid.





(Traducción: Xavier Farré)
 
 
 
(Fuente: La biblioteca de Marcelo Leites)

 

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