lunes, 18 de junio de 2018

Roberto Juarroz (Argentina)

 

 Donde hubo una espera...



Donde siempre hubo una espera
ya no hay nada:
mi perro me ha enseñado a morir.
Nunca escribí su nombre.
hoy tampoco lo escribo.
Él no podía decirlo
y lo borró con él.
La lámpara apagada
tiene una claridad
que redime el engaño
del azar de encenderse.
¿Adónde llega todo
si nada lo recibe?
Casi sin darme cuenta
he encendido una luz
sobre el foso cubierto
mientras un hueco nuevo
que apenas se nota
muerde algo más el sueño
de creer que vivimos.

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