martes, 12 de junio de 2018

D.H. Lawrence (Inglaterra, 1885 - 1930)


GRANADA
tú me dices que estoy equivocado
¿quién eres? ¿quién eres para decirme que estoy equivocado?
no estoy equivocado.
en siracusa, la roca se mostró por la crueldad de las griegas,
sin duda olvidaste los árboles de granada en flor,
¡oh, tan rojos, y tantos!
mientras que en la apática venecia,
ciudad verde y resbaladiza
cuyos perros son viejos y tienen los ojos antiguos,
en el denso follaje del jardín interior,
granadas como piedra verde brillante
y mordaces, con púas y una corona.
oh, corona astillosa de metal verde
¡creciendo aún!
ahora en toscana,
granadas para calentar tus manos en ellas;
y coronas, exquisitas, generosas e inclinadas
sobre la ceja izquierda
y, si te atreves, ¡la fisura!
¿quieres decirme que no verás ninguna fisura?
¿prefieres mirar el lado plano?
por todo eso, el sol poniente está abierto.
el final se topa con el principio:
rosy, tierna, brilla dentro de la fisura.
¿quieres decirme que no debería haber fisura?
¿ni brillantes, compactas gotas de amanecer?
¿quieres decir que está mal, la piel filmada en oro, la cáscara que se muestra rota?
por mi parte, prefiero que mi corazón se rompa.
es hermoso,
un amanecer caleidoscópico
visto desde la grieta.
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DURAZNO
¿quieres tirarme una piedra?
mira, coge los restos de mi durazno.
sangre roja y profunda;
sólo dios sabe cómo ocurrió
el peso rendido de su carne.
¿arruinado de secretos?
cuesta mantenerlos.
¿por qué, desde la floración del duraznero plateado,
de esos cálices colmados de vino en los tallos cortos,
este glóbulo rodante, caído y pesado?
pienso, por supuesto, en el durazno antes de comerlo.
¿por qué tan aterciopelado, tan voluptuoso y pesado?
¿cómo cuelga con ese peso excesivo?
¿por qué tan sangriento?
¿por qué las estrías?
¿y esas hermosas curvas de almeja?
¿por qué sus ondas se escurren por la esfera?
¿por qué insinúa esa incisión?
¿por qué mi durazno no fue redondo y terminó como una bola de billar?
de haberlo creado el hombre habría sido una esfera
pero me lo comí ya
y no era redondo y terminó como una bola de billar.
y porque yo digo esto, te gustaría tirarme una piedra
toma, aquí tienes mi piedra de durazno.
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NÍSPEROS Y SERBAS
te amo, podrida,
deliciosa podredumbre.
me encanta succionarte de tus pieles
tan parda y suave y blanda,
tan morbosa, al decir de los italianos.
qué raro, poderoso, nostálgico sabor
expulsa tu caída en las etapas de la putrefacción:
secuencia dentro de otra secuencia.
con gusto a vino moscatel de syracusa
o al vulgar marsala.
aunque la palabra marsala suene pomposa
en el sigiloso oeste
¿qué es?
¿qué es, en la uva que se vuelve pasa,
en el níspero, en la serba,
en el pellejo pardo y mórbido,
en los excrementos del otoño,
lo que nos evoca a los dioses blancos?
dioses desnudos como nueces blancas.
con la extraña y media siniestra fragancia de la carne
como si sudaran,
empapadas de misterio.
serbas, nísperos de coronas muertas.
digo, maravillosas son las experiencias infernales
órficas, delicadas
dionisos del inframundo.
un beso y el espasmo intenso del adiós,
el orgasmo de la ruptura,
luego el húmedo camino a solas, hasta la próxima curva.
y allí, otra compañía, otra despedida, otra desunión,
otro lamento más aislado,
otro envenenamiento por soledad, entre las hojas caídas y escarchadas.
bajo por las extraños senderos del infierno, cada vez más solo,
las fibras del corazón se separan una tras otra
y así y todo, el alma sigue, a pies descalzos, cada vez más encarnada, más real
como una llama refulgente que empalidece
en una oscuridad que se hace más honda
cada vez más exquisita, más destilada
entonces, el alma destilada del infierno
en los exóticos alambiques de nísperos y serbas.
el hedor exquisito de la despedida.
...............jamque vale!
orfeo y los senderos sinuosos y callados del infierno, cubiertos de hojas.
cada alma parte de su propio aislamiento,
la más rara de todas las raras compañías
y la mejor
nísperos, serbas
más que dulces
flujos del otoño
succionadas sus vejigas vacías
y sorbidas, quizás, con un trago de marsala
la uva cae y divaga por el cielo
acopla su música a la tuya,
adiós órfico, y adiós, y adiós
y el ego sum de dionisos
el sono io de la embriaguez perfecta
intoxicado en la última soledad.


Versiones de Sebastián Diez Casares
(Fuente:  Jámpster)
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