Inquisición
NO ES EL AMOR QUIEN MUERE
SOMOS NOSOTROS MISMOS.
SOMOS NOSOTROS MISMOS.
No cura el tiempo. El tiempo verifica.
Cuando llame
abrir pronto,
que se instale en la cocina a calentar hierros y aceite, prestarle las tijeras, la piedra de amolar.
Luego, en el patio, en medio del círculo aterrado de niños y vendedores ambulantes,
aullar a cada gota ardiendo, convulsionarse bellamente bajo cada sabia incisión hecha pour voir
y al fin dar las gracias -no cuesta- por el certificado (válido hasta mañana):
que aún vive, que aún le vuelve la saña;
hay tejidos chirriantes; otros, aunque cedizos, responden todavía.
Cuando llame
abrir pronto,
que se instale en la cocina a calentar hierros y aceite, prestarle las tijeras, la piedra de amolar.
Luego, en el patio, en medio del círculo aterrado de niños y vendedores ambulantes,
aullar a cada gota ardiendo, convulsionarse bellamente bajo cada sabia incisión hecha pour voir
y al fin dar las gracias -no cuesta- por el certificado (válido hasta mañana):
que aún vive, que aún le vuelve la saña;
hay tejidos chirriantes; otros, aunque cedizos, responden todavía.
(Me agradecen que aquello pasó
-aquello que dolía por las tardes bajo mi filo perpetuo
disfrazado de esquina, de fecha, de cáscara-,
sin saber que ahora es signo de miasis en progreso; no asunto nuestro ya.
Huyendo de mis pruebas dio a la muerte una parte
y me llaman -otra vez- curalotodo. Yo no curo. Ni mato. Yo sólo
verifico.)
-aquello que dolía por las tardes bajo mi filo perpetuo
disfrazado de esquina, de fecha, de cáscara-,
sin saber que ahora es signo de miasis en progreso; no asunto nuestro ya.
Huyendo de mis pruebas dio a la muerte una parte
y me llaman -otra vez- curalotodo. Yo no curo. Ni mato. Yo sólo
verifico.)
(Fuente: El hombre aproximativo blog)
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