A Boris Pasternak
Distancia: kilómetros y kilómetros?
Nos han dispersado, transplantado
nos han ¡y qué bien estamos
en los lejanos horizontes!
Distancia y lejanías?
Des-pegados, des-soldados.
Apartaron manos, crucificaron
sin saber lo que destruían: la unión total.
De suspiros y tendones
nos malquistaron, nos esparcieron
y exfoliaron.
Muro y foso.
Separados, como las águilas.
Conspiradores y lejanías?
No nos desbarataron; nos perdieron
por los tugurios de las latitudes:
disgregados como huérfanos.
¿Cuál es, pero cuál es, marzo?
¡Como a las barajas nos han cortado!
Versión de Carlos Álvarez
Insomnio 2
Así como me gusta
besar las manos
y ofrendar nombres,
también me gusta
abrir las puertas
-¡de par en par!- a la oscura noche.
Apoyando la cabeza,
oír los recios pasos
hacerse más ligeros,
y cómo el viento mece
el bosque somnoliento
y desvelado.
¡Oh noche!
Van creciendo los arroyos
que en el sueño desembocan.
Ya se me cierran los ojos.
en medio de la noche
alguien se ahoga.
Versión de Severo Sarduy
besar las manos
y ofrendar nombres,
también me gusta
abrir las puertas
-¡de par en par!- a la oscura noche.
Apoyando la cabeza,
oír los recios pasos
hacerse más ligeros,
y cómo el viento mece
el bosque somnoliento
y desvelado.
¡Oh noche!
Van creciendo los arroyos
que en el sueño desembocan.
Ya se me cierran los ojos.
en medio de la noche
alguien se ahoga.
Versión de Severo Sarduy
Magdalena
I
Entre nosotros, los
diez mandamientos,
el calor de las diez
hogueras.
La sangre hermana
causa rechazo,
pero eres de sangre
ajena.
En los tiempos
evangélicos
yo sería una de
aquéllas...
(¡La sangre ajena es
la más deseada,
y entre todas, la más
ajena!)
Con todas mis
desazones, preclaro,
arrastrándome, te
seguiría.
Oculta la mirada
demoníaca,
sobre tus pies, bajo
tus pies,
o derramándolos a tu
paso...
¡Fluye, pasión
envilecida,
empeñada a los
parroquianos!
Fluye con la espuma
de la boca,
con el fervor de la
mirada.
Fluye en el sudor del
lecho. Tus pies
en mi cabellera calzo
como en una piel.
A tus pies, como
seda, me extiendo.
¿No serás aquél (¡soy
aquélla!)
que dijo a la bestia
de la melena
ígnea: “¡Levántate,
hermana!?”
II
Por tus derroteros no
pregunto,
porque, amada, todo
se cumplió.
Tú me has calzado a
mí, descalzo,
en el torrente
de tu cabello
y de tu dolor.
No pregunto cuánto
han costado
estos perfumes. Al
desnudo,
a mí,
con la ola de tu
cuerpo
me has vestido,
como con un muro
o una vid.
Dócil y dulce,
como nunca antes,
manso tocaré tu
desnudez.
A mí, tan recto, me
has enseñado
el declive de la
ternura
al caer a mis pies.
Me harás una fosa
entre tu pelo,
y sin lienzos me
envolverás.
¿Para qué me has de
traer la mirra?
Como ola,
tú me lavarás.
En invierno
De nuevo, detrás de las paredes,
cantan los lamentos de las campanas.
Algunas calles entre nosotros.
¡Algunas palabras!
La ciudad duerme en la bruma,
la hoz plateada aparece,
la nieve cubre con estrellas
tu cuello.
¿Las invocaciones del pasado hieren?
¿Cuanto tiempo duelen las heridas?
Se burla seductora y nueva,
la mirada brillante.
Para el corazón es (¿azul o castaña?)
más importante que las páginas sabias.
La escarcha blanquea
las flechas de las pestañas.
Detrás de las paredes callaron
los lamentos agotados de las campanas.
Algunas calles entre nosotros.
¡Algunas palabras!
La luna purificada se inclina
hacia las almas de los libros y de los poetas,
la nieve cae
sobre tu esponjoso cuello.
Versiones de Natalia Litvinova
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