Día i fuga de Jorge Teillier
I
Abre los ojos en el Sur de un planeta
que debería verse azul.
Su madre lo abraza conmovida,
mientras en la radio alguien llora la muerte de Gardel.
Otro teme asomarse al espejo cuando sea medianoche.
Camina junto a su padre bajo la lluvia que no cesa.
Escucha distintos idiomas entrecruzados por las calles.
Lo suben a un auto i le entregan un libro
con el que dormirá abrazado en un hotel.
Sueña que lee en el jardín a su hermana muerta.
Viaja por el mundo a bordo de un globo i sus colores.
Un traidor dicta una ley que será maldita.
Escribe un poema i siente que fue otro
el que ahí legó sus palabras.
Gana su primer premio cantando a una reina de otra primavera.
Se compra un terno i festeja bebiendo junto a los amigos.
Sube a un tren i atraviesa otra vez la noche.
II
Despierta ya en la ciudad rendida
ante el ahora tan oculto muro de montañas.
Entra a los jardines donde escucha su primera clase.
Se acerca a una joven que aprendía alemán. La besa.
Sueña tener con ella una familia i dos hijos.
Le entregan una caja llena de ángeles i de gorriones.
«Un libro prematuramente maduro», alguien dice.
Festeja con los amigos demasiado la vida en casa.
Conoce a una joven que pinta otros sueños.
Ha aceptado batirse a duelo,
pero no se encuentra con quien lo retara.
«San Jorge no encontró al dragón», confiesa sonriendo.
No para en su propio hogar.
Ahora pasa por la biblioteca
i encuentra a un hombre copiando libros de poemas.
Se presentan.
Felices por el encuentro
–como si fuera un misterio de la vida–,
salen a buscar una copa de vino
i emprenden una amistad contra la muerte.
Triunfa la unidad popular.
Recuerda a su padre i la felicidad tras tantos años en la lucha.
Vuelve a su oficina,
en el segundo piso de la casa central de la universidad.
Entrega las últimas correcciones del boletín en el que trabaja.
Baja corriendo a la alameda
por donde pasa la mayor parte de los troles al estadio.
Miles de banderas rojas en la entrada.
Un hombre de larga barba
que por entonces seguía siendo revolucionario
habla durante horas.
Lo acompaña el presidente socialista
elegido por el pueblo i para el pueblo.
–Sus lentes de marco ancho guardan
la visión de un sueño extraordinario–.
Un amigo le presenta a otra joven pintora de aires vikingos,
como si viniera de los hielos de aquel norte.
Pasan aviones sobre sus cabezas.
El Presidente defiende la casa de gobierno,
mientras entrega sus últimas palabras al futuro.
Los naranjos en llamas.
La patria oliendo a muerte.
Militares traidores.
El espíritu de nuestro pueblo ahora en trizas.
«La letra con sangre entra».
Dolor i oscuridad.
Su familia se dirige al aeropuerto hacia el exilio.
Va a subir los escalones de retorno a su oficina,
pero decide no volver.
Un pueblo fantasma.
Pide ayuda a una bella joven para cruzar la alameda,
afirmando que no le era algo fácil. Ella sonríe.
Abre las puertas del bar en la calle Nueva York.
El dueño i todos lo saludan en el oasis
donde la amistad fluye como en el palacio
de una aristocracia que es la llamada
«mesa de los poetas».
Tomará vino si le ofrecen vino.
Tomará agua si le ofrecen agua.
Abre una carta que envía un amigo desde muy lejos
–más allá de la Lima del otro pirata–
con algunos billetes que se transforman
en un brindis que no cesa.
Busca entre sus bolsillos i nota que ha perdido
un poema inconcluso
junto a un programa del Club Hípico,
como tantas otras cosas más.
Oscuro recuerda la clínica
i a un pintor que será poeta
i que terminará qui
tán
do
se
la
vi
da.
Vuelve a su casa cerca de la cordillera.
Antes entra por una última cerveza al restaurant de siempre.
Una camarera nueva lo reconoce i le pide un poema.
Él lo escribe en una servilleta i se lo entrega.
Ella le reclama que el poema es de Apollinaire
mientras ríe encantado.
Adivina que mañana beberá una copa de champagne dulce i
se despedirá de la ciudad rumbo al fundo junto al molino,
donde también lo esperan un perro i un gato
que no resistirán su muerte.
Ha esquivado los golpes del olvido.
Sabe que será la última vez que camine esas calles
antes de volver donde se sentía flotar,
lleno de alegría,
liberado de sí mismo,
fuera de toda realidad.
2015-2018
(Fuente: Descontexto)
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