sábado, 30 de junio de 2018

Leónidas Lamborghini (Buenos Aires, Argentina, 1927-2009)

Anotaciones de Procopio

Trento

Mi cabeza perdió hace tiempo el adorno de sus renegridos bucles.
Mi cráneo es un espejo convexo.
Mi talla se achica.
Mi báculo más corvo y menos fuerte.
La espada menos.
El deseo siempre.

Fabio Morábito

Los amantes


»Los amantes se acercan,
escuchan. Adelgazan
su piel hasta la asfixia
y adelgazan sus besos.
Por sus voces delgadas
sólo oyen silencio.

Los amantes se besan,
se acarician, el mar
apenas los contiene,
y su pasión es breve:
aleteo de un ave
en la espalda del agua.
Los amantes recuerdan
las heridas, las guardan
como un secreto bien.
Nunca cambian palabras.
Pero cambian heridas.
Son su secreta piel.
Cerca de dos amantes
se detiene un segundo
la sangre en la avenida;
son dos ciervos que saltan
en medio de nosotros
que somos las estatuas«


(Fuente: Ediciones Letra muerta)

C.A. Conrad (EEUU, 1966)


"oh la carga de un
sustantivo ningún
verbo puede conmover" dijo Frank
"¿como cuál?" pregunta su hermana
"cadáver" respondió
"¡ARROJA EL
CADÁVER! ¡JUGUEMOS
A ARROJAR
EL CADÁVER!" ella gritó
"¡oh
lograste
mover
el cadáver!" dijo
"cuándo
aprenderás Frank
no hay NINGÚN sustantivo
que un verbo no pueda curar"


§


cuando por primera vez Madre
hizo crecer tentáculos desde sus
hombros Frank encontró un
trazo de tinta en su
desayuno y se fue
enfermo al colegio
nadie le creyó
ella llegó a la escuela con una
larga capa e incendió al
director con sus ojos desde el otro
lado del escritorio hasta obtener sus disculpas
sus tentáculos siguieron creciendo con
un agudo olor de sal y pescado
Frank siguió un rastro de tinta y la
encontró vadeando en una oscura piscina en el
living room
invitándolo a arrimarse
cerca de su
boca inferior.


§


"cuando muera", rezaba Frank,
"nunca regresaré
si debo
ser· como si
abortos
como si no hubiera"


§


Frank encontró
un espejo
en el lugar donde Madre
lo abre por completo
con sus
palabras.


§


Frank conoció
a una mujer en
la calle que
se parece a
Padre en
drag
ella era muy comprensiva
accedió a fumar un Marlboro
arreglar su entrepierna
decir "te amo"
evadiendo
contacto visual
cuando ella removió un guante
la hermosa mano de Padre
dejó a Frank perplejo
callado y
repentinamente
corrupto


§


Frank ama su botella de Coca Cola
y ella lo ama de vuelta
Èl ama su fina cintura inclinada
ella ama sus pezones duros como piedra
Él introduce su verga en su pequeña boca de vidrio
ella revienta y
ambos están en problemas


§


luego de que Madre
murió su rojo
vestido siguió
cocinando pasteles
restregando el retrete
limpiando las alfombras
"casi no la extraño"
dijo Frank al
plato de carne
cautivo en
su sonrisa
lo encontraron
en el ahumadero
enlatado junto
a los porotos
cuidadosamente abarrotados
en el congelador
su vestido rojo
desgarrándose
en un asta
sin viento
alguno


§


Frank está triste
sus perros lo quieren
pero ella no
a Él le gustan sus perros
pero ellos tienen
prohibido
visitarle
sin ella
en la calle
ellos ladran para
Frank mientras ella
mira hacia otro lado
pretendiendo que ellos
no son una
extensión
de su alegría


§


por amor
Frank habla suavemente
dentro de los sobres
en vez de
escribir
cartas


§


Frank pone 4, 5, 6
barras de
dinamita
en su
boca
prende un fósforo
imagina el
oro que arrancará
de su cabeza


§


en una cita a ciegas
Frank habla con una
mano sobre sus ojos
Él no tiene miedo de
la belleza es solo que la primera
vez que ves a alguien es
la primera vez
después de eso
es la segunda, tercera, cuarta
hasta que pierdes la cuenta
Él ordena un plato de arvejas
y las huele las huele
las huele las
"¿no vas a
comer tus arvejas?" pregunta
la cita sin rostro de Frank
"no, es demasiado siniestro cómo
una experiencia es lentamente
consumida por la siguiente"


§


Frank encuentra su
camino a casa luego
de estar perdido
los dioses dicen
que ellos sabían
que encontraría su
camino a casa
"¡ustedes no sabían eso!" grita
Frank al cielo con un puño
los dioses dicen
que ellos sabían
que Él diría
eso



(Fuente:  Jampster)


Sergio Mansilla Torres


“Hermosos cadáveres a la hora de la comida”





Quiero hacer el traslado de la vida
a su menos muerte, pues a cada rato
damos tumbos en lo cotidiano,
y al fin ya nada es para nosotros.
Quiero pensar y creer que de tanto siempre no moriremos.
Quiero estar un poco conmigo mismo
y un mucho con todos.
Esto tiene ya mucho tiempo
de andar de casa en casa
como un pobre y abandonado extranjero.
Cada día nos servimos hermosos cadáveres
entre las 4 paredes de la usura.
1980


en Noche de agua, 1986


jueves, 28 de junio de 2018

Patti Smith


Tejiendo sueños



“He estado en lugares peores
He estado en mejores
He visto mucho mundo…”
Y lo único que quieres es una mano tendida.
Que te saque del lodazal, de la belleza.
Que te levante…

Dejo ondear las ventanas con vistas al río donde los niños sacan agua y las mujeres golpean las camisas de sus maridos con una piedra. Los niños, medio desnudos, dan mordiscos a frutas desconocidas, delirantemente dulces, y cantan:
Un día estaremos todos muertos
Pero los que siguen moviéndose
Andando y desandando lo andado
Nunca morirán
Se llamarán
Rembrandt, Colón
Soñé que era misionera.
Soñé que era mercenaria.
Mi mochila era un pedazo de lino
atado como un globo a un palo.
Si levantas la vista, las nubes se forman y vuelven a formarse. Parecen… un embrión, un amigo que se ha ido y descansa en posición horizontal. O un gran brazo, compasivo como un resorte, que recibiera la orden de alcanzar y recoger esa mochila de lino y todo lo que hay en ella, aunque sólo sea el alma de una idea: el color del agua, el peso de una colina.”

Luis García Montero (España, 1958)


Las confesiones de don Quijote


Casi nadie me llama por mi nombre,
vulgar y cotidiano como la rebeldía.

Prefieren otorgarme
la nobleza ridícula que yo mismo elegí,
el título de un pobre caballero,
de una triste ilusión,
y me recuerdan hoy
por el delirio de mis noches,
alunado, valiente
en la cabalgadura de los sueños
al confundir gigantes y molinos.

No les resulta fácil
convivir con el nombre de las cosas.
El dolor y el desvelo
convierten los rebaños en batallas,
las cuevas en enigmas
y la fealdad inhóspita en belleza.

Hermosa y respetable es la locura,
como la débil caridad del sueño,
hasta que descubrimos
las razones del Duque,
que invita al soñador y hace volar al loco
para fundar las normas de su corte,
las risas y los pleitos
que pudren corazones cortesanos.

Y ya no somos sombras,
sino cuerpos sin sombras,
ojos sin nadie
que viven en un reino de fantasmas
y han borrado las huellas de sus nombres
con un guante de plástico,
prendidos al vacío,
entre rosales pulcros y espinas bien cortadas,
como el jardín de un manicomio.
Madreselvas y lilas
alrededor de las preguntas
y de las soleadas canciones de los médicos.

Soy Alonso Quijano.
Yo recordé mi nombre en Barcelona,
después de ver el mar, de visitar la imprenta
y descubrir la farsa de mi vida
en la hospitalidad de los que hoy
repiten sin saberlo aquel destino
por el que me humillaban.

Fui derribado por mi propia burla,
cuando el azul del mundo,
en vez de gallardetes y clarines,
gastó la realidad de una palabra
para contar la arena
de los duelos perdidos
con los representantes de la luna.

Esta tare de junio y de San Juan,
en esta solitaria habitación de hotel
que nos buscó el azar de la poesía,
regreso a Barcelona,
a importunarte con mis confesiones,
porque sigues ahí,
en lugar de la ficción,
suspenso una vez más,
delante del papel,
con el bolígrafo apuntando al cielo,
la mano en la mejilla
y el codo en el bufete.

Porque resulta hermosa y respetable
la caridad del sueño,
se han celebrado mucho mis hazañas.
Pero si quieres verme,
más allá de los himnos de mi triste figura,
y saber cómo fui
en el paisaje oscuro de mi tiempo,
o cómo soy ahora
entre las libertades de tu siglo,
abre el balcón y asómate a las Ramblas.

Pasa la multitud, cumple la historia
de sus mercados y sus oficinas.
Hay hombres y mujeres
que cambian de argumento al detener un taxi,
besos que sólo con una frontera
para volver a un domicilio,
colecciones de barcos que se olvidan
en una mesa de café
y gentes consagradas a fundirse
bajo la luz ambigua
en la llanura de sus movimientos.
No montan el caballo de los héroes,
pero están convencidos
de su programación,
de sus constituciones y sus leyes,
igual que yo creí
en mis novelas de caballería.

El retablo del mundo
sustituye las noches
por la historia medida de las noches,
y la luz de los ojos por la sed de las cámaras,
y la piel por un hueco
que las manos dibujan en el aire.

Exígeles a la vida que te enseñe
a distinguir el mar del oleaje
que expulsa los desechos junto a las caracolas.

Al llegar a mi aldea
quise apretar el campo con los dedos
hasta sentir su araña
al lado de mi nombre,
la tarde que resiste en cada sílaba
dorada por la lluvia y el sol de la experiencia.

Volver será el oficio del amor,
incluso en un lugar impertinente.
Regresa tú también,
aprieta con tus manos el silencio
del último rencor
hasta sentir la caracola
que ha guardado la culpa y la inocencia
junto a la voz del mar,
esta canción añil
de los saludos y el adiós
que todavía compartimos.

Y que tu soledad camine por la casa,
vuelva de cuarto en cuarto
dejándose las luces encendidas,
por si alguien las ve,
y no quiere apagarlas,
y pregunta la historia que han escrito en su rostro,
las huellas de su nombre
vulgar y cotidiano como la rebeldía.

Como la rebeldía de la gente
que se atreve a vivir
fuera de las haciendas encantadas.








(Fuente:  Caínabella.blog)

miércoles, 27 de junio de 2018

Susana Thenon (Argentina)


NO


Me niego a ser poseída
por palabras, por jaulas,
por geometrías abyectas.
Me niego a ser
encasillada,
rota,
absorbida.
Sólo yo sé como destruirme,
cómo golpear mi cabeza
contra la cabeza del cielo,
cómo cortar mis manos y sentirlas de noche
creciéndome hacia adentro.
Me niego a recibir esta muerte,
este dolor,
estos planes tramados, inconmovibles.
Sólo yo conozco el dolor
que lleva mi nombre
y sólo yo conozco la casa de mi muerte.

Evgueni Evtushenko

EN EL PAÍS LLAMADO “MÁS O MENOS”


Vivo en el país llamado Más o Menos,
donde,
muy extrañamente,
no hay ningún partido oficial llamado Masomenosista…
donde ellos
leen a nuestros escritores clásicos… más o menos.
Donde a veces,
hasta los distinguidos ciudadanos
se enamoran (más o menos),
pero a veces,
después de algunos meses
ya no hay besos,
los unen sólo los pesos.
Entonces no son ajenos,
más o menos.
"¿Es verdad, señor, que todos beben en su país Más o Menos?”
"Hay algunas personas que no beben nada…
más o menos…”
“Difícil de creer, señor,”
"Ni siquiera algo así como…
una gota. Más o menos.”
“¿Qué tipo de gente es aquella, la de su amado pueblo
del país llamado Más o Menos?”
Son más o menos agradables…
Más o menos honestos…
Unas veces menos, otras veces más…
“¿Está Usted, señor, orgulloso de su gran país,
llamado Más o Menos?”
Hmmm… Más o menos...
Por lo general, somos generosos más o menos...
suficientemente amistosos… menos o más...
Por supuesto, todos estamos por la paz...
un tanto más, un tanto menos...
Por supuesto, tenemos algunas pequeñitas,
pero más o menos
desagradables guerras.
En cada esquina,
en cada cocina de cada casa
cuando las esposas y los esposos están algo
así como peleando discretamente,
tenemos nuestra propia Chechenia doméstica,
y un Irak privado,
ondeando un trapo húmedo de cocina
como una bandera nacional,
cuando las sandalias y las planchas
a veces vuelan por encima de las cabezas
como ovnis…
sin embargo, apreciamos nuestros valores de familia...
más o menos…
En nuestras cortes de justicia tenemos
más o menos incorruptibles jueces,
en nuestros centros de investigación
hay pensadores, más o menos insobornables.
Una más o menos bella mujer me susurró:
“Estoy más o menos enamorada de Ud.
Más o menos para siempre…”
Me gustaría pararme frente a Dios,
así como soy,
no algo así como más o menos.
No estar más o menos feliz
En esta más o menos vida…
En esta más o menos libertad.

martes, 26 de junio de 2018

Charles Wright (EEUU)


El Fantasma de Walter Benjamin Pasea a Medianoche


El mundo es un lenguaje intraducible
………………………………………………………………sin palabras o gramática.
Es un lenguaje de objetos
Que nuestras lenguas no pueden dominar,
………………………………………………………………………pero del cual somos sujetos ardorosos.
Si árbol es árbol en español
…………………………………………….y albero en italiano,
Esto es todo lo que podemos acercarnos
A la divinidad, el lenguaje que rodea la Tierra
.……………………………………………………………………………y que nunca hablaremos






The Ghost of Walter Benjamin Walks at Midnight


The world’s an untranslatable language
…………………………………………………………………without words or parts of speech.
It’s a language of objects
Our tongues can’t master,
………………………………………….but which we are the ardent subjects of.
If tree is tree in English,
………………………………………and albero in Italian,
That’s as close as we can come
To divinity, the language that circles the earth
……………………………………………………………………………and which we’ll never speak.





“The Ghost of Walter Benjamin Walks at Midnight” by Charles Wright, from Sestets. © Farrar, Straus and Giroux, 2009. Traducción de Adalber SALAS HERNÁNDEZ.

lunes, 25 de junio de 2018

Ana Luisa Amaral (Portugal, 1956)



El exceso más perfecto


Quisiera un poema de respiración tensa
y sin pudor.
Con la elegancia redonda de las mujeres barrocas
y el reverso todo del arbusto fino.
Un poema que Rubens envidiaría, al ver,
desde el fondo de tres siglos,
su cuerpo magnífico echado sobre un diván,
y reclinados los brazos desnudos,
sólo con pulseras tan (pero tan) preciosas,
y un angelito encima,
en su pequeño nicho hecho nube,
resguardándolo, dulce.
Un poema así quisiera.

Mucho más todo que las dignidades griegas
de equilibrio.
Un poema hecho de excesos y dorados,
y todavía muy bello en su pujanza oscura y mística.
Ah, como quisiera yo un poema diferente
de la pureza del granito, y de la pureza del blanco,
y de la transparencia de las cosas transparentes.
Un poema exultando en la angustia,
un largo rododendro color de sangre.
Una alameda entera de rododendros por donde el viento,
al pasar, se detuviera deslumbrado
y en desvelo. Y allí se quedara, aprisionado en el cántico
de sus pulseras tan (pero tan)
preciosas.
Desnudo, de redondas formas, tal poema quisiera.
Una contrarreforma del silencio.
Música, música, música llenándole el cuerpo
y el cabello trenzado con flores y serpientes,
y una fuente de espanto polifónico
escurriéndosele por los dedos.
Reclinado en diván forrado de terciopelo,
su desnudez redonda y plena
haría a grifos y sirenas empalidecer.
Y a los pobres templos, de líneas tan contenidas y tan puras,
temblar de miedo solamente de la fulguración
de su mirar. Dorado.
Música, música, música y la explosión del color.
Espiando desde el fondo de tres siglos,
un Murillo callado, al ver que simples eran sus ángeles
junto a los ángeles desnudos de este poema,
cantando en conjunción con otros
astros de oro
salmodias de amor y de perfecto exceso.
Góngora empalidece, como los grifos,
ahora que lo contempla.
Esta contrarreforma del silencio.
Su mano alzada rumbo al cielo, cargada
de nada �

sábado, 23 de junio de 2018

Eugenio Montejo (Venezuela, 1938-2008)

Poema Güigüe,  1918


Esta es la tierra de los míos, que duermen, que no
duermen,
largo valle de cañas frente a un lago,
con campanas cubiertas de siglos y polvo
que repiten de noche los gallos fantasmas.
Estoy a veinte años de mi vida,
no voy a nacer ahora que hay peste en el pueblo,
las carretas se cargan de cuerpos y parten,
son pocas las zanjas abiertas,
las campanas cansadas de doblar
bajan y cavan.
Puedo aguardar, voy a nacer muy lejos de este lago,
de sus miasmas,
mi padre partirá con los que queden,
lo esperaré más adelante.
Ahora soy esta luz que duerme, que no duerme,
atisbo por el hueco de los muros,
los caballos se atascan en fango y prosiguen,
miro la tinta que anota los nombres,
la caligrafía salvaje que imita los pastos.
La peste pasará, los libros en el tiempo amarillo
seguirán tras las hojas de los árboles.
Palpo el temblor de llamas en las velas
cuando las procesiones recorren las calles.
No he de nacer aquí,
hay cruces de zábila en las puertas que no quieren que nazca,
queda mucho dolor en las casas de barro.
Puedo aguardar, estoy a veinte años de mi vida,
soy el futuro que duerme, que no duerme,
la peste me privará de voces que son mías,
tendré que reinventar cada ademán, cada palabra.
Ahora soy esta luz al fondo de sus ojos,
ya naceré después, llevo escrita mi fecha,
estoy aquí con ellos hasta que se despidan,
sin que puedan mirarme me detengo:
quiero cerrarles suavemente los párpados.


viernes, 22 de junio de 2018

Abhay K. Kumar (Chile)


Neruda


Qué dijo mi padre
cuando le mostré
mi primer poema

Qué dijo la descastada niña Tamil
a quien consideré
una diosa de mil años

La violé –“fue
el encuentro
de un hombre con una estatua”

Qué dijo mi hija enferma
antes de morir a los ocho años
en la Holanda ocupada por los nazis

¿Escuché su voz
atravesando
el océano?

Qué dijeron los poetas disidentes
en los gélidos gulags de Siberia
al escuchar mi Oda a Stalin

Qué dijo el doctor
antes de inyectarme en el estómago
en un hospital de Santiago

Morí seis horas y media después
Ahora que me han exhumado
estoy intentando recordar






(Fuente:  Descontexto)









Maurizio Medo (Lima, Perú, 1965)

Y un tren lento apareció por la curva

10.
La frase más simple, como decir “vivo
en La Cantuta” es en sí tan compleja
que demuestra al fervor objetivista
como la estética de cierta vaguedad
El vecino, si no soy yo (visto desde otra
perspectiva) puede estar en cualquiera
de los puntos cardinales
o simultáneamente en ninguno
fuera del enunciado en La Cantuta
Uno muy conveniente para pensar en
la relatividad de la amplitud modulada
La poesía se perdió por esa frecuencia
Sería mejor que de aquí en adelante se empezara a asumir
toda ~* como un factor actuante en la emisión
de una idea, pero transmitida  por los cables y
en un circuito cerrado
Vaguedades, les advertí
Llámense Fifí  o como el vecino
……(de quien sospechamos)
y sólo por llamarse Pedro Rojas
Una ~ de Vallejo en la forja de un poema peruano
Pero como sea en la escritura cada línea
constituye una posibilidad de fuga
Corrijo “construye”
El Manual para dummies plantea la idea
de la poesía como una labor de albañiles
en un predio que al final cederá el laudo
a la novela olvidando que, en realidad, la
poesía está afuera, como de ella
la anécdota en sí:
El lenguaje la transforma en otra experiencia
Inédita
* Léase como interferencia




25.
Hace falta un envión y volver a empezar
No la música de la frecuencia modulada
Pensaba más bien en los de la estupidez
de la cháchara urbana con todos sus chismes
y sospechas respecto de nosotros;
el de una noticia en la que un muerto
muere varias veces en la misma semana;
los reportes del clima electoral y la sequía ideológica;
el default en los índices bursátiles;
o el morbo renovado de la prensa rosa
Me fascina la palabra paparazi y otras derivadas
de algún verbo originado de la colonización tecnológica
Contemplar banners en lugar de crepúsculos
Y considerar en el diseño estructural ciertos vocablos
cuyo uso se prohíbe en el manual
Es para dummies





28.
A Juan José Rodinás
Rodinás dice que este es mi texto
más metapoético No sé si enojarme
o resignado admitir mi fascinación por los
artefactos en los que el pedaleo no basta
para subir una cima que empina arisca
ante el empeño de alcanzarla
No me gustan las líneas rectas, pienso en la vida
(a punto de reventar por el sistema que intenta
poner en juego de un modo tan simple
que sólo puedo comprenderla como quien ve
batirse en duelo a las birlochas, atento
a cada corcovo de esos dos frágiles objetos
aunque la victoria se la lleve
el equilibrio y nunca el viento)
En las novelas de Proust o en las filas
que rumiar previas al avant premier
en la Unidad de Cuidados Intensivos
O al visar una nueva estación, visible
sólo si su tiempo ya ha transcurrido
Tampoco me gustan las señales de ruta
arruinando el ideal de los oráculos al advertir
el rumbo que emprenderá el camino
Y no, no me gusta hablar de poesía
es forzar una topografía antes
de ver abrirse en dos el abismo





42.
voy a reemplazar al viento
Róger Santiváñez
Mejor me despercudo y
tarjo la frase en esta línea
muri
ó mi madre
¿Digo mejor que se transformó en una canción?
Mamá no ha muerto
Está conmigo
Me toma dos veces madre de la mano huérfana
mientras entierro al niño que un día me soñó
Ahora está todo oscuro
Demasiado oscuro como para reemplazar al viento
Yo también soy esa canción

Maurizio Medo (Lima, Perú, 1965)


Las Interferencias


45.
No pude conocer a Chantal Maillard.
María Ramos llegó cuando me fui
algo más lejos que los poemas
desaparecidos antes de perder
la dignidad en una trivia
improvisada con el propósito de ilustrar
los registros obrados en la nueva
poesía peruana que, en Andalucía,
provoca las mismas sospechas que
sentimos cuando el turco –alojado
en la habitación contigua- nos preguntó
si los incas comprendían el uso de ciertos
objetos aparecidos con el idioma español.
O cuando o el cordobés —quien nos invitó
a su casa—no pudo ocultar su nerviosismo
al creer que devoraríamos los cobayos
que adoptó, tal como hizo Madrid con
los caleños que encontramos en
la calle de La Ruda, perdidos como el
esplendor virreinal de Santafé.
—Sudacas decimos por aquí— me corrigió Paco
(al oír “caleños) y pensé en la reacción
originadaal creer vasco al turco.
—Si se sabe algo del Perú—agregó luego
es por el filme de Ridley Scott (adonde
nunca apareció), Google, Tripadvisor y
por algunas vaguedades mal editadas en
el especial que National Geographic
dedicó a la Argentina.
El Perú y yo nos parecemos.
Ninguno es real, como lo exige la adrenalina
de un concierto en vivo. Si se le escucha
es a través del lipsync
de lo que cantó en el siglo XVI.
Ese jueves de enero.





47.
Con todo el pasado por delante para nosotros
el tiempo dura dos veces. Por gravedad.
La de una historia que no sabe conjugar ayer
con presente, tal si alguno de estos fuera
una hespéride que existe sólo a través
de cierta oralidad.
Para adelantar al pasado los peruanos desarrollamos
una resistencia muy particular: debemos correr
una perpetua maratón hasta alcanzar el presente.
—Mañana correremos más rápido—prometemos,
mientras quedamos atrás, cada vez más atrás
y volvemos a empezar sin saber que el diálogo
de las futuras generaciones
tendría que incluir a nuestro origen
para poder saltar al infinito.





51.
A Giovanni Collazos
Collazos se sorprendió la otra noche.
“No leo poesía peruana”, advertí en Molar
y es que no creo en una patente de corso
cuyo poder transforme en patrimonio
lo que es de nadie, de acuerdo con la instructiva
de los poemas helénicos que confunden el concepto
del Destino con el dictado de la Ley.
Los griegos no hicieron más que equivocarse.
Agradéceles, sigue de largo como un atleta que cruza
la distancia sobrenatural de su infierno imaginario
hasta cerciorarse que eso nunca estuvo planeado.
Yo soy un viejo genovés.
El país donde crecí no me hablará con las manos
juntas como las madonas de Leonardo,

escribió Martín Adán.
Fue un músico sidéreo, algo improbo.
Moro un francés excomulgado.
Valdelomar un colónida.
Eguren lígrimo, de almíbar inmaculado.
Westphalen medieval.
Y yo un idiota: no me gusta hablar de poesía.
(y estresarme con los pronósticos del clima)
Si algo aprendí en Lima fue que la lluvia
sucede también como un esfuerzo último
por renovar la fe. Allá garúa.
Chispia, dicen en Piura.
Sirimiri, oí alguna vez.
En Madrid sólo llueve.
Mañana Antonio partirá
hacia el salar de Uyuni.
Bea está en Roma.
Alberto Butteri murió
en la ciudad de Turín.
¿Crees que mañana
vuelva a llover?



Francisco "Paco" Urondo (Argentina)


Resista. Exista. Encuentre entre sus afectos la ciudad habitable. Organice la solidaridad. Cuide a los suyos, teja redes. Comparta el plato de comida cuando falte. Abrace y contenga. Déjese abrazar y pídalo cuando haga falta.
Lo quieren quebrado. Lo quieren asumiendo el imposible. Lo quieren muerto por dentro y esclavo. Grite cuando haga falta, mascullar hace mal al alma y a los dientes.
Renuncie a la resignación. Anuncie la exasperación. Contagie.
Camine dos cuadras más pero elija siempre a los propios, cada cual merece el jugo de los trapos que no lava. Esto es parte de la justicia.
No practique la empatía con los hijos de puta, puede convertirse en uno de ellos.
A la estética, ética.
Esquive la anestesia.
Diviértase, pero no se entretenga.
No se acostumbre.
No se acostumbre.
No se acostumbre.
Exista en la identidad.
Resista la autoridad.
Encuentre entre sus afectos la ciudad habitable.


jueves, 21 de junio de 2018

Allen Ginsberg


¡Santo!

“¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!
¡El mundo es santo! ¡El alma es santa! ¡La piel es santa! ¡La nariz es santa! ¡La lengua y la verga y la mano y el agujero del culo son santos!
¡Todo es santo! ¡todos son santos! ¡todos los lugares son santos! ¡todo día está en la eternidad! ¡Todo hombre es un ángel!
¡El vago es tan santo como el serafín! ¡el demente es tan santo como tú mi alma eres santa!
¡La máquina de escribir es santa el poema es santo la voz es santa los oyentes son santos el éxtasis es santo!
¡Santo Peter santo Allen santo Solomon santo Lucien santo Kerouac santo Huncke santo Burroughs santo Cassady santos los desconocidos locos y sufrientes mendigos santos los horribles ángeles humanos!
¡Santa mi madre en la casa de locos! ¡Santas las vergas de los abuelos de Kansas!”.

Fernando Pessoa


Tabaquería


No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
De mi cuarto de uno de los millones del mundo que nadie sabe cuál es
(Y si supieran cuál es, ¿qué sabrían?)
Dan al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
A una calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real; imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
Con el misterio de las cosas por debajo de las piedras y de los seres,
Con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres.
Con el destino conduciendo la carroza de todo por el camino de nada.

Estoy ahora vencido, como si supiera la verdad.
Estoy ahora lúcido, como si estuviera para morirme,
Y no tuviera más hermandad con las cosas
Sino una despedida, como si se volviera esta casa y este lado de la calle.
La hilera de vagones de un tren, y una partida pitada
Desde adentro de mi cabeza,
Y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos en la ida.

Estoy ahora perplejo como quien pensó y halló y olvidó.
Estoy ahora dividido entre la lealtad que debo
A la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

Fallé en todo.
Como no hice ningún propósito, tal vez todo fuera nada.
El aprendizaje que me dieron
Lo tiré por la puerta trasera de mi casa.
Fui hasta el campo con grandes propósitos.
Pero allá encontré sólo hierbas y árboles,
Y cuando había gente era igual a la otra.
Salgo de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué he de pensar?

¿Qué sé yo de lo que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pero pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no puede haber tantos!
¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se conciben en sueños genios como yo,
Y la historia no marcará, ¿quién sabe?, ninguno,
Ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos con tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?

No, ni en mí…
¿En cuántas buhardillas y no-buhardillas del mundo
No están en esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas-
Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
Y quién sabe si realizables,
Nunca verán la luz del sol real ni hallarán oídos de gente?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.

He soñado más que lo que Napoleón hizo.
He apretado al pecho hipotético más humanidades que Cristo,
Tengo hechas filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
Aunque no viva en ella;
Seré siempre el que no nació para eso;
Seré siempre sólo el que tenía cualidades;
Seré siempre el que esperó que le abrieran la puerta al pie de una pared

sin puerta,
Y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
Y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derramé la naturaleza sobre mi cabeza ardiente
Su sol, su lluvia, el viento que halla el cabello,
Y el resto que venga si viniera, o tuviera que venir, o no venga.
Esclavos cardiacos de las estrellas,
Conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;
Pero despertamos y él es opaco,
Nos levantamos y él es ajeno,
Salimos de la casa y él es la tierra entera
Más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(Come chocolates, pequeña;
¡Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo sino chocolates.
Mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Pudiera comer chocolates con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso, y al jalar del papel de plata, que es de hojas de estaño,
Tiro todo por el suelo, como he tirado la vida.)

Pero al menos queda de la amargura de lo que nunca seré
La caligrafía rápida de estos versos,
Pórtico Partido para lo Imposible.
Pero al menos consagro en mí mismo un desprecio sin lágrimas,
Noble al menos en el gesto largo con que tiro
La ropa sucia que soy, sin rol, para el decurso de las cosas,
Y quedo en casa sin camisa.

(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
O Diosa Griega, concebida como estatua que fuera viva,
O Patricia Romana, imposiblemente noble y nefasta,
O Princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
O Marquesa de siglo dieciocho, escotada y lejana,
O cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,
O no sé qué moderno- no concibo bien qué-,
Todo eso, sea lo que fuera, que seas, si puede inspirar ¡Qué inspire!
Mi corazón es un balde vacío.
Como los que invocan espíritus invocan espíritus me invoco
A mí mismo y no encuentro nada.
Llego a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las aceras, veo los carros que pasan,
Veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
Veo los perros que también existen,
Y todo esto me pesa como una condena al destierro,
Y todo esto es extranjero como todo.)

Viví, estudié, amé y hasta creí,
Y hoy no hay mendigo que no envidie sólo por no ser yo.
Miro a cada uno los andrajos y las llagas y la mentira,
Y pienso: tal vez nunca viviste, ni estudiaste, ni amaste, ni creíste,
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
Tal vez hayas existido apenas, como una lagartija a quien le cortan la

cola
Y sigue siendo cola más allá de la lagartija, agitadamente.

Hice de mí lo que no supe,
Y lo que podía hacer de mí no lo hice,
El traje que vestí estaba equivocado.
Me conocieron luego por quien no era y no lo desmentí y me perdí.
Cuando quise arrancar la máscara,
Estaba pegada a la cara.
Cuando la arranqué me ví al espejo,
Ya había envejecido,
Estaba borracho, ya no sabía vestir el traje que no me había quitado.
Dejé la máscara y dormí en el vestíbulo
Como un perro tolerado por la gerencia
Por ser inofensivo
Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
Quién me diera encontrarte como cosa que yo hiciera,
Y no quedara siempre enfrente la tabaquería de enfrente,
Pisoteando la conciencia de estar existiendo,
Como un tapete en el que un borracho tropieza
O una alfombra que los gitanos robaron y no valía nada.

Pero el dueño de la tabaquería llegó a la puerta y se quedó allí.
Lo miró con la incomodidad de la cabeza mal volteada
Y con la incomodidad del alma mal entendiendo.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero, yo dejaré versos.
En algún momento morirá el letrero y los versos también,
Después morirá la calle donde estuvo el letrero
Y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girante en que todo esto se dio.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como gente
Continuará haciendo cosas como versos y viviendo debajo de cosas como

letreros,

Siempre una cosa enfrente de otra,
Siempre una cosa tan inútil como la otra,
Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño del misterio de la

superficie,
Siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni otra.

Pero un hombre entró en la tabaquería (¿para comprar tabaco?)
Y la realidad pausible cayó de repente encima de mí.
Me incorporo enérgico, convencido, humano,
Y voy a intentar escribir estos versos en que digo lo contrario.

Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como una ruta propia,
Y gozo, en un momento sensitivo y competente,
La liberación de todas las especulaciones
Y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia de estar

enfadado.

Después me echo para atrás en la silla
y continuo fumando.
En cuanto el destino me lo conceda continuaré fumando.

(Si me casara con la hija de mi lavandera
tal vez fuera feliz).
Visto esto, me levanto de la silla. Voy a la ventana.

El hombre salió de la tabaquería (¿metiendo el cambio en el bolsillo del

pantalón?).
Ah, lo conozco; es el Esteves sin metafísica.
(El dueño de la tabaquería llegó a la puerta.)
Como por un instinto divino el Esteves se volteó y me vio.
Me dijo adiós con un gesto, le grité ¡Adiós oh Esteves! y el universo
Se me reconstruyó sin ideal ni esperanza, y el dueño de la tabaquería

sonrió.

Lisboa, 15 de enero de 1928

(Traducción de Mario Bojórquez)



Tabacaria


Não sou nada.
Nunca serei nada.
Não posso querer ser nada.
À parte isso, tenho em mim todos os sonhos do mundo.

Janelas do meu quarto,
Do meu quarto de um dos milhões do mundo que ninguém sabe quem é
(E se soubessem quem é, o que saberiam?),
Dais para o mistério de uma rua cruzada constantemente por gente,
Para uma rua inacessível a todos os pensamentos,
Real, impossivelmente real, certa, desconhecidamente certa,
Com o mistério das coisas por baixo das pedras e dos seres,
Com a morte a pôr humidade nas paredes e cabelos brancos nos homens,
Com o Destino a conduzir a carroça de tudo pela estrada de nada.

Estou hoje vencido, como se soubesse a verdade.
Estou hoje lúcido, como se estivesse para morrer,
E não tivesse mais irmandade com as coisas
Senão uma despedida, tornando-se esta casa e este lado da rua
A fileira de carruagens de um comboio, e uma partida apitada
De dentro da minha cabeça,
E uma sacudidela dos meus nervos e um ranger de ossos na ida.

Estou hoje perplexo, como quem pensou e achou e esqueceu.
Estou hoje dividido entre a lealdade que devo
À Tabacaria do outro lado da rua, como coisa real por fora,
E à sensação de que tudo é sonho, como coisa real por dentro.

Falhei em tudo.
Como não fiz propósito nenhum, talvez tudo fosse nada.
A aprendizagem que me deram,
Desci dela pela janela das traseiras da casa.
Fui até ao campo com grandes propósitos,
Mas lá encontrei só ervas e árvores,
E quando havia gente era igual à outra.
Saio da janela, sento-me numa cadeira. Em que hei-de pensar?

Que sei eu do que serei, eu que não sei o que sou?
Ser o que penso? Mas penso ser tanta coisa!
E há tantos que pensam ser a mesma coisa que não pode haver tantos!
Génio? Neste momento
Cem mil cérebros se concebem em sonho génios como eu,
E a história não marcará, quem sabe?, nem um,
Nem haverá senão estrume de tantas conquistas futuras.
Não, não creio em mim.
Em todos os manicómios há doidos malucos com tantas certezas!
Eu, que não tenho nenhuma certeza, sou mais certo ou menos certo?
Não, nem em mim…
Em quantas mansardas e não-mansardas do mundo
Não estão nesta hora génios-para-si-mesmos sonhando?
Quantas aspirações altas e nobres e lúcidas —
Sim, verdadeiramente altas e nobres e lúcidas —,
E quem sabe se realizáveis,
Nunca verão a luz do sol real nem acharão ouvidos de gente?
O mundo é para quem nasce para o conquistar
E não para quem sonha que pode conquistá-lo, ainda que tenha razão.
Tenho sonhado mais que o que Napoleão fez.
Tenho apertado ao peito hipotético mais humanidades do que Cristo.
Tenho feito filosofias em segredo que nenhum Kant escreveu.
Mas sou, e talvez serei sempre, o da mansarda,
Ainda que não more nela;
Serei sempre o que não nasceu para isso;
Serei sempre só o que tinha qualidades;
Serei sempre o que esperou que lhe abrissem a porta ao pé de uma parede 

sem
[porta,
E cantou a cantiga do Infinito numa capoeira,
E ouviu a voz de Deus num poço tapado.
Crer em mim? Não, nem em nada.
Derrame-me a Natureza sobre a cabeça ardente
O seu sol, a sua chuva, o vento que me acha o cabelo,
E o resto que venha se vier, ou tiver que vir, ou não venha.
Escravos cardíacos das estrelas,
Conquistámos todo o mundo antes de nos levantar da cama;
Mas acordámos e ele é opaco,
Levantámo-nos e ele é alheio,
Saímos de casa e ele é a terra inteira,
Mais o sistema solar e a Via Láctea e o Indefinido.

(Come chocolates, pequena;
Come chocolates!
Olha que não há mais metafísica no mundo senão chocolates.
Olha que as religiões todas não ensinam mais que a confeitaria.
Come, pequena suja, come!
Pudesse eu comer chocolates com a mesma verdade com que comes!
Mas eu penso e, ao tirar o papel de prata, que é de folha de estanho,
Deito tudo para o chão, como tenho deitado a vida.)

Mas ao menos fica da amargura do que nunca serei
A caligrafia rápida destes versos,
Pórtico partido para o Impossível.
Mas ao menos consagro a mim mesmo um desprezo sem lágrimas,
Nobre ao menos no gesto largo com que atiro
A roupa suja que sou, sem rol, pra o decurso das coisas,
E fico em casa sem camisa.

(Tu, que consolas, que não existes e por isso consolas,
Ou deusa grega, concebida como estátua que fosse viva,
Ou patrícia romana, impossivelmente nobre e nefasta,
Ou princesa de trovadores, gentilíssima e colorida,
Ou marquesa do século dezoito, decotada e longínqua,
Ou cocotte célebre do tempo dos nossos pais,
Ou não sei quê moderno — não concebo bem o quê —,
Tudo isso, seja o que for, que sejas, se pode inspirar que inspire!
Meu coração é um balde despejado.
Como os que invocam espíritos invocam espíritos invoco
A mim mesmo e não encontro nada.
Chego à janela e vejo a rua com uma nitidez absoluta.
Vejo as lojas, vejo os passeios, vejo os carros que passam,
Vejo os entes vivos vestidos que se cruzam,
Vejo os cães que também existem,
E tudo isto me pesa como uma condenação ao degredo,
E tudo isto é estrangeiro, como tudo.)

Vivi, estudei, amei, e até cri,
E hoje não há mendigo que eu não inveje só por não ser eu.
Olho a cada um os andrajos e as chagas e a mentira,
E penso: talvez nunca vivesses nem estudasses nem amasses nem cresses
(Porque é possível fazer a realidade de tudo isso sem fazer nada disso);
Talvez tenhas existido apenas, como um lagarto a quem cortam o rabo
E que é rabo para aquém do lagarto remexidamente.

Fiz de mim o que não soube,
E o que podia fazer de mim não o fiz.
O dominó que vesti era errado.
Conheceram-me logo por quem não era e não desmenti, e perdi-me.
Quando quis tirar a máscara,
Estava pegada à cara.
Quando a tirei e me vi ao espelho,
Já tinha envelhecido.
Estava bêbado, já não sabia vestir o dominó que não tinha tirado.
Deitei fora a máscara e dormi no vestiário
Como um cão tolerado pela gerência
Por ser inofensivo
E vou escrever esta história para provar que sou sublime.

Essência musical dos meus versos inúteis,
Quem me dera encontrar-te como coisa que eu fizesse,
E não ficasse sempre defronte da Tabacaria de defronte,
Calcando aos pés a consciência de estar existindo,
Como um tapete em que um bêbado tropeça
Ou um capacho que os ciganos roubaram e não valia nada.

Mas o Dono da Tabacaria chegou à porta e ficou à porta.
Olho-o com desconforto da cabeça mal voltada
E com o desconforto da alma mal-entendendo.
Ele morrerá e eu morrerei.
Ele deixará a tabuleta, eu deixarei versos.
A certa altura morrerá a tabuleta também, e os versos também.
Depois de certa altura morrerá a rua onde esteve a tabuleta,
E a língua em que foram escritos os versos.
Morrerá depois o planeta girante em que tudo isto se deu.
Em outros satélites de outros sistemas qualquer coisa como gente
Continuará fazendo coisas como versos e vivendo por baixo de coisas como
[tabuletas,
Sempre uma coisa defronte da outra,
Sempre uma coisa tão inútil como a outra,
Sempre o impossível tão estúpido como o real,
Sempre o mistério do fundo tão certo como o sono de mistério da 

superfície,
Sempre isto ou sempre outra coisa ou nem uma coisa nem outra.

Mas um homem entrou na Tabacaria (para comprar tabaco?),
E a realidade plausível cai de repente em cima de mim.
Semiergo-me enérgico, convencido, humano,
E vou tencionar escrever estes versos em que digo o contrário.

Acendo um cigarro ao pensar em escrevê-los
E saboreio no cigarro a libertação de todos os pensamentos.
Sigo o fumo como a uma rota própria,
E gozo, num momento sensitivo e competente,
A libertação de todas as especulações
E a consciência de que a metafísica é uma consequência de estar mal 

disposto.

Depois deito-me para trás na cadeira
E continuo fumando.
Enquanto o Destino mo conceder, continuarei fumando.

(Se eu casasse com a filha da minha lavadeira
Talvez fosse feliz.)
Visto isto, levanto-me da cadeira. Vou à janela.

O homem saiu da Tabacaria (metendo troco na algibeira das calças?).
Ah, conheço-o: é o Esteves sem metafísica.
(O Dono da Tabacaria chegou à porta.)
Como por um instinto divino o Esteves voltou-se e viu-me.
Acenou-me adeus, gritei-lhe Adeus ó Esteves!, e o universo
Reconstruiu-se-me sem ideal nem esperança, e o Dono da Tabacaria sorriu.





(Fuente: Biblioteca Ignoria)

Ezra Pound


Satiemus


¿Y qué si supiera tus discursos palabra por palabra?
Y si tú supieras que los conozco ¿hablarías?
y qué si supiera tus discursos palabra por palabra,
y todo el tiempo los repitieras sobre lo que digo.
“Mira, hubo uno que torció su bella y brillante cabeza,
suspirando mientras tú continuabas tu dorado discurso.”
O, como nuestras risas mezcladas una con otra,
mientras apretados labios dan bocanadas de aire intermitente
qué si mis pensamientos se volvieran en su búsqueda mental
murmurando entre sí “El bello muerto debe conocer
tales momentos, pensando sobre la hierba:
¡cuan blancos cornejos susurraron sobre su cabeza
en los brillantes días de la alegría!”
Cómo si el dulce sonido en el interior de tu garganta
es igual que el tañido de un laúd en su débil acorde
confusas narraciones que me ciegan, repetidas una por una
contadas tantas veces que las conocemos de memoria;
¿Y qué si conozco tu risa palabra por palabra
si no encuentro nada original en tu regocijo?


Traduccion: Rafael Vargas


Satiemus

What if I know thy speeches word by word?
And if thou knew'st I knew them wouldst thou speak?
What if I know thy speeches word by word,
And all the time thou sayest them o'er I said,
'Lo, one there was who bent her fair bright head,
Sighing as thou dost through the golden speech.'
Or, as our laughters mingle each with each,
As crushed lips take their respite fitfully,
What if my thoughts were turned in their mid reach
Whispering among them, 'The fair dead
Must know such moments, thinking on the grass;
On how white dogwoods murmured overhead
In the bright glad days!'
How if the low dear sound within thy throat
Hath as faint lute-strings in its dim accord
Dim tales that blind me, running one by one
With times told over as we tell by rote;
What if I know thy laughter word by word
Nor find aught novel in thy merriment ?

miércoles, 20 de junio de 2018

T.S. Eliot


La tierra baldía



IV. MUERTE POR AGUA

FLEBAS, el Fenicio, que murió hace quince días,
olvidó el chillido de las gaviotas y el hondo mar henchido
y las ganancias y las pérdidas.
                Una corriente submarina
recogió sus huesos susurrando. Cayendo y levantándose
remontó hasta los días de su juventud
y entró en el remolino.
                Pagano o judío
oh, tú, que das vuelta al timón y miras a barlovento,
piensa en Flebas, que otrora fue bello y tan alto como tú.


V. LO QUE DIJO EL TRUENO

Después de la roja luz de las antorchas sobre rostros sudorosos,
después del gélido silencio en los jardines
después de la agonía en lugares pétreos
y el griterío y el lloro
y prisión y palacio y reverberación
de trueno primaveral sobre lejanos montes
aquel que estaba vivo ahora está muerto
nosotros que vivíamos ahora estamos muriendo
con un poco de paciencia.

Aquí no hay agua, sólo roca,
roca y no agua, el camino arenoso
el camino serpentea entre las montañas
que son montañas rocosas sin agua
si hubiese agua nos detendríamos a beber
entre las rocas uno no puede detenerse y pensar
el sudor es seco y los pies se hunden en la arena
si por lo menos hubiera agua entre las rocas
muerta montaña boca de dientes cariados que no puede escupir
aquí no puede uno ni pararse ni acostarse ni sentarse
ni siquiera hay silencio en las montañas
sino el seco trueno estéril sin lluvia
ni siquiera hay soledad en las montañas
sino adustos rostros rojos que escarnecen y rezongan
en los umbrales de casas de fango hendido.
                                                   Si hubiese agua

y no rocas
si hubiese rocas
y también agua
y agua
un manantial
una hoya entre las rocas
si sólo se oyera rumor de agua
no la cigarra
ni la hierba seca cantando
sino rumor de agua sobre una roca
allí donde el zorzal canta entre los pinos
drip drop drip drop drop drop drop
pero no hay agua

¿Quién es ese tercero que camina siempre a tu lado?
cuando cuento, sólo somos dos, tú y yo, juntos
pero cuando miro delante de mí sobre el blanco camino
siempre hay otro que marcha a tu lado
deslizándose envuelto en una capa parda, encapuchado
no sé si es un hombre o una mujer
— ¿pero quién es ése que va a tu lado?

Qué sonido es ése que se oye en la altura
murmullo de lamento maternal
qué hordas encapuchadas son ésas que hormiguean
Por las llanuras infinitas, tropezando en las grietas
de una tierra limitada por el raso horizonte
qué ciudad es ésa sobre las montañas
chasquidos y reformas y llamas en el aire violeta
torres que se derrumban
Jerusalén Atenas Alejandría
Viena Londres
irreales.

Una mujer se soltó la larga cabellera negra
y suscitó una susurrante música con esas cuerdas
y murciélagos de rostros infantiles silbaban
en la luz violeta, y batían sus alas
y con cabeza hacia abajo se deslizaron por el negro muro
y de volteadas torres en el aire
caía un redoblar de campanas reminiscentes, que daban la hora
y se oían cantos dentro de cisternas vacías y agotados pozos.

En esta arruinada cavidad en medio de las montañas
bajo la mortecina claridad de la luna la hierba canta
sobre las desplomadas tumbas alrededor de la capilla
allí esta la desierta capilla donde sólo habita el viento.
No tiene ventanas y la puerta se balancea,
los huesos secos a nadie pueden dañar.
Sólo un gallo se alzaba en la cumbrera
co co rico co co rico
a la claridad de un relámpago. Luego vino una racha húmeda
trayendo lluvia.

Ganga estaba hundido y las hojas frágiles
esperaban la lluvia, mientras las negras nubes
se amontonaban a lo lejos, sobre el Himavant.
La selva se agachó, se encorvó en silencio.
Entonces habló el trueno
DA
Datta: ¿qué hemos dado?
Amigo mío, la sangre que sacude mi corazón
la espantosa audacia de un momento de debilidad
que un siglo de prudencia no puede borrar
por eso y eso sólo es por lo que hemos existido
y ello no se hallará registrado en nuestros obituarios
ni en los recuerdos que cubre la benéfica araña
ni bajo los sellos que rompe el flaco notario
en nuestros vacíos aposentos
DA
Dayadhwam: he oído la llave
voltear en la cerradura una vez y sólo una vez
pensamos en la llave, cada cual en su prisión
pensando en la llave, cada cual confirma una prisión
pero al anochecer, etéreos rumores
reaniman por un momento a un Coriolano roto
DA
Damyata: el barco obedeció
alegremente a la mano hábil para la vela y el remo
el mar estaba tranquilo, tu corazón podía haber respondido
alegremente a la invitación, palpitando obediente
a las diestras manos.

                               Me senté en la orilla
a pescar, con la árida llanura a mi espalda
¿Pondré por lo menos orden en mis tierras?
El Puente de Londres está cayendo cayendo cayendo
Poi s'ascose nel foco che gli affina
Quando fiam uti chelidon —Oh, golondrina, golondrina
Le Prince d'Aquitaine à la tour abolie
Estos fragmentos han sostenido mis ruinas
Why then Ile fit you. Hieronymo's mad againe.
Datta. Dayadhwam. Damyata.
               Shantih shantih shantih.

T.S. Eliot


La tierra baldía


III. EL SERMÓN DEL FUEGO

El dosel del río se ha roto: los últimos dedos de las hojas
se aterran y se sumen en la húmeda ribera. El viento
cruza, silenciosamente, la tierra parda. Las ninfas se han marchado.
Dulce Támesis, discurre plácidamente, hasta que termine mi canción.
El río no arrastra botellas vacías, papeles de sandwiches,
pañuelos de seda, cajas de cartón, colillas
y otros testimonios de noches de estío. Las ninfas se han marchado.
Y sus amigos, los indolentes herederos de los potentados —
Se han marchado sin dejar sus direcciones.
A orillas del Leman me senté a llorar...
Dulce Támesis, discurre plácidamente, hasta que termine mi canción.
Dulce Támesis, discurre plácidamente, pues no hablaré alto ni extenso.
Pero detrás de mí, en una fría ráfaga, oigo
matraqueos de huesos y risas descarnadas.

Un ratón se deslizó blandamente entre los hierbajos
arrastrando su viscoso vientre por la orilla
mientras yo pescaba en el sombrío canal
en una tarde de invierno detrás del gasómetro
meditando sobre el naufragio de mi hermano rey
y sobre la muerte anterior de mi padre rey.
Cuerpos blancos, cuerpos desnudos sobre la baja tierra húmeda
y huesos arrojados en una guardilla baja y seca,
rozados sólo por la pata del ratón, año tras año.
Pero a mi espalda de vez en cuando oigo
un estrépito de bocinas y motores, que llevarán
a Sweeney en la primavera a casa de la señora Porter
oh, la luna brillaba sobre la señora Porter
y sobre su hija
ambas se lavan los pies con agua gaseosa
et O ces voix d'enfants, chantant dans la coupole!

Tuit tuit tuit
yag yag yag yag yag yag
tan rudamente forzada
Tereo.

Ciudad Irreal
bajo la parda niebla de un mediodía de invierno
el señor Eugenides, comerciante de Esmirna
sin afeitar, con un bolsillo lleno de pasas
C.i.f. Londres: documentos a la vista,
me invitó en francés demótico
a almorzar en el Hotel Cannon Street
y luego a pasar el fin de semana en el Metropole.

A la hora violeta, cuando los ojos y la espalda
se alzan del escritorio, cuando el motor humano espera
como un taxímetro espera palpitando,
yo, Tiresias, aunque ciego, palpitando entre dos vidas,
viejo con arrugados senos de mujer, puedo ver
a la hora violeta, esa hora del atardecer que nos empuja
hacia el hogar y envía del mar a casa al marinero,
la mecanógrafa, ya en casa a la hora del té, levanta la
mesa del desayuno, enciende
su estufa y prepara su comida de conservas.
Colgadas fuera de la ventana están puestas a secar
sus combinaciones acariciadas por los postreros rayos del sol,
sobre el diván (que por la noche le sirve de cama)
hay apilados medias, zapatillas, camisas y sostenes.
Yo, Tiresias, un viejo de tetas arrugadas
vi la escena, y predije el resto —
yo también esperaba al huésped previsto.
Él, un joven carbuncular, llega,
es un empleadillo cualquiera, de mirada atrevida,
uno de esos sujetos cuyo empaque le sienta
como una chistera sobre un millionario de Bradford.
El momento es propicio, como él esperaba,
La cena ha terminado, ella está aburrida y cansada,
él trata de excitarla con caricias
que aun cuando son irreprochables, no son deseadas.
Sonrojado y decidido, él empieza el asalto;
sus manos exploradoras no encuentran resistencia;
su vanidad no necesita respuesta,
y hasta acoge bien su indiferencia.
(Y yo, Tiresias, preví, sufriendo,
todo lo que ocurrió en este mismo diván o cama;
yo, que estuve sentado bajo los muros de Tebas
y anduve por el infierno de los muertos.)
Él le otorga un final beso protector,
y baja a tientas por la oscura escalera...

Ella se vuelve y se mira un momento en el espejo,
sin advertir que su amante ya no está;
su cerebro formula un vago pensamiento:
«Bueno, el asunto terminó ya, y me alegro que así sea».
Cuando una mujer adorable comete tales locuras
y luego vuelve a pasearse sola por su cuarto,
se alisa el pelo con mano automática
y pone un disco en el gramófono.

«Esta música se deslizó junto a mí sobre las olas»
y a lo largo del Strand, calle Reina Victoria arriba
oh Ciudad Ciudad, a veces puedo escuchar
cerca de un bar de la calle Lower Thames,
el agradable lamento de una mandolina
y la bulla y la charla que sale del interior
donde los vendedores de pescado huelgan al mediodía:
donde los muros
de Magnus Mártir conservan
un inefable esplendor de jónica blancura y oro.

                El río suda
                aceite y brea
                las barcazas derivan
                con la cambiante marea
                velas rojas
                anchas
                a sotavento, oscilan en los mástiles
                las barcazas hunden
                leños flotantes
                al sur de Greenwich
                más allá de la Isla de los Perros
                       Weialala leia
                        Wallala leialala


                Elizabeth y Leicester
                remando
                la proa era
                un casco dorado
                rojo y oro
                rizó ambas orillas
                el viento del sudoeste
                cargó agua abajo
                el son de las campanas
                torres blancas
                       Weialala leia
                       Wallala leialala.

                «Tranvías y polvorientos árboles.
                Highbury me hizo. Richmond y Kew
                me deshicieron. Cerca de Richmond levanté las rodillas
                acostada en el fondo de una angosta canoa.»

                «Mis pies están en Moorgate y mi corazón
                bajo mis pies. Después de lo ocurrido
                él lloró. Me prometió "empezar de nuevo"
                No contesté nada. ¿Para qué guardarle rencor?»

                «En la playa de Margate
                no puedo relacionar
                nada con nada.
                Las uñas rotas de manos sucias.
                Mi gente, humilde gente que no espera
                nada.»
                               la la.

                Y entonces me marché a Cartago

                Quemando quemando quemando quemando

                Oh, Señor, Tú me arrancas
                Oh, Señor, Tú arrancas
                quemando.