QUIÉN ANDA AHÍ
Hay alguien
parecida a mí en una oscura celda. Lo sé, porque se ha abierto en lo alto una
ventana, y la luz ha develado el cuerpo.
Alguien que
detenida en sus muros, descubre un cuarto. El cuarto de su casa.
Luego
escucha una voz y el sonido revolotea como una pobre reminiscencia de otra voz
de afuera.
Es su voz
que sale de otra boca, que por algún resquicio de su cuello gotea mientras
inútilmente se aferra al picaporte.
Cómo
atravesar la puerta,
Quién es
aquella desconocida que la suplanta.
SER
El helado se
derrite en mi mano.
Una gota cae
sobre el vestido.
La dejo ser.
Las
religiones se disputan el Ser.
Los
filósofos discuten sobre el Ser.
Mientras,
una mancha
oscura
es
en mi ropa.
CEBOLLAS MORADAS
Él no puede
dejar de sangrar,
entonces
corre a la cocina y
corta
cebollas.
Ella come
dulces
hasta que el
azúcar se vuelve vértigo,
se esconde
para cortar
cebollas.
Ante estas
ganas de matar,
corto los
bulbos en trozos muy delgados.
Miro el filo
del cuchillo. El agua corre.
FRASES PARA UNA NOVELA QUE NO ESCRIBIRÉ
La mirada de
una mujer inteligente.
El cartel
lumínico que anuncia “Bienvenido”
y el que
dice “Cerrado hasta la una”.
La cebra
tendida como un animal muerto en mitad de la calle.
El cafecito
acabado de colar. La astucia y el olor de ese café.
Un pincel
que dibuja puertas y figuras de humo.
Los gestos
de asco ante el vómito ajeno,
sobre todo
ese vómito.
Pero igual
el bosque.
La profunda
oscuridad del mar
y el agudo
reclamo de su llanto.
Un trozo de
tela brillante.
El agujero
negro, tentáculos insaciables de algún pulpo divino.
La cereza
madura.
El aliento
de aquel desconocido.
Una historia
construida con muchas voces falsas.
Soy la que
soy.
No existo.
NUNCA PODRÉ CREAR
Excepto quizás una vida más larga/ para
encontrar nuevas excusas.
Charles Bukowski
Escribiré
solo cuando tenga la habitación propicia.
O propia.
Ahora es imposible. Duermo en la sala.
Dos viejas
señoras llegan todos los días
a coserse
con mi madre,
y yo debo
apurarme para desayunar, pues la mesa
se ocupará
con telas y carretes. Pero me digo que
si no
escribo ahora, si no soy capaz de encerrarme
debajo del
sofá, gruñendo como un perro
mientras las
voces de las señoras golpean
con saña mis
oídos,
perderé
definitivamente el apetito.
PARA VENCER EN LA GUERRA
Antes de
afrontar una batalla, voy a la ducha.
Bañarme me
forja. Restregar mi cuerpo con la esponja
empapada de
jabón, olor a sándalo y confianza.
Una espuma
turbia baja a escurrirse por el tragante.
Erguida, la
observo como si examinara al enemigo desde una colina. Mientras, continúo
frotando mi piel, puliendo la armadura.
Cuando me
seco, la ira yace tendida a mis pies,
hecha tufo,
cadáver.
CANTO A MÍ MISMA
No soy Helena de Troya,
pero soy bella,
le digo cada mañana al
espejo.
No necesito una ciudad
a mis pies,
o la ruina de una
ciudad a mis pies
para saberme dichosa.
Mi nombre es otro,
mi nombre clavado entre
inútiles palabras.
No soy Helena, pero al
barrer estas cenizas
algo habrá sido
diferente.
((Fuente: Revista El humo)
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