martes, 29 de mayo de 2018

Ketty Blanco Saldívar (Cuba, 1984)



QUIÉN ANDA AHÍ

Hay alguien parecida a mí en una oscura celda. Lo sé, porque se ha abierto en lo alto una ventana, y la luz ha develado el cuerpo.
Alguien que detenida en sus muros, descubre un cuarto. El cuarto de su casa.
Luego escucha una voz y el sonido revolotea como una pobre reminiscencia de otra voz de afuera.
Es su voz que sale de otra boca, que por algún resquicio de su cuello gotea mientras inútilmente se aferra al picaporte. 
Cómo atravesar la puerta,
Quién es aquella desconocida que la suplanta. 

SER

El helado se derrite en mi mano.
Una gota cae sobre el vestido.
La dejo ser.
Las religiones se disputan el Ser.
Los filósofos discuten sobre el Ser.
Mientras,
una mancha oscura
es
en mi ropa.



CEBOLLAS MORADAS
  
Él no puede dejar de sangrar,
entonces corre a la cocina y
corta cebollas.
Ella come dulces
hasta que el azúcar se vuelve vértigo,
se esconde para cortar
cebollas.
Ante estas ganas de matar,
corto los bulbos en trozos muy delgados.
Miro el filo del cuchillo. El agua corre.



FRASES PARA UNA NOVELA QUE NO ESCRIBIRÉ

La mirada de una mujer inteligente.
El cartel lumínico que anuncia “Bienvenido”
y el que dice “Cerrado hasta la una”.
La cebra tendida como un animal muerto en mitad de la calle.
El cafecito acabado de colar. La astucia y el olor de ese café.
Un pincel que dibuja puertas y figuras de humo.
Los gestos de asco ante el vómito ajeno,
sobre todo ese vómito. 
Pero igual el bosque.
La profunda oscuridad del mar
y el agudo reclamo de su llanto. 
Un trozo de tela brillante.
El agujero negro, tentáculos insaciables de algún pulpo divino.
La cereza madura.
El aliento de aquel desconocido.
Una historia construida con muchas voces falsas.
Soy la que soy.
No existo. 

NUNCA PODRÉ CREAR
Excepto quizás una vida más larga/ para
encontrar nuevas excusas.
Charles Bukowski
Escribiré solo cuando tenga la habitación propicia.
O propia. Ahora es imposible. Duermo en la sala.
Dos viejas señoras llegan todos los días
a coserse con mi madre,
y yo debo apurarme para desayunar, pues la mesa
se ocupará con telas y carretes. Pero me digo que
si no escribo ahora, si no soy capaz de encerrarme
debajo del sofá, gruñendo como un perro
mientras las voces de las señoras golpean
con saña mis oídos,
perderé definitivamente el apetito.



PARA VENCER EN LA GUERRA

Antes de afrontar una batalla, voy a la ducha.
Bañarme me forja. Restregar mi cuerpo con la esponja
empapada de jabón, olor a sándalo y confianza.
Una espuma turbia baja a escurrirse por el tragante.
Erguida, la observo como si examinara al enemigo desde una colina. Mientras, continúo frotando mi piel, puliendo la armadura.
Cuando me seco, la ira yace tendida a mis pies,
hecha tufo, cadáver.



CANTO A MÍ MISMA

No soy Helena de Troya, pero soy bella,
le digo cada mañana al espejo.
No necesito una ciudad a mis pies,
o la ruina de una ciudad a mis pies
para saberme dichosa. Mi nombre es otro,
mi nombre clavado entre inútiles palabras.
No soy Helena, pero al barrer estas cenizas
algo habrá sido diferente.



((Fuente:  Revista El humo)






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