jueves, 3 de mayo de 2018

Ida Vitale (Uruguay, 1924)


SALMO

Alaba lo que no conoces
por tu esperanza
y aun por tu mirada de hoy,
                                   creyente
de la hermosura que muchos desdeñan;
alábalo por inconcebible,
por la constancia de sus absurdas disposiciones.
El itinerario de tu viaje
                                   brevemente infinito
traza un dibujo que sólo tú no entiendes,
pero no te amotines.
En el ruidoso vacío de su centro
caerás,
            trasmutable semilla,
cuando la hermosura y la esperanza
ensimismadas
            finen.
(De Jardín de sílice, 1980)
BOTÁNICA

Aquí no hay ruda, nada de maticas.
Si acaso ciclamores empinados al rosa,
raptados por el sol en las aceras solas,
y encinas:
                        situación de silencio vegetal
porque nada me dicen o,
en su lengua muerta para mí,
estos ariscos rangos
no sé qué de nosocomio afirman,
reiterados y prúsicos.
Pero ni una ramita de ruda, repito.
Tampoco aromos.
                                   Acaso a duras penas
el romero, paramento fragante,
resiste en los jardines,
me asiste con su olor
a pan de Venecia, a tren rápido
pero rueda detenida
en la memoria para siempre,
como dicha que no es filosa arista.
Pero ni una matica de ruda.
(De Procura de lo imposible, 1998)
APENAS CONCIERTO

Tantas argucias del oboe,
tantos giros en espiral hacia la cúpula
de un cielo que nadie le discute
—ostentaciones de hiedra
al último sol de la tarde—
y caídas hacia la arena dócil del violoncelo,
no obstruyen la inatacable realidad:
el bajo continuo persevera.
Aquí un concierto
                        y nada más.

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