SALMO
Alaba
lo que no conoces
por
tu esperanza
y
aun por tu mirada de hoy,
creyente
de
la hermosura que muchos desdeñan;
alábalo
por inconcebible,
por
la constancia de sus absurdas disposiciones.
El
itinerario de tu viaje
brevemente
infinito
traza
un dibujo que sólo tú no entiendes,
pero
no te amotines.
En
el ruidoso vacío de su centro
caerás,
trasmutable semilla,
cuando
la hermosura y la esperanza
ensimismadas
finen.
(De Jardín de sílice, 1980)
BOTÁNICA
Aquí
no hay ruda, nada de maticas.
Si
acaso ciclamores empinados al rosa,
raptados
por el sol en las aceras solas,
y
encinas:
situación de silencio
vegetal
porque
nada me dicen o,
en
su lengua muerta para mí,
estos
ariscos rangos
no
sé qué de nosocomio afirman,
reiterados
y prúsicos.
Pero
ni una ramita de ruda, repito.
Tampoco
aromos.
Acaso a duras
penas
el
romero, paramento fragante,
resiste
en los jardines,
me
asiste con su olor
a
pan de Venecia, a tren rápido
pero
rueda detenida
en
la memoria para siempre,
como
dicha que no es filosa arista.
Pero
ni una matica de ruda.
(De Procura de lo imposible, 1998)
APENAS CONCIERTO
Tantas
argucias del oboe,
tantos
giros en espiral hacia la cúpula
de
un cielo que nadie le discute
—ostentaciones
de hiedra
al
último sol de la tarde—
y
caídas hacia la arena dócil del violoncelo,
no
obstruyen la inatacable realidad:
el
bajo continuo persevera.
Aquí
un concierto
y nada más.
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