1.
En
la quietud de madres inclinadas sobre el abismo
En
ciertas flores que se cerraron antes de ser abrasadas por el infortunio, antes
de que
los
caballos aprendieran a llorar.
En
la humedad de los ancianos.
En
la sustancia amarilla del corazón.
2.
Tras
asistir a la ejecución de las alondras has descendido aún hasta encontrar tu
rostro
dividido
entre el agua y la profundidad.
Te
has inclinado sobre tu propia belleza y con tus dedos ágiles acaricias la piel
de la mentira:
ah
tempestad de oro en tus oídos, mástiles en tu alma, profecías...
Mas
las hormigas se dirigen hacia tus llagas y allí procrean sin descanso
y
hay azufre en las tazas donde debiera hervir la misericordia.
Es
esbelta la sombra, es hermoso el abismo:
ten
cuidado, hijo mío, con ciertas alas que rozan tu corazón.
3.
No hay salud, no hay descanso. El animal
oscuro viene en medio de los vientos y hay extracción de hombres bajo los números
de la desgracia. No hay salud, no hay descanso. Crece un negro bramido y tú
interpones los estambres más tristes (bajo un sol incesante, en un cuenco de
llanto, en la raíz morada del augurio) y las madres insomnes, las que habitan
las celdas del relámpago, deslizan sus miradas en un bosque de lápidas.
¿Gimen aún los pájaros? Todo está
ensangrentado. Sordo en el fondo de la música, ¿debo insistir aún? Hay
vigilancia en los jardines interpuestos entre mi espíritu y la precisión de los
espías. Hay vigilancia en las iglesias.
Guárdate
de la calcinación y del incesto; guárdate, digo, de ti misma, España
(Canción
de los espías)
4.
Desde
los balcones, sobre el portal oscuro, yo miraba con el rostro pegado a las
barras frías; oculto tras las begonias, espiaba el movimiento de hombres
cenceños. Algunos tenían las mejillas labradas por el grisú, dibujadas con
terribles tramas azules; otros cantaban acunando una orfandad oculta. Eran
hombres lentos, exasperados por la prohibición y el olor de la muerte.
(Mi
madre, con los ojos muy abiertos, temerosa del crujido de las tarimas bajo sus pies,
se acercó a mi espalda y, con violencia silenciosa, me retrajo hacia el
interior de las habitaciones. Puso el dedo índice de la mano derecha sobre sus
labios y cerró las hojas del balcón lentamente.)
5.
Vienen
dibujando cúpulas: deshabitan fresnos y se alimentan de gramíneas blancas.
Sus
alas se abren sobre mi frente como en los días de la enfermedad. Vi la
infección en los jardines ciudadanos; vi las hormigas sobre algodones
ensangrentados y, sin embargo, fue un día alimentado por la dulzura. Una
canción se instalaba en la lentitud y la distancia habla en la música. Lame los
cerros polvorientos antes de entrar en mi corazón. Aquella tarde sobre las
ciénagas de Armunia puso veneno en mis oídos y una miel negra sobre los andenes
de la Clasificación. Alguien gimió y los altavoces enmudecieron en el
crepúsculo. Una tristeza giratoria acude a la restitución del silencio ylas
torres arden bajo los pájaros
tardíos.
6.
Llegan
los números
En
tus dos lenguas hoy estuve triste;
en
la que habla de misericordia
y
en la que arde ilícita.
En
dos alambres puse mi esperanza.
Estoy
viendo dos muertes en mi vida.
(Fuente: Revista El Humo)
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