
LA TIERRA NO GIRA SOLA
Las capas del follaje ascienden
en la trama perpendicular de la ladera,
la curva que toca
un desgarramiento de nubes pesadas
que se alejan de prisa.
A saltos tejidos en un velo de danza
torduelos y chipes juegan a deslizarse
en la nada,
haciéndose los que surfean
sin olas ni espuma ni verdadera resaca.
Pone el jilguero su vientre de augurio
y su pecho emplumado
en la ruta de ascenso
y la estela que tiembla en las ramas
es la melodía de su canto abandonado,
el eco,
la réplica de los demás pájaros.
Se pierde de vista, brizna, punto borrado.
Cuatro plumas azules
de aves que no se muestran
entresalen de los espacios del bosque
al borde de un campo de lirios y azucenas.
Más que dos de alguna especie
parecen un aura de ángel,
una emanación de la tierra,
una fantasía del aire.
*
Foto: Joné Reed
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