
(Fuente: Óscar Limache)

Versión: Isaías Garde
(Fuente: Zoon Phonanta)
(Fuente: Alberto Romero)
(Fuente: Oficio de Poeta)
(Fuente: Jonio González)
(Fuente: Jonio González)
La poesía es una especie de mentira necesaria. En beneficio del poeta o de la belleza. Pero también es cierto que sólo así se puede decir la verdad. Los que, admirablemente, se niegan a tergiversar (porque no quieren incurrir en pretensiones) se eximen incluso de esta módica afirmación. Degas decía que no pintaba lo que veía, sino lo que podía hacer que otros vieran lo que él había visto.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg
Rodrigo Arriagada Zubieta (Viña del Mar, 1982). Es un poeta y crítico chileno cuya obra se ha destacado en la poesía contemporánea. Con libros como Extrañeza, Hotel Sitges, Zubieta y El Greco ha construido una poesía reconocida por su precisión estética y su capacidad para explorar temas como la memoria, el extrañamiento y las tensiones del yo en relación con la ciudad. Su trabajo se caracteriza por un ritmo deliberado que refleja los procesos mentales y emocionales en constante cambio.
Su obra ha sido publicada en varios países, incluidos Chile, Argentina, México, Estados Unidos, España, Francia, Portugal e Italia, y ha sido traducida a idiomas como inglés, francés e italiano, lo que subraya su proyección internacional.
En su poesía, la memoria no se limita al recuerdo, sino que se convierte en un espacio en constante reconfiguración. Lo que se recuerda se distorsiona y se reinventa, mientras que lo familiar se presenta de manera extraña y ajena. Esta tensión entre lo conocido y lo desconocido es uno de los ejes principales de su escritura, que invita al lector a reflexionar sobre el proceso mismo de la percepción y sobre la difusa identidad.
Infirmerie Mallarmé
La chair est triste, hélas! Et j’ai lu tous les livres
Entre grises acristalados las enfermeras ven
la fundida oscuridad saturada de azul,
un sonido retumbando adentro,
irrumpiendo el corazón
desahuciado de carmín.
Y si ellas fueran toda la humanidad
¿Dejarían de existir sin mí?
¿Para quién esta perfecta aniquilación?
Las respuestas de seguro en los libros.
Si sobrevivo, recuerda traerlos, Clarisse.
He leído tantos y no les creo.
Cabo Cervera
Al caer la tarde miras a las chicas borrachas
despiertas por obra y gracia de la sal
bailan en trajes transparentes
deslizan bajo el cielo rebosante de sangre
los cuerpos un crimen pegado al corazón
picaduras y azotes
otro pubis rompiendo sin estorbos en la cara
Para el resto la tarde es una de tantas
de la memoria perdida en los grumos de la luz
y el viento alzando el canto
como si el mundo estuviera hecho de amor.

Calypso
Ne m’attends pas ce soir,
car la nuit sera noire et blanche
Gérard de Nerval
I. Nerval
No lo esperes esta tarde
porque la noche será negra y blanca,
ni llores por este mar muerto
que en nada se te parece.
Este océano de piedras es sólo suyo
sin olas peces ni rompientes
invadido hasta los bordes
por la fiebre que entristece las estrellas.
II. Joyce
Al otro lado de los mapas
hay alguien como tú
que también espera en pie
observando fotografías
en que la muerte hace señas.
Ella está aferrada a un mástil
con los ojos abiertos
disminuyendo en belleza
maquillada para nadie
salada de lágrimas bastardas
brumosas aguas venenosas.
País gris. Su país.
Sodoma Gomorra i-ta-ca
pequeñeces de una lengua
siempre extinta
como sus hijos errantes
donde exista un puñado de tierra
multiplicándose por doquier
naciendo en todas partes un erial
el coño hundido de una vieja viuda
ya no puede dar más frutos.
III. Trauco
A esta huida autoriza la leyenda de su raza
a la fornicación sin testigo
a la irrupción galante de algas
en la cama de las doncellas
a la punción en tu vientre
—Calypso—
no te preocupes
es sólo un puñado de arena
la sombra de un niño que desde su No
llora ante el espejo seco de piedras.
IV. Pavese
Mientras se vaya
habrá corales en tu lecho
labios rebosantes de mareas
serpientes con piel de serpiente
cisnes en los aires de invierno
y podrás renovar a tiempo
todos tus juramentos al mar.
Poésie des Départs
Qué bellos son los trenes
que juntos dejamos partir.
Tiresias
No bebas lejos de casa
No forniques en país católico
Ni des azotes al mar, dijo el anciano.
Más allá de esta costa
nadie comprenderá tu ebriedad.