sábado, 29 de junio de 2019

Olzhas Suleimenov (Kazajistán, 1936)


Lobitos 

 

Un hombre caminaba.
Estuvo caminando por la estepa durante mucho tiempo.
¿A dónde? ¿Para qué?
No lo sabremos nunca.
En la oculta cañada miró un lobo,
O más bien, una loba, mejor dicho, una madre...
Acostada yacía en maleza de ajenjo,
echaba atrás sus patas y mostraba sus dientes.
Desde el cuello cortado le fluía la sangre,
la sangre espesa como el lodazal.
¿Quién? ¿Quién? ¿Quizás un lobo o los perros de caza?
Los tan ciegos lobitos nunca podrán saberlo.
Empujando y quejándose se lamían la piel.
Su madre estaba rígida.
Los lobitos hambrientos olvidaron
cuán imperiosa huele la maleza,
con avidez bebían pegados a su madre.
La tan espesa sangre se iba poniendo fría.
En la sangre fluyeron deseos de venganza.
¿De quién?
Da igual, nunca podrían perdonar.
Se vengarán sin duda, juntos o separados
y si una vez se encuentran, recordarán su duelo.
El hombre fue avanzando su camino.
¿A dónde? ¿Para qué?
No lo sabremos nunca.
Es cazador de lobos.
Mas no quiso tocar a los lobitos.
Su madre ya no puede protegerlos.
 
 
(Fuente:  Asamblea de palabras)

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