viernes, 27 de mayo de 2022

Eduardo Lizalde (Ciudad de México, 1929-2022)

 


 

 

La bella implora amor

 

Tengo que agradecerte, Señor

—de tal manera todopoderoso,

que has logrado construir

el más horrendo de los mundos–,

tengo que agradecerte

que me hayas hecho a mí tan bella

en especial.

Que hayas construido para mí tales tersuras,

tal rostro rutilante

y tales ojos estelares.

Que hayas dado a mis piernas

semejantes grandiosas redondeces,

y este vuelo delgado a mis caderas,

y esta dulzura al talle,

y estos mármoles túrgidos al pecho.

 

Pero tengo que odiarte por esta perfección.

Tengo que odiarte

por esa pericia torpe de tu excelso cuidado:

me has construido a tu imagen inhumana,

perfecta y repelente para los imperfectos

y me has dado

la cruel inteligencia para percibirlo.

Pero Dios,

por encima de todo,

sangro de furia por los ojos

al odiarte

cuando veo de qué modo primitivo

te cebaste al construirme

en mis perfectas carnes inocentes,

pues no me diste sólo muñecas de cristal,

manos preciosas –rosa repetida–

o cuello de paloma sin paloma

y cabellera de aureolada girándula

y mente iluminada por la luz

de la locura favorable:

hiciste de mi cuerpo un instrumento de tortura,

lo convertiste en concentrado beso,

en carnicera sustancia de codicia,

en cepo delicioso,

en lanzadera que no teje el regreso,

en temerosa bestia perseguida,

en llave sólo para cerrar por dentro.

¿Cómo decirte claro lo que has hecho, Dios,

con este cuerpo?

¿Cómo hacer que al decirlas,

al hablar de este cuerpo y de sus joyas

se amen a sí mismas las palabras

y que se vuelvan locas y que estallen

y se rompan de amor

por este cuerpo

que ni siquiera anunciar al sonar?

¿Por qué no haberme creado, limpiamente,

de vidrio o terracota?

 

Cuánto mejor yo fuera si tú mismo

no hubieras sido lúbrico al formarme

—eterno y sucio esposo—

y al fundir mi bronce en tus divinas palmas

no me hubieras deseado

en tan salvaje estilo.

Mejor hubiera sido,

de una buena vez,

haberme dejado en piedra,

en cosa.

 

(Fuente: taller Igitur)

 

 

 

 

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