A un ratón muerto encontrado en un parque
Paul Laurence Dunbar fue un importante poeta estadounidense. Nació el 27 de junio de 1872 en Dayton, Ohio. Sus padres eran antiguos esclavos. Como muchos afroamericanos en Ohio en ese momento, su familia tenía problemas económicos. Sus padres se separaron cuando él tenía solo dos años. Sin embargo, Dunbar asistió a las escuelas públicas de Dayton y se graduó de la escuela secundaria.
Después de graduarse, Dunbar encontró empleo como ascensorista. Recibía cuatro dólares por semana de salario. En su tiempo libre, escribía poesía. Durante la década de 1890 y la primera década de 1900, Dunbar fue reconocido como uno de los grandes poetas de su época. Publicó su primera colección de poesía, Oak and Ivy, en 1892. Continuó trabajando como ascensorista y pagó personalmente los gastos de publicación del libro. Dunbar vendió su libro a los pasajeros del ascensor por un dólar por copia. Pasó los siguientes años visitando grupos de lectura y sociedades literarias en todo Ohio, leyendo su poesía y atrayendo seguidores. En 1895 se mudó a Toledo, Ohio, donde publicó su segunda colección, Majors and Minors. La crítica recibió muy bien esta obra. El editor de Harper’s Weekly le dio al libro una excelente reseña. Una editorial de Nueva York contrató a Dunbar para publicar sus dos colecciones anteriores en un solo volumen llamado Lyrics of a Lowly Life. Se convirtió en un éxito instantáneo.
En 1897, Dunbar viajó a Europa, donde visitó sociedades literarias y realizó lecturas. Regresó a los Estados Unidos y aceptó un puesto en la Biblioteca del Congreso. Los problemas de salud hicieron que Dunbar renunciara a su cargo. Debido a su enfermedad y un matrimonio fallido, Dunbar se deprimió. Recurrió al alcohol para hacer frente a sus problemas y siguió escribiendo. Dunbar fue autor de doce colecciones de poesía, cinco novelas, una obra de teatro y una gran cantidad de artículos periodísticos antes de su muerte por tuberculosis el 9 de febrero de 1906.
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La deuda
Esta es la deuda que pago
solo por un día desenfrenado,
años de arrepentimiento y dolor,
dolor sin alivio.
Págalo hasta el final —
hasta la tumba, amigo mío,
y te dé una liberación verdadera —
un broche de paz.
Pequeña fue la cosa que compré,
pequeña era la deuda, pensé,
y pobre el préstamo, en el mejor de los casos —
¡Pero Dios mío, el interés!
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The Debt
This is the debt I pay
Just for one riotous day,
Years of regret and grief,
Sorrow without relief.
Pay it I will to the end —
Until the grave, my friend,
Gives me a true release —
Gives me the clasp of peace.
Slight was the thing I bought,
Small was the debt I thought,
Poor was the loan at best —
God! but the interest!
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Extraído de POETRY | Traducción de Juan Arabia | Buenos Aires Poetry, 2022
Angelina Weld Grimké (1880 – 1958) fue una dramaturga, poeta y educadora estadounidense mejor conocida como una figura del Renacimiento de Harlem de la década de 1920.
Nacido en Boston, Massachusetts, Grimké era parte de una familia de activistas por los derechos civiles y, en generaciones anteriores, abolicionistas. Su padre se desempeñó durante algún tiempo como vicepresidente de la NAACP. Sus tías abuelas (incluida Angelina Grimké Weld) fueron conocidas abolicionistas y defensoras de los derechos de las mujeres en el siglo XIX; influencias significativas para el uso de la literatura por parte de Grimké como herramienta propagandística.
En Afro-American Women Writers (1988), Ann Allen Shockley escribió sobre la obra poética de Grimké: «Como poeta, se convirtió en colaboradora familiar de revistas y antologías del Renacimiento de Harlem. Dieciséis de sus poemas aparecieron en el clásico Caroling Dusk de Countee Cullen. También aparecieron en las páginas de las revistas The Crisis y Opportunity, aunque no se recopiló ninguno para su publicación».
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Fragmento
Soy la mujer con la piel negra, negra
soy la mujer que ríe con la cara negra, negra
estoy viviendo en los sótanos y en cada lugar repleto de gente
estoy trabajando solo para comer
en el frío y en el calor
y me río
soy la mujer que ríe que ha olvidado cómo llorar
soy la mujer que ríe que tiene miedo de ir a dormir
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Fragment
I am the woman with the black black skin
I am the laughing woman with the black black face
I am living in the cellars and in every crowded place
I am toiling just to eat
In the cold and in the heat
And I laugh
I am the laughing woman who’s forgotten how to weep
I am the laughing woman who’s afraid to go to sleep
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Extraído de Literary Ladies Guides (literaryladiesguide.com) | Traducción de Juan Arabia | Buenos Aires Poetry, 2022
1º
¿Quál es aquella homicida
que piadosamente ingrata
siempre en quanto vive mata
y muere quando da vida?
2º
¿Quál será aquella aflicción
que es con igual tiranía
el callara, cobardía,
dezirLa, desatençión?
3º
¿Quál puede ser el dolor
de efecto tan desigual
que, siendo en sí el mejor mal,
remedia otro mal mayor?
4º
¿Quál es la Sirena atroz
que en dulzes ecos velozes
muestra el seguro en sus vozes
guarda el peligro en su voz?
5º
¿Quál puede ser el cuidado
que Libremente imperiozo
se haze a sí mismo dichoso
y a sí mismo desdichado?
Enigmas de La Casa del Placer
Sabina editorial
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
A César Simón
Dentro de la mortaja de esta casa,
en esta noche yerma con tanta soledad,
mirando sin nostalgia lo que en mi vida es ido,
lo que no pudo ser,
esta ruina extensa del pasado,
también sin esperanza
en lo que ha de venir aún a flagelarme,
solo es posible un bien: la aparición del ángel,
sus ojos vivos, no sé de qué color, pero de fuego,
la paralización ante el rostro hermosísimo.
Después oír, saliendo del silencio y en tanta soledad,
su voz sin traducción, que es solo un fiel entendimiento sin palabras.
Y el ángel hace, cerrándose en mis párpados y cobijado en ellos, su aparición postrera:
con su espada de fuego expulsa el mundo hostil, que gira afuera, a oscuras.
Y no hay Dios para él, ni para mí.
Zbigniew Beksiński
Tłum. Ada Trzeciakowska
Do Cesara Simona
W fałdach domu tego całunu,
w tę noc jałową od samotności,
bez żalu patrzę na to, co życiu mym wygasłe,
na to, co być nie mogło,
na te rozległe ruiny przeszłości,
nie pokładając już nadziei
w tym, co dopiero spadnie na mnie i wychłosta
pociechą jest mi tylko jedno: objawienie się anioła,
jego oczy żywe, nie wiem jakiego koloru, ale z ognia,
paraliż przed najpiękniejszym obliczem.
To, że usłyszę, tryskający z ciszy i na samotność zdany,
głos jego bez tłumaczenia, wierne pojmowanie bez słów.
A wtedy anioł, powiekami mymi oddzielony i nimi okryty, ukazuje się:
ognistym mieczem wypędza świat wrogi, co wiruje poza mną, w ciemnościach.
I nie będzie Boga dla mnie, ani dla niego.
(Fuente: Ada Lírica)
“Estas ruinas que una vez fueron carne y voz / están hoy abandonadas a nuestro cuidado / somos los responsables de su eternidad”, escribió Guadalupe Grande en El libro de Lilit.
Zenda rinde homenaje a esta poeta con las palabras que Francisco Caro escribió: “Ayer, como de pólvora, se extendió por nuestro pequeño mundo la noticia de la muerte de Guadalupe Grande. Rápida, terrible. Ella, tan en sí, tan de la pelea, de la justicia. Con todo el peso detrás de una herencia y una historia que llevaba digna y sola. Qué será de la calle Alenza, de esa casa en donde Paca Aguirre vigilaba el sueño de la niña y de Félix mientras ascendía escribiendo trescientos escalones (…) No fui del círculo de sus íntimos, muchos de ellos buenos amigos comunes, pero supo distinguirme con su sonrisa, con su amistad y su elegancia. De los momentos juntos y justos que vivimos, la guardo en pie, enhiesta, clara, leyendo en la sesión primera –junio 2017– de la tertulia Poesía en el Bulevar, levantando un poema inmenso y lento a la memoria de su padre. ¿Con qué silencio, con qué palabras despedirla? ¿Es esto la vida? ¿Cómo nombrarla?”. Francisco Caro. Blog: Mientras la luz.
Azogue
Vivimos de costado
pasamos de puntillas
Gracias a dios nadie quedará para recordar
en nombre de quién
habrá de dirimirse la venganza
Cuando el tiempo se escapa sin rostro de las manos
dejando un polvo amarillo en el azogue
es menester estar atentos.
Cuando los días huyen a hurtadillas
despreciando nuestro estupor
(mientras se pudre el grano en el almiar)
es menester ser precavidos.
Cuando la vida se oculta en los rincones
y no hay perro de caza que pueda hallar su rastro
solícitos acudimos a las puertas del miedo.
El bosque de certezas ardió hace tres noches.
Y yo he venido a pregonar
la escarcha de la duda.
(De El libro de Lilit. Ed. Renacimiento, 1995)
Junto a la puerta
La casa está vacía
y el aroma de una rencorosa esperanza
perfuma cada rincón
Quién nos dijo
mientras nos desperezábamos al mundo
que alguna vez hallaríamos
cobijo en este desierto.
Quién nos hizo creer, confiar,
—peor: esperar —,
que tras la puerta, bajo la taza,
en aquel cajón, tras la palabra,
en aquella piel,
nuestra herida sería curada.
Quién escarbó en nuestros corazones
y más tarde no supo qué plantar
y nos dejó este hoyo sin semilla
donde no cabe más que la esperanza.
Quién se acercó después
y nos dijo bajito,
en un instante de avaricia,
que no había rincón donde esperar.
Quién fue tan impiadoso, quién,
que nos abrió este reino sin tazas,
sin puertas ni horas mansas,
sin treguas, sin palabras con que fraguar el mundo.
Está bien, no lloremos más,
la tarde aún cae despacio.
Demos el último paseo
de esta desdichada esperanza.
(De El libro de Lilit. Ed. Renacimiento, 1996)
Bodegón
Las nueve y la cocina está en penumbra:
estoy sentada ante una mesa tan grande como el desierto,
ante unos alimentos que no sé cómo mirar,
y si les preguntara, ¿qué me contestarían?
Son naranjas de una cosecha a destiempo,
mandarinas sin imperio,
acelgas verde luto,
lechugas verde olvido,
apios sin cabeza,
verde nada,
verde luego,
verde enfín.
(Bandejas de promisión
en el condado del desamparo.)
La tarde se dilata en la cocina
y aquí no llega el sonido del mar.
La soledad de las naranjas se multiplica:
no hay pregunta para tanta opulencia,
aquí, en la serenidad de esta banqueta de tres patas,
rodeada por una muralla de mandarinas huérfanas,
una legión de plátanos sin mácula,
un bosque de perejil más frondoso
que la selva tropical.
Alimentos mudos y sin perfume:
os miro y sólo veo una caravana de mercancías,
el sueño de los conductores,
una urgencia de frigoríficos
y un rastro de agua sucia atravesando la ciudad.
(De La llave de niebla. Edit. Calambur, 2003)
Letanía sin nosotros
Es en este tiempo incierto, intacto,
es en este instante desnudo,
sin palabras, sin nosotros, tan sólo
tendido suavemente en el olvido.
Es bajo esta lluvia muda y ciega,
esta lluvia sin nosotros,
esta hora sin nosotros,
Este agua sin sed.
Es. Es sin siempre, es sin memoria,
es sin llanto y sin risa,
es sin miedo y sin gracias te sean dadas.
Es, como si eso fuera poco,
sin causa y sin remedio,
a pesar nuestro,
Y es, desde luego, sin calles ni avenidas,
sin fuentes ni estaciones,
sin la tristeza que da mirar el firmamento.
(De El libro de Lilit. Ed. Renacimiento, 1996)
La ceniza
Diccionario inventario
lista número preciso
cómputo de un idioma
que no podemos entender
Digo que no existe el olvido;
hay muerte y sombras de lo vivo,
hay naufragios y pálidos recuerdos,
hay miedo e imprudencia
y otra vez sombras y frío y piedra.
Olvidar es sólo un artificio del sonido;
tan sólo un perpetuo acabamiento que va
de la carne a la piel y de la piel al hueso.
Así como las palabras primero son de agua
y luego de barro
y después de piedra y de viento.
(De El libro de Lilit. Ed. Renacimiento, 1996)
La poeta, ensayista y crítica Guadalupe Grande Aguirre (Madrid, 1965-2021), es autora de El libro de Lilit, Premio Rafael Alberti, La llave de niebla, Mapas de cera y Hotel para erizos. Sus poemas figuran en revistas y en antologías de ámbito nacional e internacional. Junto a Juan Carlos Mestre realizó la selección y traducción de La aldea de sal, antología del poeta brasileño Ledo Ivo. Hija de los poetas Félix Grande y Francisca Aguirre se licenció en Antropología Social por la UCM y fue responsable de la actividad poética de la Universidad Popular José Hierro, San Sebastián de los Reyes, Madrid, ciudad en la que falleció el pasado 2 de enero.
(Fuente: Zenda libros)
a César Cantoni
Fuente: inéditos. Gentileza de Abel Robino.
Abel Robino nació en Pergamino, Provincia de Buenos Aires, alrededor del 7 de octubre de 1952 (el acta de nacimiento adolece de inconsistencias). Es profesor y licenciado por la Facultad de Bellas Artes de La Plata. Como becario, revalidó su licenciatura e hizo su maestría (Máster 1 y Máster 2) en la Universidad de París VIII (Université Paris 8). Escribió textos de distinto tenor relacionados con el periodismo y la investigación universitaria y cuenta en su haber con cinco libros de poesía publicados: Obsesión (Ernesto Girard Editor, 1978), Las especies de la noche (Botella al Mar, 1982), El estado de la quietud (Libros de Tierra Firme, 1986), Hiel por hiel (Libros de Tierra Firme, 1997) y Burundanga (Ediciones Endymion, 2013, reeditado por la misma editorial en 2015 y 2021). Una selección de sus poemas fue reunida con el título Fiel pour fiel y publicada en Francia en edición bilingüe (español-francés) por Reflet de Lettres en 2017. En La Plata, fundó el Grupo Literario Latencia y cofundó el grupo de pintura El Faro. Anteriormente, había cofundado en su ciudad natal el Grupo Literario Pergamino. Desde muy joven militó políticamente. A los 14 años ingresó en la Juventud Comunista y a los 17 participó en las brigadas internacionales de alfabetización en Chile, durante la Presidencia de Salvador Allende. Asimismo, como poeta militante, intervino en lecturas de poesía en diversos países, entre ellos: Perú, Bolivia, Cuba y Panamá. En 1978 fue secuestrado por fuerzas de seguridad y permaneció transitoriamente desaparecido. Más tarde, fue sometido a Consejo de Guerra y juzgado en el Cuerpo de Ejército I con asiento en Palermo. Estuvo detenido en Devoto, en la Unidad Carcelaria N° 9 de La Plata y con prisión domiciliaria, hasta que, en 1982, la Justicia Civil resolvió liberarlo definitivamente. Ese mismo año, al desatarse la Guerra de Malvinas, fue convocado como oficial de reserva (condición que le había dejado el Servicio Militar Obligatorio), pero rehusó presentarse, razón por la cual Amnistía Internacional y el gobierno de François Mitterrand acordaron darle asilo político en Francia. Actualmente, reparte sus días entre el país galo, España y Martinica. Como artista plástico, colabora con TAC (Territorio, Arte, Creación) de Francia y es representado por la Galería y Residencia Internacional de Artistas Arteaga con sede en España. En 2010 vivió en China, “donde incurrió en la técnica de las rupturas, los cortes y desgarros de sus trabajos (cuadernos prédictives), el dibujo de un solo trazo y el disfraz del minotauro permanente” (“El minotauro guía en la gran exposición de lo actual”). Por lo demás, Robino trabaja en mancomunión con otras ramas de la creación, como el arte dramático y la música contemporánea. También realiza performances, ocupaciones de terreno, señalizaciones exprés y múltiples experiencias más. Ya en su memoria universitaria titulada “Arte y mestizaje” se perfila parte de su retórica creativa. Ejemplo de lo antedicho son sus colaboraciones con el Teatro Colón (2011 y 2015), la Bienal de Suecia Éventa 3 y el homenaje en la tumba de Jean Genet en L’Arrache, Marruecos. Los poemas incluidos en esta página pertenecen a un libro en gestación y son, en consideración del autor, primarias anotaciones. A continuación, comparto algunos párrafos del texto leído en la presentación de la última edición de Burundanga, el 26 de marzo de 2022, en el Conservatorio de Música Gilardo Gilardi de La Plata:
La vida y la obra poética de Abel Robino se hallan atravesadas por el exilio.
(...)
Su voz, por lo tanto, es una voz nómada, trashumante... Sus palabras, como señala Luisa Futoransky, “llegan de muy lejos y sin amarras. Son palabras que vienen del desarraigo. Del infierno al que por vocación nadie está destinado”. De ahí que sus poemas –volviendo a citar a Futoransky– sean “ardientes y simples como la cal viva”.
(...)
Para situarlo en un mapa poético de fines del siglo XX, debemos decir que Robino publica “Obsesión”, su primer libro, en 1978, momento en que ya la poesía argentina había empezado a despegarse del coloquialismo sesentista y apuntaba a expresiones neorrománticas, neobarrocas y experimentales, mientras, por otro lado, algunas voces, nucleadas en torno de la revista “La Danza del Ratón”, mantenían en alto las banderas sociales. Dentro de ese contexto, dominado por propuestas grupales heterogéneas, Robino elige seguir un camino independiente, privilegiando cierta actitud reflexiva y el desarrollo de una intuición o de un concepto como motivos del poema; camino que, con diversos matices, continuará explorando en sus libros posteriores.
Aunque los encasillamientos son siempre limitativos y engendran controversias, hoy podríamos adscribir su obra a esa línea poética sustantiva que Santiago Sylvester llama “poesía de pensamiento”. Cabe aclarar que no estamos hablando, en este caso, de una corriente específica sino de algo más incluyente; vale decir: una modalidad creadora en la cual confluyen diferentes estilos e ideas de la vida, pero cuyo denominador común es la reflexión y el ansia de conocer.
(...)
Por otra parte, deliberadamente o sin proponérselo, Robino da origen con su creación poética a una rara mitología personal, que nada tiene que ver con los relatos simbólicos ya consagrados por la literatura. Se trata más bien de una mitología profana, elaborada a partir de sucesos y personajes históricos y de la vida diaria, que alcanzan, en la reencarnación verbal del poema, un sentido que los trasciende. Así, sus historias recuerdan, muy a menudo, las parábolas de Watanabe, emparentadas como están en la busca de una certeza reveladora, un saber que se halla implícito en la naturaleza de lo narrado, pero que exige la mediación de un poeta para hacerse patente.
Si aceptamos como decía Paul Klee, refiriéndose a la pintura, que “el contenido es la forma”, podemos convenir, duplicando la apuesta, que en la poesía de Robino forma y contenido hacen por igual al estilo, atentos al singular carácter de los temas expuestos, casi siempre extraños, curiosos y hasta extravagantes, surgidos, muchas veces, de peripecias personales o del propio imaginario poético, y, otras, de textos no sólo literarios sino también científicos y técnicos, lo que termina generando un mestizaje llamativo.
(...)
Por lo demás, no debemos esperar de Robino ni un lirismo acendrado ni demasiado apego a las pautas canónicas de la belleza. Su poesía nace del intelecto, pero también de las entrañas profundas del dolor; de ahí la voz lacerante que suele acompañarla. “Como los escudos de los héroes –podríamos agregar con Futoransky– tiene el color del hierro y la sangre derramada”. No hay en ella, sin embargo, ni asomo de queja ni acentos plañideros; tampoco reproches para formularle a nadie: sólo la cruda realidad, a la que expone –en opinión de Horacio Castillo– con “desolada grandeza”.
(...)
En suma, la poesía de Robino no es complaciente ni hace concesiones; su lectura implica siempre un desafío y una perturbación. Hija de la orfandad y el desarraigo propios del exilio, se quita la ropa para mostrarnos sin vergüenza los golpes vallejianos de la vida; conmueve, pero obliga a reflexionar al mismo tiempo, y, sobre todo, tiene en su esencia el poder persuasivo de la autenticidad.
César Cantoni
Foto: Abel Robino. Ph by Ángela Gentile.
(Fuente: Lois poetas no van al cielo)
1. Los muertos rodean a los vivos. Los vivos son el núcleo de los muertos.
En este núcleo se encuentran las dimensiones del espacio y del tiempo.
Lo que rodea al núcleo es atemporal.
2. Entre el núcleo y la periferia existen intercambios, que no
suelen ser claros. Todas las religiones se preocuparon por aclararlos.
La credibilidad de la religión depende de la claridad de ciertos intercambios inusuales.
Las mistificaciones de la religión son el resultado de intentar producir tales intercambios de manera sistemática.
3. La improbabilidad del intercambio claro se debe a la
improbabilidad de que algo pueda atravesar intacto la frontera entre
atemporalidad y tiempo.
4. Ver a los muertos como los individuos que fueron alguna vez
tiende a oscurecer su naturaleza. Tratemos de considerar a los vivos
como asumimos que lo hacen los muertos: en forma colectiva.
El colectivo crecería no solo a través del espacio sino también a lo
largo del tiempo. Incluiría a todos los que vivieron alguna vez. Y así
también pensaríamos en los muertos.
Para los vivos, los muertos se reducen a aquellos que vivieron,
mientras que los muertos ya incluyen a los vivos en su propio gran
colectivo.
5. Los muertos habitan un momento atemporal de construcción que se reinicia continuamente.
La construcción es el estado del universo en un instante cualquiera.
6. De acuerdo con su memoria de la vida, los muertos saben que el
momento de la construcción es, también, un momento de colapso. Habiendo
vivido, los muertos nunca pueden ser inertes.
7. Si los muertos viven en un momento atemporal, ¿cómo pueden tener memoria?
Lo único que recuerdan es haber sido arrojados al tiempo, como todo lo que existió o existe.
8. La diferencia entre los muertos y los que no nacieron es que los muertos tienen dicho recuerdo.
A medida que se incrementa el número de muertos, la memoria aumenta.
9. La memoria de los muertos, al existir en la atemporalidad, puede
pensarse como una forma de imaginación concerniente a lo posible.
Esta imaginación está cerca de (reside en) Dios, pero no sé cómo.
10. En el mundo de los vivos, se produce un fenómeno equivalente pero opuesto.
Los vivos en ocasiones experimentan la atemporalidad, durante el
sueño, el éxtasis, en momentos de peligro extremo, en el orgasmo y
quizás en la experiencia misma de la muerte. En esos momentos, la
imaginación abarca por completo el campo de la experiencia y desborda
los contornos de la vida o la muerte individual. Roza la imaginación
expectante de los muertos.
11. ¿Cuál es la relación de los muertos con lo que todavía no ocurrió, con el futuro?
Todo el futuro es la construcción a la que está abocada su “imaginación”.
12. ¿Cómo es que los vivos viven con los muertos? Hasta la
deshumanización de la sociedad que produjo el capitalismo, todos los
vivos esperaban alcanzar la experiencia de los muertos. Este era su
futuro último. Por sí mismos, los vivos eran incompletos. Así es que
vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Solamente una forma
moderna y peculiar del egotismo rompió esa interdependencia con
resultados desastrosos para los vivos, que ahora pensamos en los muertos
como “los eliminados”.
(Fuente: Nodoarte.com)
Vaciador de tu cara aquí en el vino,
derrochador de labios de experiencia,
necesitas la madre de la ciencia
para el goce frutal de tu camino.
Surcador de tu cara en caminatas
que a nada te llevaron, ahora aprendes
la senda verdadera entre las patas
animales que tú a este sol enciendes,
porque aprovechas bien el trajín sabio
de la vida que llévate, arrugada
de ser la bestia dulce hasta tu labio,
la sabia yegua nunca estacionada
que aprovecha la hierba de la senda
a trago bebedor, suelta la rienda.
El perro en la puerta de la casa
El perro en la puerta de la casa
me ve y se tira al suelo contra la pared
para decir que quiere jugar ahora.
Lo acaricio con el pie y le hago cosquillas
y cuando dejo de acariciarlo se vuelve loco.
Necesita jugar porque la vida de un perro
en ningún sitio fue tan difícil como aquí,
Y, de pronto, mientras se revuelca veo que llora.
¿Está llorando porque está loco
o por el viento que no se para?
¿Hace el viento llorar a los perros?
¿Los enloquece hasta el llanto?
Nadie me lo explicó.
Este es un viaje del norte al sur
y de las personas a los perros.
Del miedo se sale con fascinación.
¿Sería suficiente para quedarme aquí
saber que podré jugar con este perro todos los días?
Tú no has estado nunca tan lleno de vida,
no has sabido esperar en la puerta de nadie,
no has tenido nunca un deseo de jugar
tan claro y tan urgente.
Y si lo has tenido, no lo recuerdas
por tu bien.
¿Ha venido a morir a la puerta de la casa?
¿Qué significa ir a morir a un sitio
que se parezca a un lugar?
¿Qué significa arraigarse
en el último momento?
Todo esto lo pienso mientras jugamos,
mientras miro cómo su cuerpo salvaje
se mueve bajo mis pies.
El perro tiene memoria del miedo que me daba
y que podría despertar en cualquier momento,
pero ni él ni yo damos ya nada por hecho
ni nada por perdido.
Tú y yo no nacimos para estar en casa
sino para elegir una puerta
y esperar que alguien quiera jugar.
¿Quién eres en la puerta de mi casa,
la vida o la muerte?
El perro en la puerta de la casa
Ediciones Liliputienses
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)