viernes, 4 de junio de 2021

Rosario Castellanos (México, 1925 - Tel Aviv, 1974)

 

 

SER DE RÍO SIN PECES


Ser de río sin peces, esto he sido.

Y revestida voy de espuma y hielo.

Ahogado y roto llevo todo el cielo

y el árbol se me entrega malherido.

 

A dos orillas del dolor uncido

va mi caudal a un mar de desconsuelo.

La garza de su estero es alto vuelo

y adiós y breve sol desvanecido.

 

Para morir sin canto, ciego, avanza

mordido de vacío y de añoranza.

Ay, pero a veces hondo y sosegado

 

se detiene bajo una sombra pura.

Se detiene y recibe la hermosura

con un leve temblor maravillado.


PARÁBOLA DE LA INCONSTANTE


Antes cuando me hablaba de mí misma, decía:

Si yo soy lo que soy

Y dejo que en mi cuerpo, que en mis años

Suceda ese proceso

Que la semilla le permite al árbol

Y la piedra a la estatua, seré la plenitud.

 

Y acaso era verdad. Una verdad.

 

Pero, ay, amanecía dócil como la hiedra

A asirme a una pared como el enamorado

Se ase del otro con sus juramentos.

 

Y luego yo esparcía a mi alrededor, erguida

En solidez de roble,

La rumorosa soledad, la sombra

Hospitalaria y daba al caminante

- a su cuchillo agudo de memoria -

el testimonio fiel de mi corteza.

 

Mi actitud era a veces el reposo

Y otras el arrebato,

La gracia o el furor, siempre los dos contrarios

Prontos a aniquilarse

Y a emerger de las ruinas del vencido.

 

Cada hora suplantaba a alguno; cada hora

Me iba de algún mesón desmantelado

En el que no encontré ni una mala bujía

Y en el que no me fue posible dejar nada.

 

Usurpaba los nombres, me coronaba de ellos

Para arrojar después, lejos de mi, el despojo.

 

Heme aquí, ya al final, y todavía

No sé qué cara le daré a la muerte.


(Fuente: La parada poética)

 

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