lunes, 28 de junio de 2021

Sara Uribe (Querétraro, México, 1978)

 

 

Antígona González

 

 

No querían decirme nada.

Tadeo no aparece. No querían decirme nada.

Un vaso resbalando de una mano húmeda. Estrépito de cristales. El nudo

en el vientre. El nudo y la náusea. El nudo. Pequeñas gotas de sangre fresca

sobre los mosaicos.

 

Un vaso roto ya no es un vaso. Eso pensé. Eso les dije.

 

¿Qué es lo que murmuran? ¿Por qué todo lo deslizan en voz baja? ¿Qué es

lo que están deshaciendo? Te estamos diciendo que Tadeo no aparece.

Te estamos diciendo que somos muchos los que hemos perdido a alguien.

 

***

 

No querían decirme nada. Querían huir de la ciudad. Por eso muchas

casas están abandonadas, las puertas tienen candados pero adentro aún

hay muebles, porque en la huida sus habitantes… ¿Ves la ironía, Tadeo?

Ellos solo quieren desvanecerse y que los últimos ojos que te vieron no

los miren.

 

***

 

Un vaso roto. Algo que ya no está, que ya no existe.

Que se halla en paradero ignorado, sin que se sepa si vive. Sin que se sepa.

 

Yo me quedé pensando en el verbo desaparecer. Ellos dijeron: Tadeo no

aparece y yo pensé en el mago que iba a nuestra primaria. En Tadeo tras la

celosía mirando a hurtadillas porque a nuestra madre no le alcanzaba

para darnos los cinco pesos de la función. Desaparecer siempre fue para

mí un acto de prestidigitadores. Alguien desaparecía algo y luego volvía

a aparecer.

 

Un acto simple.

 

***

 

Pero ni rastro de fiera ni de perros que te hubieran arrastrado para destro

-zarte. Donde antes tú ahora el vacío. Nadie llamó para pedir rescate o

amedrentarnos. Nadie dijo una sola palabra: como si quisieran deshacerte

aún más en el silencio.

 

Yo les hubiera agradecido que a donde se lo hubieran llevado, mejor lo

hubieran dejado muerto, porque al menos sabría yo dónde quedó, dónde

llorarle, dónde rezar. A lo mejor ya me hubiera resignado.

 

***

 

Una mujer intenta narrar la historia de la desaparición de su hermano

menor. Este caso no salió en las noticias. No acaparó la atención de

ninguna audiencia. Se trata solo de otro hombre que salió de su casa

rumbo a la frontera y no se le volvió a ver. Otro hombre que compró un

boleto y abordó un autobús. Otro hombre que desde la ventanilla dijo

adiós a sus hijos y luego esa imagen se convirtió en lo único que un par

de niños podrá registrar en su memoria cuando piensen en la última

vez que vieron a su padre.

 

***

 

[

 

: Antígona Vélez le fue encargada a Leopoldo Marechal por José María

Unsai, director del Teatro Cervantes, a principios de 1951. El único original

mecanografiado le fue entregado a la protagonista, Fanny Navarro, quien

lo perdió en un viaje a Mar del Plata.

 

: La interpretación de Antígona sufre una radical alteración en Lati-

noamérica —en donde Polínices es identificado con los marginados y

desaparecidos.

 

: Escrita como un largo poema en verso libre, el texto contiene innumera-

bles fragmentos de letras de tango, que en su distorsión y alteración,

plena de nuevos significados y entrecruzamientos

 

: en su distorsión y alteración Polínices es identificado con los marginados

y desaparecidos

 

: en su distorsión y alteración Polínices es Tadeo.

 

                                                                                                                                         ]

 

***

 

No querían decirme nada. Como si al nombrar tu ausencia todo tuviera

mayor solidez. Como si callarla la volviera menos real. No querían decirme

nada porque sabían que iría a buscarte. Sabían que iría a tu casa a inte-

rrogar a tu esposa, a reclamarle que no diera aviso de inmediato, que nadie

denunciara tu desaparición.

 

Nuestro hermano mayor y tu mujer en la pequeña sala de tu casa. Tus hijos jugando futbol con los vecinos.

 

Nuestro hermano mayor y tu mujer diciéndome que Ninguno había acu-

dido a las autoridades, que Nadie acudiría, que lo mejor para todos era que

Nadie acudiera.

 

***

 

Son de los mismos. Nos van a matar a todos, Antígona. Son de los

mismos. Aquí no hay ley. Son de los mismos. Aquí no hay país. Son

de los mismos. No hagas nada. Son de los mismos. Piensa en tus

sobrinos. Son de los mismos. Quédate quieta, Antígona. Son de los

mismos. Quédate quieta. No grites. No pienses. No busques. Son de

los mismos. Quédate quieta, Antígona. No persigas lo imposible.

 

Pero ¿cómo no voy a buscar a mi hermano? Díganmelo ustedes

¿Cómo no voy a exigir su cuerpo siquiera para enterrarlo? ¿Cómo voy

a dormir tranquila pensando en que puede estar en un barranco,

en un solar baldío, en una brecha?

***

 

 

El 6 de abril de 2011, día en que se descubrieron las fosas de San Fernando, Tamaulipas, Sara Uribe comenzó a escribir este texto. Fue comisionado por la actriz y directora de teatro Sandra Muñoz, y publicado, en su segunda edición, por la editorial oaxaqueña Sur+ en 2012. Gatopardo decide republicar un fragmento debido a la ominosa vigencia que mantiene la desaparición forzada, de la que aún no se responsabiliza el Estado mexicano.

 

 

 

(Fuente: Gatopardo)

 

 

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