miércoles, 23 de junio de 2021

Héctor Fagot (Colombia, 1961 - 2021)

 

 

COMO ECHO DE MENOS EL PARAÍSO

RESURRECCIÓN DEL AMANECER

 

El alba

en su combate cuerpo a cuerpo

por fin ha derrotado a la noche

contemplemos su risa luminosa

detrás de las montañas

su grito es la presencia pura.

Con mi vista

de la raíz a la cima

recorro el Cerro Bravo milenario

ahora debo huir

una fiera herida

me acosa, me embiste

y no me mata.

Por mis ojos transita entonces

la estampida del color.

 

 

BALANCE DE LO QUE QUEDA

 

Soy el guardabosques del mundo

su vigía

y cada día en mis conteos matutinos

mientras contemplo la devastación

y lo que queda del paisaje

me asaltan

las mismas preguntas

¿Por qué cada vez menos árboles?

¿Por qué cada día me faltan más pájaros?

 

 

EL EXILIO Y LA DERROTA

 

Contemplo desde mi ventana

el cielo desteñido de esta mañana

y sé que este país

sólo tiene dos estaciones conocidas

la estación del espanto

la estación del olvido.

Salgo a la calle

los vendedores de periódicos

pregonan la guerra en las esquinas

y es el miedo que de nuevo nos embiste

y es la impotencia de nuevo regresando

con las palabras

que desde ayer

nos habituamos a repetir:

desalojo-desplazado-sangre derramada-lista de

los desaparecidos.

Yo miro a esos hombres

que en las iglesias de mi país

se santiguan con las balas

y escucho el ruido

del alto cilindraje

en la huida después del crimen

y pienso- si las predicciones del zodiaco

vaticinaran hoy

el tiempo del abrazo

entre los hombres

y es siempre la incertidumbre

y de nuevo su sentencia:

que en estas épocas sombrías

si se sabe que se tienen

contados hasta los días que nos restan.

Ahora los noticieros anuncian

que son cuatro las estaciones del año

la de los aterrados

encerrados

desterrados y enterrados

ahora lo sé

la estación final y nuestro último respiro

tendrá menor horror

que estos días

 

 

AL POETA DE LAS ESCALAS

a Carlos Ossa, el Poeta de las escalinatas

 

Nombrar entonces el alborozo del mundo

con la alegría innombrable

con la que tu perro

lame tu cara

y te demuestra afecto.

Algo parecido

al instante de la demencia

del colibrí de mi lengua

empegotándose al néctar

de tu pezón.

Nombrada sea la rosa

la que no tiene dueño

y sólo es la rosa de los vientos

y sea también nombrada

la penumbra de los bares

su licor triste

y el hombre que en silencio

emborracha sus preguntas

con un bandoneón melancólico de fondo

léase Caló-Pugliese-Fresedo-Baffa.

Sea aquí nombrado con su peso exacto

ese hábito común de un hombre

el coraje con que muestra

la deshilachada bandera de su esperanza

mientras recuerda, como transeúnte de este

tiempo incierto

que es el olvido

ese batallar diario con la memoria.

Nombrado el miedo

como se nombra el escalofrío del poeta

ante la página en blanco

y los restos del naufragio de su insomnio

que arroja hasta sus ojos

untados de tinta y mucha sangre

descifrar el santo y seña

que desde la tira del tiempo

viene tallando un hombre

sobre la piedra no nombrada del alfabeto.

Aquel que desde sus enigmas sigue preguntándose

desde la alta terraza de la noche

por una señal, un signo, una antigua caligrafía

que dé cuenta de la saga de los antiguos

guerreros de donde viene

de su pobre linaje hecho de agua y arena

del frenesí de sus obsesiones.

Nombrar la sabia virtud de su paciencia

mientras contempla el paso

de la caravana de sus días.

Nombrado a esta altura el poeta

el único que no levanta falsos testimonios de sus visiones

pájaro cantor de la creación

pincelada de la luz y de la sombra.

Nombrar si se acepta o no

el eco de su grito y su lamento

el ritual de su legado

para el invisible a quien le escribe.

Nombrad entonces al poeta

antes de que se extinga su progenie.

Ese ser alado

que va compartiendo

siempre en su peregrinaje

lo plural de sus afectos

lo singular de su dolor.

 

 

PESADO EQUIPAJE

 

a Juan Manuel Roca, quien con su

poesía me ayuda a equilibrar el peso.

Contemplando desde las ventanilla del bus

a esos hombres que tienen

un trapo rojo en su hombro

a manera de sudario

ordenar los sacos en las estivas de la bodega

alguien me preguntó

desde mi adentro

¿y quién le ayuda al poeta

con su insostenible saco

de asombros y desventuras?

¿Quién auxilia a ese ser que sólo con palabras

deja en el papel el testimonio

de la pesada carga

de los sentimientos humanos?

¿Quién le escribe al poeta?

¿Quién deposita una esquela de esperanza

bajo su puerta?

Y pueda tomar un respiro

y seguir equilibrando el peso de su desvarío

el andamio de su piel y sus huesos

el bulto de su sombra.

¿Dime quién le presta un hombro al poeta

para que pueda este soportar

de todas las cosas el peso?

El de la realidad por ejemplo

(de las muertes cotidianas de los diarios)

el peso, del oxidado paisaje

el del viejo rencor que se calla

el de la antigua cicatriz que le dejara el desamor

y oculta bajo su franela

el de la música que pesa tanto en los sentidos

el de los recuerdos- que es como decir-

el de algunos rostros queridos

que nos pesan y nos pasan con el tiempo

el peso del desencanto

por la puesta del sol

el peso de algodón de la piel de nuestra amada

el de la lluvia- el de un bolero-

de la vejez… la presencia de su paso

y su peso.

Hasta que llega un día

en que sintiéndose sumamente agotado

el poeta descarga su pesado saco

de nervios e impaciencia

sobre una tumba humilde

que será la bodega eterna

de su tránsito y paso por la tierra.

 

 

CARTA DE AMOR A OLGA OROZCO

 

a Gustavo Arcila Q.

 

Tal vez entré al mundo

el día en que

todos los amantes

se había suicidado.

Para que no vengas ahora a preguntarme

el porqué de esta melancolía indescifrable

que llevo a cuestas

como la marca de mi nombre.

Tal vez –de ahí-

proviene esta tristeza agazapada

que traigo hace siglos

ensartada en el mirar

-de ahí- te digo

ojos vidriosos del extravío

voz ronca de la desesperanza.

Sólo cuando el cuervo del abatimiento

estrelló su pico

contra el ventanal de mi risa

supe del legado

que cual dictadura implacable

hizo de mí –la poesía-

cada del frío

donde guarecer

la pena que por siempre me acompaña

huella indeleble

que como un signo antiguo

en mi piel fue tatuada.

El del viejo oficio

del escriba obseso

cantando a voz sin eco

la balada de los corazones rotos

dándole voz y coro

desde mi biblioteca

a una colección de libros ya leídos

entre el tumulto y el aullido

de voces alineadas en estanterías

más gastadas que sus páginas.

Sobre esta mesa

sostengo en mi mano

el lanzallamas de la furia

una pluma –una hoja en blanco-

y sólo busco

declararte la guerra

a esta vocación impuesta

para mi bien o mi desdicha

si acaso fuera mi fortuna

es y será mi ruina.

-Olga- hoy que me dictaste estas palabras

En esta plomiza tarde

Dime –ahora-

dónde lanzar

los restos de la baraja

y perder el juego

en este baile de máscaras.

 

 

 

HETAIRA MÍA

 

La liturgia

al entrar en tu cuerpo

es la única religión que profeso.

La fiera hambrienta de tu deseo

me saborea y engulle.

Esa otra flor carnívora

de tu jugosa rosa hendida

me devora y no se sacia.

Entonces para vencerte

me someto al dominio y demonio

de tu sexo

cuando aún agitada

me respiras en el cuello

comprendo jubiloso

que este morir no es la muerte

entretanto

la bestia herida de la lujuria

recomienza en la madrugada

a mendigar otra caricia.

Me desentiendo entonces del mundo

con un jadeo

en lenguaje cifrado

susurra a mis sentidos

que me ama

esa palabra entonces

es la mejor música

para comenzar a escalar el día.

En la mañana

de otra guerra con su cuerpo

vuelvo a salir ileso (con quemaduras)

de otro combate

cuerpo a cuerpo

ninguno vencedor

ninguno derrotado.

 

 

CREACIÓN INCOCLUSA

 

Una noche en calma

son las pupilas de dios

que leyendo algún poeta

descansa recostado en el desván

de alguna nube.

Luego oye la radio

enciende la tv

y presencia el paso

por la tierra

de esa bestia altanera

llamado hombre.

Entonces se enfurece

y con rayos y centellas

sin hacerse carne y huesos

sólo sombras parpadeantes y relámpagos

se presenta.

Son los espantos

de un dios con rabia

que nostálgico piensa

¿qué falto en su creación?

Y llora sobre una obra levantada a medias-

Inconclusa- y mal hecha.

***

 

(Fuente: Mecánica Celeste)

 

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