Y la pala, el oro sutil, no cesan
bajo una luz de Rembrandt,
flacos, miserables,
sin venas, sin banderas,
avanzan como un río revelado;
el músculo de la noche a la deriva
es un amor misterioso,
círculo al que hemos sido arrojados,
pozo de los cerezos negros
donde descubrí
el abandono,
yesos soplados, barro de rosas,
pies de los arbustos salvajes,
cantorías lúgubres y togadas.
Lo negro no es negro,
lo blanco no es blanco.
Hay animales desolados de rabia,
meditaciones sobre la sal,
misas sajadas, una miel servil.
En los límites de la agonía,
mujeres muy blancas
y con la única profundidad religiosa del sexo,
seudónimos de asesinos,
una resbalada lentitud,
viscosos laberintos, el delirio duro
de los puros, la niebla, la carne.
En Antología poética, Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires, 2012
(Fuente: Campo de maniobras)
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