miércoles, 2 de junio de 2021

Najwan Darwish (Jerusalén, 1978)

 

 


Mientras esperas en el final




Le dije
escribe en cualquier lugar y en cualquier momento
mientras alcanzas tus fracasos y mientras ellos creen que triunfas.
Escribe, no ganarás nada salvo tus fracasos.
Escribe, no perderás nada salvo lo que escribes.
Escribe y pierde,
enséñales cómo se pierde.
Enséñales cómo se construyen los monumentos y se derriban,
suspira como la reina en el trono de tus muchos fracasos.

Le dije
ahora estás falta de cualquier esperanza.
Escribe entonces sobre tu falta de cualquier sospecha
o desconfianza, mira a tu alrededor
mientras no distingues entre los jardines y las tumbas eternas.

Caminantes de la Historia
que matan a caminantes.

Le dije
escribe mientras esperas en el final.
Escribe mientras te llevan a tu muerte,
escribe en el umbral de la muerte
mientras miras impasible a la muerte.
Escribe, creyente
la herejía se sobrepone.
Escribe, hereje
la creencia predomina.

~
 

A esa habitación



Vuelvo a esa ciudad,
a esa casa
a esa habitación.
Debajo de mí, huesos de muertos
que me conocen y no los conozco,
rodeado de libros y cuadernos de muertos
que conozco y no me conocen.
Esta es una tierra repleta de restos de extraños
que se convirtieron en ciudadanos con la muerte.
Vuelvo
porque el hombre tiene que volver,
porque el muerto tiene que levantarse.

~
 
 

Un pasado que da vueltas en la lavadora de la cocina



I

Entré en su casa,
su padre desayunaba en la cocina,
su madre supervisaba la reparación de la lavadora.
Preocupación en los utensilios de la cocina.
Pena y dolor en el tarro de manteca
mientras el aceite y las aceitunas advierten la llegada de ataques.
Me dijo: mi padre cree que la ambición de mi madre es ser viuda,
él vivirá por mucho tiempo para cortar el camino a su ambición.
También me dijo: si fuéramos como aquellos indios
que quemaban a la esposa con el cadáver de su marido,
mi padre hubiera muerto hoy antes que mañana.

II

Su padre continúa tomando su desayuno
en una extraña mezcla de alabanzas y quejas.
Su madre sigue supervisando la reparación de la lavadora
con más desesperación y sentido de importancia.
En un momento,
vi a sus hijos
gatear por las habitaciones,
correr hacia el autobús escolar,
lanzar piedras en la Primera Intifada.
Los vi mientras se los tragaban los destinos habituales,
esos que se tragan la infancia feliz y la infeliz también.

Siguen tal cual:
él desayuna en la cocina,
ella supervisa la reparación de la lavadora.

III

Salí de su casa…
Hoy preparo mi desayuno.
Mis hijos
se los lleva el autobús escolar y no los trae de vuelta.

Todo el pasado da vueltas en la lavadora.

***

Versiones de Plaza Pública
 
 
(Fuente: La comparecencia infinita)

 

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