Si se la riega, la tierra germina para producir el carmín de los labios del que se extrae del beso. Se distinguen dos tipos de carmín de labios: el rojo sinuoso, de largas ondas que destiladas forman banderas, y el rojo ligero, cuya flor secreta es el beso. Este beso se obtiene de dos maneras distintas: por disección de la flor cortada en el momento de la eclosión o por prensar el grano que da una esencia muy volátil y difícil de conservar.
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Pintado de amarillo, el aire es útil en la preparación de las pieles y, mezclado con polvo de abejorro, cura el tétanos. Chupado, se emplea para la preparación de cámaras de aire; salado, se convierte en cama. Una vez recalentado entre las manos, se dilata hasta metamorfosearse en látigo.
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Uno de los fuegos más frecuentes, el fuego hediondo, se logra mediante la maceración de un obispo en aceite de hígado de bacalao. Se puede citar también el fuego de nube que impide la proliferación de ratas y ratones en las casas deshabitadas o el fuego entre bastidores, que se extingue al extraerlo de las jeringas.
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El mezcal rió y el grillo saltó de su boca para aterrizar bajo una piedra. Cada vez más satisfecho, el mezcal tomó un puñado de sal que dejó caer en la corola de una gladiola, de la cual brotó inmediatamente y bastante sorprendido, el bacalao. Al mismo tiempo, escupió sobre la encina, en cuya corteza retumbaron muy pronto los picotazos del pájaro carpintero.
(Historia Natural, 1958)
(Fuente: Hugo Toscadaray)
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